TRATADO TEOLÓGICO-POLÍTICO (1670)
Spinoza, en este tratado, de veinte capítulos, dice que
la Biblia no es diferente a otros libros de los pueblos de la Antigüedad donde
se expone su mitología. Defiende la libertad de expresión, la separación de la
religión de los poderes públicos. Habla de la filosofía y la religión como dos
formas del conocimiento que se complementa, pero ninguna está por encima de la
otra. Escribe sobre las funciones del estado, y toma las ideas de Hobbes sobre
ese tema. Está de acuerdo con Martín Lutero en lo referente a la lectura e
interpretación de la Biblia: cada uno puede hacerlo sin la asesoría de una
autoridad religiosa.
Los milagros son fenómenos naturales sobre los cuales
no tenemos todavía una explicación, pero las tendrán dentro de los parámetros
del raciocinio. El lenguaje de la Biblia es metafórico. Los profetas hacían sus
vaticinios de acuerdo a su temperamento. Duda de la autoría de algunos libros
de la Biblia, haciendo un riguroso examen hermenéutico de los textos. Habla de
que en algunos libros se hablan de acontecimientos, de los cuales el autor no
pudo tener conocimiento por razones cronológicas.
1
Si los hombres pudieran conducir todos sus asuntos según
un criterio firme, o si la fortuna les fuera siempre favorable, nunca serían
víctimas de la superstición.
2
Me ha sorprendido muchas veces que hombres que se
glorían de profesar la religión cristiana, es decir, el amor, la alegría, la
paz, la continencia y la fidelidad a todos, se atacaran unos a otros con tal
malevolencia y se odiaran a diario con tal crueldad, que se conoce mejor su fe
por estos últimos sentimientos que por los primeros.
3
DE LA PROFECÍA:
I.
La
profecía o revelación es el conocimiento cierto de una cosa, revelado por Dios
a los hombres. Y profeta es aquel que interpreta las cosas, por Dios reveladas,
a aquellos que no pueden alcanzar un conocimiento cierto de ellas, sino que
solo pueden aceptarlas por simple fe.
II.
En
cuanto a las palabras del Decálogo, hay algunos judíos que opinan que no fueron pronunciadas por Dios, sino que los israelitas sólo escucharon un ruido,
que, por supuesto, no profirió palabra alguna, y que, mientras duró ese ruido,
percibieron con la pura mente los preceptos del Decálogo.
III.
El
espíritu de Dios, espíritu de Jehová, no significa, en algunos lugares, sino un
viento muy fuerte, muy seco y fatal. Por ejemplo, en Isaías, 40,7: el viento de
Jehová sopló sobre él, es decir, un viento muy seco y fatal; y en Génesis, 1,2:
y el viento de Dios (o un viento fortísimo) se movía sobre las aguas.
Significa, además, gran ánimo, y así el ánimo de Gedeón y de Sansón se denomina
en las Sagradas Escrituras espíritu de Dios.
IV.
Podemos
afirmar sin escrúpulos que los profetas no han percibido las revelaciones de Dios,
sino en virtud de su imaginación, es decir, mediante palabras o imágenes, reales
o imaginarias.
V.
Los
profetas percibieron y enseñaron casi todas las cosas en forma de parábolas y
en términos enigmáticos, y por qué expresaron todas las cosas espirituales
corporalmente: porque todo ello está en perfecta consonancia con la naturaleza
de la imaginación. No nos sorprenderá, por tanto, que la Escritura o los
profetas hablen tan impropia oscuramente acerca del espíritu o mente de Dios.
VI.
Como
la imaginación es vaga e inconstante, la profecía no permanecía largo tiempo en
los profetas ni era frecuente, sino sumamente rara, es decir, que se daba en
muy pocos hombres e, incluso en estos, muy raras veces.
4
DE LOS PROFETAS:
I.
Mostraré
que las profecías han variado, no sólo según la imaginación y el temperamento
corporal de cada profeta, sino también según las opiniones de que habían estado
imbuidos, y que, por tanto, la profecía nunca hizo más doctos a los profetas,
como enseguida explicaré con más detalle. Pero antes hay que tratar de la certeza
de los profetas.
II.
Si
nos fijamos ahora en las revelaciones de Moisés, comprobaremos que fueron
adaptadas a sus opiniones. Y así, como creía que la naturaleza de Dios era
susceptible de las condiciones antes señaladas, a saber, la misericordia, la
benignidad, etc., Dios se le reveló de acuerdo con esta opinión suya y bajo
estos atributos (ver Éxodo, 34,6-7, donde se cuenta de qué forma se apareció
Dios a Moisés, y vv. 4-5 relativos al Decálogo). Se nos dice, por otra parte
(Éxodo 33, 18), que Moisés pidió a Dios que le permitiera verle; pero, como
Moisés no había formado (como ya he dicho) en su cerebro ninguna imagen de
Dios, y Dios tan sólo se revela a los profetas (como también he probado) según
la disposición de sus imaginaciones, Dios no se le apareció bajo ninguna
imagen.
III Las profecías o representaciones variaban según las
opiniones adoptadas por los profetas, y que estos abrazaron opiniones distintas
e incluso contrarias, así como prejuicios diversos (me refiero a las cosas
puramente especulativas, ya que, en lo que concierne a la honradez y a las
buenas costumbres, hay que pensar de modo muy distinto).
5
De la vocación de los hebreos
y de sí el don profético fue peculiar de los hebreos.
I.
La
verdadera felicidad y beatitud de cada individuo consiste exclusivamente en la
fruición del bien y no en la gloria de ser uno solo, con exclusión de los
demás, el que goza del mismo.
II.
La
verdadera felicidad y beatitud del hombre consiste únicamente en la sabiduría y
en el conocimiento de la verdad y no, en absoluto, en ser más sabio que los
demás o en que éstos carezcan del verdadero conocimiento; puesto que esto no
aumenta en nada su sabiduría, es decir, su felicidad.
III.
El
poder de todas las cosas naturales no es más que el mismo poder de Dios.
6
PONER LA OTRA MEJILLA.
“Cuando alguien te
golpea en la mejilla derecha, preséntale también la otra”. Si Cristo
prescribiera esto como un legislador a los jueces, hubiera destruido con este
precepto la ley de Moisés, siendo así que advierte claramente lo contrario.
Hay que ver, por tanto, quién
dijo eso, a quiénes y en qué momento. Lo dijo Cristo, el cual no establecía leyes cual un legislador, sino que enseñaba doctrinas como un doctor; puesto
que (como hemos expuesto antes) no quiso
corregir tanto las acciones externas, cuanto la disposición de ánimo. Por otra
parte, esto lo dijo a hombres oprimidos, que vivían en un Estado corrompido, en
el que la justicia estaba totalmente descuidada y cuya ruina veía inminente.
En un estado justo, una
persona que ha sufrido un daño no debe tomar la justicia en sus propias manos
ni está obligada a "poner la otra mejilla". En su lugar, la
obligación es denunciar las injurias a un juez, no por venganza, sino con la
intención de ser justo.
7
SEPARACIÓN DEL ESTADO DE LA
RELIGIÓN
Es muy pernicioso, tanto para
la religión como para el Estado, otorgar a los sagrados
ministros algún derecho de
legislar o de administrar los asuntos del Estado.
8
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
He demostrado: 1.º) que es imposible quitar a
los hombres la libertad de decir lo que piensan; 2.º) que esta libertad puede
ser concedida a cada uno, sin perjuicio del derecho y donde la autoridad de las
potestades supremas, y que cada uno la pueda conservar, sin menoscabo de dicho
derecho, con tal que no tome de ahí licencia para introducir, como derecho,
algo nuevo en el Estado o para hacer algo en contra de las leyes establecidas;
3.º) que cada uno puede gozar de la misma libertad, dejando a salvo la paz del
Estado, y que no surge de ahí ningún inconveniente que no pueda ser fácilmente
reprimido; 4.º) que cada uno puede tener esa misma libertad, sin perjuicio
tampoco para la piedad; 5.º) que las leyes que se dictan sobre temas
especulativos son inútiles del todo; 6.º) y finalmente, que esta libertad no
solo puede ser concedida sin perjuicio para la paz del Estado, la piedad y el
derecho de las supremas potestades, sino que debe ser concedida para que todo
esto sea conservado.