EL
ARTE DE SOBREVIVIR
ERMG
FRASES
Y PÁRRAFOS QUE ME GUSTARON.
1
El
arte de sobrevivir de Schopenhauer está en Parerga Paralipómena (1851)[
“Aforismos de la sabiduría de la vida”, capítulo 6.]
En
sus aforismos ,Schopenhauer habla de las etapas de la vida. Las primeras son
las del aprendizaje, de la poesía. Las segundas son las del remordimiento y la
poesía.
La
infancia es la Arcadia de la humanidad.
En
la juventud buscamos la felicidad,porque no sabemos que no existe. Esto lo
comprobaremos en la vejez.
2
En
la medida en que la vida se vuelve, pues, cada vez más inconsciente, en que se
va acercando a la total inconsciencia, su paso se va haciendo precisamente cada
vez más rápido. […] Las horas del muchacho duran más que los días del anciano.
Por tanto, el tiempo de nuestra vida se halla en un movimiento acelerado, como
el de una bola que rueda pendiente abajo; e igual que en un disco que gira cada
punto se mueve más rápido cuanto más dista del centro, de la misma manera
transcurre el tiempo cada vez más veloz para cada uno en función de la
distancia que lo separe de sus primeros años. […] El tiempo nos parecerá
siempre demasiado corto y los días pasan veloces como flechas. Entiéndase que
hablo de seres humanos, no de ganado envejecido.
3
En
la juventud domina la intuición, en la madurez el pensamiento: de ahí que
aquella sea la edad de la poesía; y esta la de la filosofía.
4
Solo
el que se hace viejo alcanza a representarse la vida de manera completa y
adecuada, puesto que la contempla en su totalidad y curso natural y, sobre
todo, no, como hacen los demás, única y exclusivamente desde su punto de
partida, sino también desde su punto de llegada, razón por la cual reconoce en
particular a la perfección su completa vanidad, mientras que el resto de
hombres siguen atrapados en el delirio de que lo mejor todavía está por llegar.
5
La
vejez, sin embargo, tiene la alegría propia de quien se ha librado de una
cadena arrastrada largo tiempo y ahora se mueve libremente. Por otro lado,
empero, podría decirse que tras la extinción del impulso sexual se ha consumado
el núcleo propiamente dicho de la vida y que tan solo queda la cáscara de la
misma o que esta se asemeja a una comedia que fuera iniciada por personas, pero
concluida finalmente por marionetas vestidas con sus ropas.
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La
diferencia básica entre la juventud y la vejez consiste en que aquella tiene
ante sí la perspectiva de la vida y esta la de la muerte; que, por tanto,
aquella posee un breve pasado y un amplio futuro, y esta al revés. La vida en
los años de la vejez se asemeja al quinto acto de una tragedia: se sabe que un
desenlace trágico se avecina, pero aún no se sabe cómo será. Ciertamente,
cuando se es mayor, ya solo se tiene la muerte ante sí; pero cuando se es
joven, se tiene la vida por delante y uno se pregunta, en último término, cuál
de las dos cosas será más preocupante y si, visto en general, no será la vida
algo que es mejor tener a nuestras espaldas que delante de nosotros.
7
uno
llega a conocerse y comprenderse incluso a sí mismo, entender el objetivo y la
meta de su propia vida, solo cuando ya se aproxima el fin, y más aún en lo que
a su relación con el mundo, con los demás, se refiere.
8
La
muerte, que es el verdadero resultado y, por tanto, el objetivo de la vida.
9
Hay
que considerar precisamente el morir como el objetivo moral primordial de la
vida.
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No
hay por qué calificar propiamente la vida humana de larga o corta, puesto que,
en el fondo, es la medida en función de la cual se calculan todos los demás
períodos de tiempo. En las Upanishads de los Vedas, se señalan los 100 años
como la duración natural de la vida del hombre. Pienso que con razón, pues ya
he reparado en que solo aquellos que sobrepasan los 90 años consiguen la
eutanasia, es decir, morir sin enfermedad, también sin apoplejía, sin
convulsiones ni estertores, de cuando en cuando incluso sin palidecer, las más
de las veces sentados, y eso después de haber comido; eso no es tanto morir
cuanto sencillamente dejar de vivir. A cualquier edad más temprana, se muere
únicamente por enfermedad, es decir, antes de tiempo.
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Lo
que se opone a que los hombres lleguen a ser más sabios y prudentes es, entre
otras cosas, la brevedad de la vida. Cada treinta años llega una generación
nueva que no sabe nada y tiene que empezar desde el comienzo.
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Hay
muchos que viven demasiado el presente: son los despreocupados; otros viven
demasiado pendientes del futuro: los asustadizos y preocupados. Pocas veces
encontrará uno la justa medida. Aquellos que, por aspirar y esperar
permanentemente, viven solo en el futuro, miran siempre hacia delante y se
precipitan con impaciencia hacia las cosas que aún están por llegar, como si
únicamente estas trajeran la verdadera dicha.
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Hay
muchos que viven demasiado el presente: son los despreocupados; otros viven
demasiado pendientes del futuro: los asustadizos y preocupados. Pocas veces
encontrará uno la justa medida. Aquellos que, por aspirar y esperar
permanentemente, viven solo en el futuro, miran siempre hacia delante y se precipitan
con impaciencia hacia las cosas que aún están por llegar, como si únicamente
estas trajeran la verdadera dicha, yque nuestro juicio aprueba la victoria del
conocimiento sobre la voluntad.
14
La
vida es un negocio que no cubre los gastos.
15
Hay
una desproporción entre los esfuerzos y las penalidades de la vida y la
utilidad o ganancia de la misma.
16
Se
suele considerar la juventud la época feliz de la vida, mientras que de la
vejez se dice que es la fase triste.
17
En
la vejez se sabe mejor cómo prevenirse de las desgracias; en la juventud cómo
soportarlas.
18
Con
mucho mayor acierto considera Platón (al comienzo de la República) la vejez
como la época feliz, en cuanto que en esta nos hallamos liberados ya del
impulso sexual, que hasta entonces nos altera sin cesar. Incluso podría
afirmarse que los variados e innumerables antojos que el impulso sexual genera
y las afecciones que de ellos resultan producen una constante y suave locura en
el hombre mientras se encuentre bajo la influencia de esta pulsión o este
demonio, del cual se halla siempre poseído, de modo que solo tras la disolución
de dicho impulso se vuelve completamente razonable.
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La
vida del hombre fluye incesante entre el querer y el alcanzar. El deseo es, por
naturaleza, dolor: satisfacer el deseo acarrea de inmediato saturación, la meta
era solo una apariencia, la posesión anula el estímulo; el deseo y la necesidad
vuelven a hacer su aparición, bajo una nueva forma; y si no ocurre así,
entonces aparece la monotonía, el vacío, el tedio, contra los cuales es tan
doloroso luchar como contra la necesidad.
20
La
vida no está ahí propiamente para ser saboreada, sino soportada.
21
Por
tanto, si el carácter de la primera mitad de la vida estriba en la aspiración insatisfecha
a la felicidad, el de la segunda consiste en el miedo a la desgracia. Pues con
ella ha entrado, más o menos claramente, la conciencia de que toda felicidad es
quimérica, mientras que el sufrimiento es real. Entonces, al menos por parte de
los caracteres de mayor raciocinio, se aspira más a una simple ausencia de
dolor y un estado imperturbable que al placer.
22
Solo
hay un error innato y consiste en que creamos que estamos aquí en el mundo para
ser felices.
23
Nadie
es feliz, sino que anhela durante toda su vida una supuesta felicidad, que
raramente alcanza y, cuando lo hace, es solo para verse decepcionado. Por norma
general, al final cada cual llega al puerto haciendo agua y desarbolado. Y
entonces resulta completamente indiferente si fue feliz o infeliz, en una vida
que no fue más que un presente fugaz y que en ese momento llega a su fin.
24
La
vida puede considerarse un sueño y la muerte, el acto de despertar.
25
«Esto
es samsara: el mundo del placer y del deseo, y por tanto, el mundo del
nacimiento, de la enfermedad, del envejecimiento y de la muerte; es el mundo
que no debería ser. Y esta aquí es la población del samsara. ¿Qué podéis
esperar, pues, que sea mejor?». Quisiera prescribir que cada cual se repitiera
esto con consciencia cuatro veces al día.
26
Con
bastante claridad el conjunto de la existencia humana apunta al sufrimiento
como al verdadero rasgo determinante de la misma. La vida está profundamente
arraigada en él y no puede evitarlo: nuestra entrada en ella sucede entre lágrimas,
su desarrollo es en el fondo algo siempre trágico y más aún lo es la salida de
la misma.
27
El
sufrimiento es, efectivamente, el único proceso de purificación mediante el
cual, en la mayoría de los casos, el hombre es salvado, es decir, rescatado de
haberse perdido por el falso camino de la voluntad de vivir.
28
Que
no se piense que la fe cristiana sea adecuada al optimismo; pues, muy al
contrario, en los Evangelios el mundo y el mal se usan prácticamente como
expresiones sinónimas.
29
Mediante
el sufrimiento, el hombre es aleccionado y finalmente salvado, es decir,
liberado de la voluntad de vivir.
30
Ahora
bien, la muerte es, además de todo, la gran oportunidad de dejar de ser yo;
feliz aquel que la aprovecha.
31
La
serenidad y los ánimos de vivir de nuestra juventud se basan en parte en el
hecho de que nosotros, ascendiendo la montaña, no vemos aún la muerte, porque
esta se encuentra al otro lado del pie de la montaña. Pero una vez pasada la
cima, alcanzamos a divisar de veras la muerte, de la que hasta entonces solo
habíamos oído hablar, razón por la cual, puesto que al mismo tiempo empiezan a
disminuir las fuerzas vitales, decaen también los ánimos de vivir, de modo que
entonces una sombría seriedad sustituye la alegría desbordante juvenil y se
refleja asimismo en el rostro.
32
La
vida de la mayoría es solo una lucha permanente por esta pura existencia misma,
con la certeza de que finalmente saldrán derrotados. Empero, lo que los hace
persistir en esta lucha tan esforzada no es tanto el amor a la vida como el
temor a la muerte, que, no obstante, se halla al fondo como algo inevitable y
puede acercarse en cualquier momento. La vida misma es un mar lleno de
acantilados y remolinos, que el hombre evita con sumo cuidado y prevención,
pese a que sabe que incluso cuando logre con todo su esfuerzo y su arte
surcarlo, cada paso que dé lo aproxima más al mayor, al total, inevitable e
insalvable naufragio; es más, se dirige directo a él, a la muerte: he aquí la
meta final de tan esforzada travesía y más grave para el hombre que cuantos
acantilados ha sorteado.
33
Cada
día es una pequeña vida, cada despertar y levantarse un pequeño nacimiento,
cada fresca mañana una pequeña juventud y cada irse a la cama y dormir una pequeña
muerte.
34
El
sabio reconoce durante su vida lo que otros comprenden solo a la hora de la
muerte: es decir, el sabio sabe que toda la vida es muerte.
35
Así,
la muerte aún tiene de bueno que es el fin de la vida y nos consolamos de las
penas de la existencia con la muerte y de la muerte con las penas de la vida.
La verdad es que las dos son inseparables, en cuanto que forman una
equivocación de la que salir es tan difícil como deseable.