FILOSOFÍA

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sábado, 5 de abril de 2025

EL DESDOBLAMIENTO DE LOS MÉDICOS NAZIS

 

EL DESDOBLAMIENTO Y LOS MÉDICOS NAZIS

Robert Jay Lifton

 

Para estudiar la conducta de los médicos nazis deberemos comenzar clarificando los principios generales de una psicología del genocidio. Para ello convendrá prestar atención al mecanismo del desdoblamiento, el artificio psicológico que indujo a los médicos a participar en el mal. Luego deberemos identificar también aquellas tendencias -potenciadas e incluso exigidas en Auschwitz- que facilitaban el desdoblamiento.

Esta investigación tiene dos objetivos fundamentales, proporcionarnos una nueva perpectiva sobre las motivaciones y las acciones de los médicos nazis en particular -y de los nazis en general- y arrojar algo de luz sobre la conducta humana y sobre la forma en que el ser humano acomete -de manera individual o colectiva, deliberada o inconscientemente- actividades malvadas y destructivas.

Estos dos objetivos, sin embargo, no son tan diferentes como parecen a simple vista. De estemodo, si llegamos a alguna conclusión psicológica o moral con respecto a las características propias del asesino de masas nazi nos veremos obligados a deducir de ellas principios de aplicación más universal, principios que aluden al extraordinario peligro y potencial de

autoaniquilación que amenaza actualmente a la humanidad.

El principio psicológico fundamental para comprender la actuación de los médicos nazis en Auschwitz descansa en el denominado «desdoblamiento», la división del Yo en dos totalidades independientes, cada una de las cuales tiene la suficiente autonomía como para funcionar como un Yo completo. Este mecanismo es el  que permitió a los médicos de Auschwitz no sólo asesinar y ser cómplice en multitud de asesinatos sino también mantener una estructura egoica (o un proceso egoico) que pusiera a todos los aspectos de su conducta al servicio de ese proyecto maligno.

El desdoblamiento fue, por tanto, el vehículo psicológico que permitió a los fáusticos médicos nazis establecer un pacto con su entorno diabólico que les otorgaba el privilegio psicológico y material de una adaptación privilegiada (y, más allá de los muros de Auschwitz, la posibilidad de convertirse en el cerebro y el instrumento de un proyecto universal de renovación racial por medio del crimen y el asesinato de masas) a cambio de su participación en el holocausto.

Somos los únicos responsables morales de los pactos fáusticos que establezcamos, tengan éstos lugar de manera consciente o inconsciente. Nuestra investigación sobre el desdoblamiento nos permitirá comprender también la raíz del mal. Para el médico de Auschwitz el desdoblamiento era probablemente una forma de elegir el mal.

Hablando en términos generales el fenómeno del desdoblamiento presenta cinco características fundamentales.

 

En primer lugar, supone una relación dialéctica entre dos Yos autónomos y, sin embargo, vinculados entre sí. Por una parte, el médico de Auschwitz necesitaba el Yo de Auschwitz para poder seguir funcionando en un entorno tan contrapuesto a sus estándares morales anteriores. Al mismo tiempo, sin embargo, también necesitaba su Yo anterior para poder seguir considerándose como un ser humano, como un padre y como un esposo. En esas condiciones el Yo de Auschwitz debía ser autónomo pero tenía que estar, al mismo tiempo, relacionado con el Yo original del que se había desgajado.

En segundo lugar, el desdoblamiento sigue un modelo holístico. El Yo de Auschwitz pudo «triunfar» porque era inclusivo y permitía conectar con el entorno de Auschwitz, dando sentido y coherencia a diversos aspectos y mecanismos sobre los que volveremos más adelante.

En tercer lugar, el desdoblamiento encierra también una dimensión vida/muerte. Así, para el agresor el Yo de Auschwitz constituía una forma de supervivencia psicológica en un entorno dominado por la muerte. Se trataba de un «Yo asesino» construido en aras de la salud y la supervivencia.

En cuarto lugar, una de las funciones principales del desdoblamiento es la de escapar al sentimiento de culpa ya que ese segundo Yo es el que se encarga de llevar a cabo el «trabajo sucio».

En quinto y último lugar el desdoblamiento supone una dimensión inconsciente -ya que tiene lugar, como hemos dicho, sin nuestro conocimiento- y un cambio significativo en nuestro horizonte moral.

El segundo de los rasgos que acabamos de describir -su inclusividad- diferencia al desdoblamiento del mecanismo psiconalítico tradicional de la «división». Este último mecanismo, al que se le han asignado significados levemente diferentes, suele referirse a un secuestro de una parte del Yo para que ese elemento «escindido» deje de responder al entorno (como ocurre, por ejemplo, en lo que yo denomino «insensiblidad psicológica») o pueda entrar, de algún modo, en conflicto con el resto de su personalidad. En este sentido la división se asemeja a lo que Pierre Janet -contemporáneo de Freud en el siglo diecinueve- denominaba «disociación». El mismo Freud tendía a equiparar ambos términos. Sin embargo, en lo que respecta a las formas de adaptación más estables y duraderas del Yo no podemos todavía explicar la autonomía de ese «fragmento» desgajado del Yo o, como ha dicho un comentarista perspicaz, «¿qué es lo que se escinde en la división?».

Así pues, la «división», o «disociación», pueden explicarnos algo sobre la supresión de sentimientos y la insensibilidad psicológica de la que hicieron gala los médicos nazis en su participación en el holocausto. Pero para comprender cabalmente su implicación rutinaria -año tras año- en los crímenes deberemos encontrar un principio explicativo que tenga en cuenta la totalidad funcional de su Yo. (El mismo principio que se aplica a las perturbaciones psiquiátricas duraderas). En este sentido, mi énfasis en el mecanismo del desdoblamiento coincide con el creciente interés que despiertan actualmente las funciones holísticas del Yo.

El desdoblamiento forma parte del potencial universal de lo que William James -aludiendo a la existencia de tendencias opuestas del Yo - denominaba «yo dividido». James cita, en este sentido, el desesperado grito«¡Homo duplex, homo duplex!» con el que el escritor francés del siglo diecinueve, Alphonse Daudet trataba de trasmitir su propia «escisión» cuando -al enterarse de la muerte de su hermano Henri- su «primer Yo sollozaba» mientras el «segundo» permanecía in diferente como si se tratara de una obra de teatro.Así pues, tanto para Daudet como para James el mecanismo del desdoblamiento es patrimonio de todo ser humano y suele desencadenarse en situaciones extremas, vinculadas, por lo general, a la muerte.

Pero como ejemplifica el caso de los médicos nazis, en ciertas ocasiones este «Yo opuesto» puede llegar a estar peligrosamente fuera de control. Según Otto Rank -que se ocupó detenidamente de estudiar la presencia del «doble» en la literatura y el folklore- ese Yo opuesto puede apoderarse lentamente de la personalidad, terminar suplantando al Yo original e incluso «hablar» en nombre de toda la persona. En opinión de Rank, este Yo opuesto -en realidad nuestra capacidad para el mal forma parte consustancial del psiquismo humano, ya que la pérdida de la sombra, del alma o del «doble» significa la muerte.

En términos psicológicos podríamos decir que el potencial adaptativo que hace posible el desdoblamiento es inherente al psiquismo humano y puede servir tanto para salvar la vida de un soldado en combate como la de una víctima de la barbarie de Auchswitz. Para poder sobrevivir en situaciones tan extremas el sujeto debe sufrir algún tipo de desdoblamiento. Obviamente, la función de este «Yo adverso» es la de potenciar la vida pero en ciertas condiciones puede fomentar una entrega incondicional al mal.

La situación de los médicos nazis me recuerda uno de los ejemplos de Rank (tomado de la película alemana de 1913 El estudiante de Praga). En esa película un estudiante, campeón de esgrima, acepta la oferta que le hace un mago negro de proporcionarle todo tipo de riquezas y la oportunidad de casarse con la mujer a la que ama a cambio de cierto objeto de su habitación, la imagen en el espejo del estudiante -una representación habitual del doble. Esta imagen termina utilizando los conocimientos de esgrima del estudiante para matar en duelo a un pretendiente de su amada (a pesar de que el estudiante -el yo original- había prometido al padre de aquélla que ja más le desafiaría en duelo). Esta variante de la leyenda de Fausto sigue idénticos lineamientos que el «pacto» entre los médicos nazis y el régimen de Auschwitz. Para ejercer en Auschwitz utilizaban el Yo oponente, un Yo que violaba sus normas morales anteriores aprovechando sus conocimientos técnicos sin encontrar la menor resistencia.

Rank subrayó que el simbolismo de la muerte del doble constituye un «síntoma de la desintegración de la personalidad moderna» que conduce a la necesidad de «autoperpetuarse en la propia imagen»,lo que podríamos llamar una forma literal de inmortalidad opuesta a una forma simbólica de inmortalidad que tratade «perpetuar el Yo en las obras que reflejan la personalidad de su autor». Para Rank, el mito de Narciso, por ejemplo, nos advierte del peligro de una concepción literal de la inmortalidad y de la necesidad de potenciar la concepción simbólica (encarnada por el «héroe-artista»). Pero el movimiento nazi animaba a su supuesto artista-héroe, el médico, a que permaneciera, al igual que Narciso, esclavo de su propio reflejo. No podemos, en este punto, dejar de recordar a Joseph Mengele -paradigma de todos los médicos de Auschwitz- y su búsqueda narcisista del poder absoluto.

Pero el mecanismo del desdoblamiento que permitía a los médicos nazis eludir el sentimiento de culpa no tenía lugar mediante una eliminación de la conciencia sino con lo que podríamos denominar, más acertadamente, una transferencia de conciencia. De este modo, los requerimientos morales eran transferidos al Yo de Auschwitz que operaba con sus propios criterios morales (el deber, la lealtad hacia el grupo, la «me jora» de las condiciones del campo de exterminio, etcétera) liberando así al Yo original de toda responsabilidad por sus acciones. Rank también habla de la culpa «que obliga al héroe a no seguir asumiendo la responsibilidad de ciertas acciones de su ego atribuyéndolas a otro ego, a un doble personificado por el mismo diablo o que es el fruto de un pacto diábolico», es decir, del pacto fáustico de los médicos nazis mencionado anteriormente. Según Rank, el factor que desencadena la transferencia es «un poderoso sentimiento de culpa» pero en la mayoría de los médicos nazis, el mecanismo del desdoblamiento parecía bloquear este sentimiento de culpa antes de que creciera y alcanzase la conciencia.

Existe una relación inevitable entre la culpa y la muerte. Rank equipara al Yo opuesto con una «forma del mal que representa el aspecto perecedero y mortal de la personalidad».El doble es igual al mal porque personifica nuestra propia muerte. De la misma manera, el Yo de los médicos de Auschwitz asumía las consecuencias de su propia muerte pero sin embargo seguía proyectando al mal para no tomar conciencia de su «aspecto perecedero y mortal», para hacer el «trabajo sucio» de todo el Yo y convertir ese trabajo en algo «apropiado» y proteger, de ese modo, al resto de su personalidad de tomar conciencia de su propia muerte y de su propia culpabilidad.

En el desdoblamiento, una parte del Yo «rechaza» a otra. Pero lo que se repudia no es la realidad misma -ya que el médico nazi era consciente de lo que hacía el Yo de Auschtwiz sino el significado de esa realidad. El médico nazi era consciente de sus decisiones pero no las interpretaba como un asesinato. Así pues, esta negación tenía dos facetas, por una parte, la distorsión que el Yo de Auschtwiz hacía del significado del asesinato y, por la otra, la desvinculación del Yo original de todas las acciones llevadas a cabo por el Yo de Auschwitz. Así pues, desde el mismo momento de su aparición, el Yo de Auschwitz atentaba contra la imagen que tenían los médicos de sí mismos y requería, por tanto, una represión continua. Ese rechazo, sin embargo, era la sangre misma del Yo de Auschwitz.

El desdoblamiento, la división y el mal.

El desdoblamiento es un proceso psicológico activo, una forma de adaptación a situaciones extremas. Es por ello que utilizo esa expresión en lugar de la de «doble». La adaptación implica la disolución paulatina del «aglutinante psicológico» para evitar el colapso radical del Yo. En Auschwitz, esta pauta fue estableciéndose a lo largo del duro período de adaptación que cada uno de los médicos tuvo que afrontar. Durante ese período el médico nazi experimentaba la ansiedad de su propia muerte y de equivalentes tales como  el miedo a la desintegración, la separación y el éxtasis. Así pues, para mitigar su ansiedad el médico necesitaba del Yo funcional de Auschwitz, un Yo que asumiera el control cotidianamente limitando la manifestación del Yo anterior a algunos mo mentos sueltos y a los contactos esporádicos con la familia y los amigos fuera del campo. De este modo, ninguno de los médicos del campo se sustrajo a esta usurpación sino que la acogieron como única forma de mantenerse psicológicamente a salvo. La única alternativa para permanecer en una situación extrema es el desdoblamiento.

Aunque el desdoblamiento no tiene porque suponer necesariamente una disociación radical y sostenida como la que aqueja a los casos de «personalidad dual» o «personalidad múltiple», lo cierto es que en un estadio posterior ambos Yos tienden a separarse cada vez más profundamente, a ignorarse mutuamente e incluso a considerar al otro Yo como un extraño. La patología conocida con el nombre de personalidad doble -o personalidad múltiple- por su parte, comienza en la primera infancia y persiste de forma más o menos ininterrumpida durante toda la vida. Los factores etiológicos causantes de la personalidad múltiple son los traumas psíquicos o físicos intensos, el clima de extrema ambivalencia afectiva, y los conflictos y confusiones de las identificaciones son, a su vez, elementos intrumentales en el caso del desdoblamiento. Resulta también relevante en ambos casos el principio de Janet de que «una vez bautizado» -es decir, una vez nombrado y confirmado por una autoridad- un Yo determinado tiende a manifestarse de manera más clara y definida. En este sentido, aunque el Yo de Auschwitz jamás podía llegar a ser tan estable como un Yo de un caso de personalidad múltiple tuvo que sufrir, sin embargo, un bautismo similar en el momento en que los médicos nazis tomaron sus prime ras decisiones.

Un autor contemporáneo ha utilizado la metáfora del árbol para tratar de determinar la profundidad de la «escisión» en los casos de esquizofrenia y personalidad múltiple, una alegoría que también es aplicable al mecanismo del desdoblamiento. Desde esta perspectiva, la quiebra del Yo que tiene lugar en la esquizofrenia «es similar al resquebrajamien to de un árbol que se ha podrido casi por completo desde la médula hasta las raíces». En los casos de personalidad múltiple, no obstante, este resquebrajamiento es más concreto y limitado, como ocurre, por ejemplo, «en el caso de un árbol muy robusto que sólo tiene descompuesta la parte superior del tronco». En lo que respecta al desdoblamiento, por su parte, el problema afecta al nivel más elevado de un árbol cuyas raíces, cuyo tronco y cuyas ramas no habían experimentado previamente daño alguno. En este caso, una de las dos ramas que se han visto obligadas a separarse se va descomponiendo gradualmente mientras que la otra sigue creciendo normalmente hasta el momento en que las condiciones externas permitennuevamente la reunión.

Por otra parte, no creemos que el desdoblamiento de los médicos nazis constituyera «un desorden de carácter» antisocial en el sentido clásico del término ya que dicho proceso tendía a ser más una forma de adaptación que una pauta definitiva. A pesar de ello, sin embargo, el desdoblamiento presenta ciertos rasgos característicos del deterioro «sociopático» del carácter como los desórdenes emocionales (que fluctúan entre la indiferencia y el odio), el rechazo patológico de la sensación de culpa y el uso de la violencia para superar la «depresión encubierta» (relacionada con la represión de la culpa y la indiferencia) y poder seguir manteniendo una sensación de vitalidad. En ambos casos, además, la conducta destructiva -e incluso criminal- puede estar encubriendo el temor a la desintegración del Yo.

Los desórdenes propios del fenómeno del desdoblamiento son más puntuales, transitorios y ligados a una estructura institucionalizada mayor que no sólo los alienta sino que, en ocasiones, puede llegar a exigirlos. En este sentido, la conducta de los médicos nazis se parece a la de algunos terroristas, miembros de la Mafia, «escuadrones de la muerte» organizados por los dictadores y de determinadas bandas delictivas. En todas estos casos existen profundos vínculos ideológicos, familares, étnicos y, en ocasiones, generacionales que contribuyen a modelar la conducta criminal.

 El desdoblamiento constituye, pues, el mecanismo psicológico más importante que permite al individuo seguir viviendo en una subcultura criminal como ocurre, por ejemplo, en el caso de un jefe de la Mafia o de un jefe de los «escuadrones de la muerte» que ordena fríamente (o perpetra él mismo) un asesinato mientras sigue desempeñando el papel de esposo, padre y católico ejemplar.

El desdoblamiento es, pues, un mecanismo adaptativo que permite subsistir en las condiciones extremas propias de una subcultura. Pero no debemos olvidar tampoco la existencia de factores adicionales, algunos de los cuales se remontan a la temprana infancia, que contribuyen positivamente al desarrollo del proceso.Ese fue el caso de los médicos nazis.

Añadamos, para concluir, que el desdoblamiento es el me canismo psicológico que nos permite invocar la maldad potencial que existe en nuestro Yo. El mal no es inherente ni ajeno al ego. Es por ello que poner fin al desdoblamiento o potenciarlo es una elección moral de la que uno es responsable cualquiera sea su nivel de conciencia.Así pues, al acceder al desdoblamiento -uno de los factores que nos permiten explicar la maldad humana- los médicos nazis eligieron fáusticamente el mal.

martes, 1 de abril de 2025

ENCUENTRO CON LA SOMBRA

 

 

 

 

 

1991

ENCUENTRO CON LA SOMBRA.

ERMG


DEL PRÓLOGO

1

 Cada uno de nosotros lleva consigo un Dr. Jekyll y un Mr. Hyde, una persona afable y una entidad tenebrosa.

2

 Bajo la máscara del Yo consciente se ocultan todo tipo de emociones y conductas negativas: rabia, celos, resentimiento, codicia, lujuria, mentira, tendencias asesinas y suicidas... Este territorio inexplorado de nosotros mismos es conocido en psicología como la sombra personal.

3

Todo el mundo tiene una sombra, contrapartida de su ego. Una sombra que comienza ya a desarrollarse en la infancia, a través de la educación, cuando negamos la parte oscura de nosotros mismos y finjimos identificarnos con nuestros ideales; una sombra que permanece siempre al acecho y que emerge con fuerza en cualquier momento.

Así, por ejemplo, cuando sentimos un inexplicable sentimiento de antipatía hacia alguien, o cuando descubrimos un rasgo inaceptable en nosotros mismos, o cuando repentinamente nos invade el odio, la envidia, la vergüenza.

4

Encontrar la propia sombra, enfrentarse con ella, aprovechar su poderosa energía, todo ello pertenece a la autorrealización más profunda del ser humano. Ya dijo Jung que uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad.

5

Encuentro con la sombra ofrece una visión panorámica del lado oscuro de la naturaleza humana, tal y como surge de las relaciones, en el trabajo, en la familia, en la sexualidad, en la política, en la terapia, en el crecimiento personal...

6

Encuentro con la sombra nos enseña a alcanzar una genuina auto-aceptación, a aprovechar las emociones negativas, a superar la culpa, a reconocer nuestras "proyecciones", a usar diversas actividades -tales como la escritura, el dibujo, los sueños- para recuperar la parte rechazada de nosotros mismos. Porque en la oscuridad de la sombra está también nuestra plenitud.

FRASES Y PÁRRAFOS

1

En 1886 -más de una década antes de que Freud se zambullera en las profundidades de la mente humana- Robert Louis Stevenson tuvo un sueño muy revelador en el que un hombre perseguido por haber cometido un crimen ingiere una pócima y sufre un cambio drástico de personalidad que le hace irreconocible. De esta manera, el Dr. Jekyll, un amable y esforzado científico, termina transformándose en el violento y despiadado Mr. Hyde, un personaje cuya maldad iba en aumento a medida que se desarrollaba el sueño. Stevenson utilizó la materia prima de este sueño como argumento para escribir su hoy famoso El Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

2

La sombra personal se desarrolla en todos nosotros de manera natural durante la infancia. Cuando nos identificamos con determinados rasgos ideales de nuestra personalidad -como la buena educación y la generosidad, por ejemplo, cualidades que, por otra parte, son reforzadas sistemáticamente por el entorno que nos rodea- vamos configurando lo que W. Brugh Joy llama el Yo de las Resoluciones de Año Nuevo.

No obstante, al mismo tiempo, vamos desterrando también a la sombra aquellas otras cualidades que no se adecuan a nuestra imagen ideal -como la grosería y el egoísmo, por ejemplo -. De esta manera, el ego y la sombra se van edificando simultáneamente, alimentándose, por así decirlo, de la misma experiencia vital.

3

Nosotros no podemos percibir directamente el dominio oculto de la sombra ya que ésta, por su misma naturaleza, resulta difícil de aprehender. La sombra es peligrosa e inquietante y parece huir de la luz de la conciencia como si ésta constituyera una amenaza para su vida.

4

Pero aunque no podamos contemplarla directamente la sombra aparece continuamente en nuestra vida cotidiana y podemos descubrirla en el humor (en los chistes sucios o en las payasadas, por ejemplo) que expresan nuestras emocio nes más ocultas, más bajas o más temidas. Cuando algo nos resulta muy divertido -el resbalón sobre una piel de plátano o el descubrimiento de un tabú corporal-, también nos hallamos en presencia de la sombra. Según John A. Sanford, la sombra suele ser la que ríe y se divierte, por ello es muy pro bable que quienes carezcan de sentido del humor tengan una sombra muy reprimida.

5

En los dinteles de piedra del hoy derruido templo de Apolo en Delfos -construido sobre una de las laderas del monte Parnaso- los sacerdotes grabaron dos inscripciones, dos preceptos, que han terminado siendo muy fa mosos y siguen conservando en la actualidad todo su sentido. En el primero de ellos, «Conócete a t i mismo», los sacerdotes del dios de la luz aconsejaban algo que nos in cumbe muy directamente: conócelo todo sobre ti mismo, lo cual podría traducirse como conoce especialmente tu lado oscuro.

6

La segunda inscripción cincelada en Delfos, «Nada en exceso», es, si cabe, todavía más pertinente a nuestro caso. Según E. R. Dodds, se trata de una máxima por la que sólo puede regirse quien conoce a fondo su lujuria, su orgullo, su rabia, su gula -todos sus vicios en definitiva - ya que sólo quien ha comprendido y aceptado sus propios límites puede decidir ordenar y humanizar sus acciones.

7

Según el novelista Tom Robbins «descubrir la sombra nos permite estar en el lugar correcto del modocorrecto». Cuando mantenemos una relación correcta con la sombra el inconsciente deja de ser un monstruo diabólico ya que, como señalaba Jung, «la sombra sólo resulta peligrosa cuando no le prestamos la debida atención».

8

En 1945 Jung definió a la sombra como lo que una persona no desea ser. «Uno no se ilumina imaginando figuras de luz -afirmó- sino haciendo consciente la oscuridad, un procedimiento, no obstante, trabajoso y, por tanto, impopular».

9

 LA SOMBRA EN LA HISTORIA Y LA LITERATURA

(Anthony Stevens)

A lo largo de la historia de la cristiandad el miedo a «caer» en la iniquidad se ha expresado como temor a «ser poseído» por los poderes de la oscuridad. Los cuentos de vampiros y de hombres lobo -que posiblemente han acompañado a la historia de la humanidad desde tiempos ancestrales y cuya

versión más reciente es el Conde Drácula de Bram Stoker despiertan, al mismo tiempo, nuestra

fascinación y nuestro horror.

Quizás el ejemplo más famoso de posesión nos lo pro porcione la leyenda de Fausto quien, hastiado de llevar una virtuosa existencia académica, termina sellando un pacto con el mismo diablo. Hasta ese momento Fausto se había consagrado a una búsqueda denodada del conocimiento que terminó conduciéndole a un desarrollo unilateral de los aspectos intelectuales de su personalidad -con la consiguiente represión y «destierro» al inconsciente de gran parte del potencial de su Yo. Como sucede habitualmente en tales casos la energía psíquica reprimida no tardó en reclamar su atención.

Desafortunadamente, sin embargo, Fausto no entabló un diálogo con las figuras que emergen de su inconsciente ni se ocupó de llevar a cabo un paciente autoanálisis que le permitiera asimilar la sombra, sino que se abandonó, «cayó» y «terminó siendo poseído».

El problema es que Fausto creía que la solución a sus dificultades consistía en «más de lo mismo» -es decir, adquirir todavía más conocimiento - con lo cual no hizo más que perseverar obstinadamente en el viejo patrón neurótico. Cuando Fausto «personificó» a la sombra quedó fascinado por su numinosidad y, como sucedió también en el caso del Dr Jekyll -otro intelectual aquejado de un problema similar sacrificó a su ego y sucumbió al hechizo de la sombra. A consecuencia de este error ambos cayeron en una situación temida por todos: Fausto terminó convirtiéndose en un bebedor y un libertino y Jekyll se transformó en el monstruoso Mr. Hyde. En cierto sentido, la atracción que ejercen las figuras de Fausto y Mefisto -o de Jekyll y Hyde- dimana del hecho de que ambos encarnan un problema arquetípico y asumen la empresa heroica de llevar a cabo algo que el resto de los seres humanos eludimos constantemente. Nosotros, como Dorian Gray, optamos por mantener ocultas nuestras cualidades negativas -en la esperanza de que nadie descubrirá su existencia- mientras mostramos un rostro inocente al mundo (la persona); creemos que es posible vencer a la sombra, despojarnos de la ambigüedad moral, expiar el pecado de Adán y -de nuevo Uno con Dios retornar al Jardín del Paraíso. Por ello inventamos Utopías, Eldorados o Shangrilas -lugares en los que la maldad es desconocida- por ello nos consola mos con la fábula marxista o rousseauniana de que el mal no se aloja en nuestro interior sino que es fruto de una sociedad «corrupta» que nos mantiene encadenados y que basta con cambiar a la sociedad para erradicar el mal definitivamente de la faz de la Tierra.

La historia de Jekyll y de Fausto -al igual que el relato bíblico del pecado de Adán- son alegorías con moraleja que nos recuerdan la persistente realidad del mal y nos mantienen ligados a la tierra.

Se trata de tres versiones diferentes del mismo tema arquetípico: un hombre, hastiado de su vida, decide ignorar las prohibiciones del superego, liberar a la sombra, encontrar el anima, «conocerla» y vivir. Las tres, sin embargo, van demasiado lejos y cometen el pecado de hubris con lo cual terminan condenándose inexorablemente a nemesis. «El precio del pecado es la muerte».

La ansiedad que conllevan todas estas historias no es tanto el temor a ser descubiertos como a que el aspecto oscuro escape de nuestro control. Todos los relatos de ciencia ficción -cuyo prototipo hay que buscarlo en el Frankenstein de Mary Shelley- pretenden despertar el desasosiego del lector. En El Malestar de la Cultura, Freud ilustra claramente su profunda comprensión de este problema. Sin embargo, la época y las circunstancias vitales que le rodearon -clase media vie nesa de fines del siglo XIX- le llevaron finalmente a concluir que la tan temida maldad -reprimida tanto por los hombres como por las mujeres- era de naturaleza estrictamente sexual. Su sistemático análisis de este aspecto de la sombra y el simultáneo declive del poder del superego judeocristiano terminaron expurgando a los demonios eróticos de nuestra cultura y allanaron el camino para que muchos contenidos de la sombra pudieran integrarse en la personalidad total del ser humano sin exigir a cambio el tributo del sentimiento de culpabilidad que tanto había afligido a las generaciones anteriores. Este excepcional ejemplo colectivo ilustra claramente el valor terapéutico que Jung atribuía al proceso analítico de reconocimiento e integración de los distintos componentes de la sombra.

—Lo peor de la sombra no es el deseo sexual. Es el ansia de poder y destrucción.

—Anthony Storr hace la interesante sugerencia de que esta omisión también pudiera deberse al sentimiento de culpa de Freud respecto de la defección de Alfred Adler que precisamente había abandonado el movimiento psicoanalítico debido a su convicción de que en la etiología de la psicopatología humana el instinto de poder jugaba un papel mucho más importante que el deseo sexual.

—Nuestra época está atravesando un momento crítico de la historia de la humanidad y, si no nos aniquilamos a nosotros mismos y a la mayor parte de las especies de la faz de la tie rra, la ontogenia terminará triunfando sobre la filogenia. Hacer consciente la sombra se ha convertido en nuestro imperativo biológico fundamental.

10

 EL DR. JEKYLL Y MR. HYDE

(John A. Sanford)

—Comencemos comparando las descripciones de Jekyll y Hyde que nos ofrece Stevenson. Jekyll «era un hombre de unos cincuenta años, alto, fornido, de rostro delicado, con una expresión algo astuta, quizás, pero que revelaba inteligencia y bondad». No existe, por tanto, razón alguna para suponer que Jekyll careciera de cualidades positivas. Tan sólo la alusión a su «expresión algo astuta» nos hace sospechar que bajo su apariencia apacible y bondadosa podría ocultarse una personalidad mucho más problemática.

—En otro momento el mismo Jekyll se describe a sí mismo con más detalle diciendo que era un hombre «merecedor del respeto de los mejo res y más sabios de mis semejantes», lo cual confirma que su aparente bondad y amabilidad encubría un deseo desmedido de aprobación social que le llevó a adoptarmuna pose ante la galería o, lo que es lo mismo, que su amabilidad tenía como único objetivo conseguir la aprobación y el respeto de los demás.

Jekyll, sin embargo, también subraya otro rasgo de su personalidad, «una disposición alegre e impaciente» que termina conduciéndole a una búsqueda de ciertos placeres difícil de compaginar con su «imperioso deseo» de gozar de la admiración de los demás, una contradicción que le hizo adoptar «una actitud de continencia desusadamente grave». En otras palabras, su exagerada rigidez era una máscara que cumplía con la función de proteger esa faceta de su personalidad que deseaba mantener oculta y por la que sentía «una vergüenza casi morbosa». En consecuencia, Jekyll escribió: «Oculté mis placeres y... me entregué a una doble vida».

—Jekyll demuestra tener cierto grado de comprensión psicológica. Cuando se da cuenta de la dualidad de su propia naturaleza declara que «el hombre no es verdaderamente uno, sino dos» e incluso aventura la hipótesis -confirmada por los re cientes descubrimientos de la psicología profunda- de que el ser humano es un conglomerado de personalidades diversas. Jekyll advierte que su dualidad es «verdadera» y «primitiva» - es decir, arquetípica- y, por tanto, inseparable de la estructura psicológica fundamental del ser humano.

—Lamentablemente, sin embargo, la profundidad de su comprensión psicológica -que podría haber contribuido a un desarrollo considerable de su conciencia - se ve dificultada, como vere mos más adelante, por un desafortunado error de apreciación.

Stevenson describe a Hyde como un hombre joven, de corta estatura y apariencia perversa que da la impresión de tener algún tipo de deformidad. «No parecía un ser humano sino un monstruo», un ser cuya mera visión despertaba la repugnancia y el rechazo de los demás, un individuo carente del más mínimo asomo de conciencia moral y de sentimiento de culpa que tenía «la misma sensibilidad que un banco de madera» y que parecía incapaz de cualquier tipo de sentimiento humano. La sombra contiene toda la energía reprimida inconsciente, por tanto no debe extrañarnos que Hyde sea descrito como un individuo joven. Es por ello que cuando el individuo toma conciencia de la sombra suele establecer contacto con una fuente de energía renovadora. Por otra parte, su corta estatura y su apariencia deforme indican que la sombra de Jekyll no había salido muy a menudo a la luz del sol y que se había visto obligado -como los árboles que crecen entre rocas a la sombra de otros árboles - a vivir la mayor  parte del tiempo en la oscuridad del inconsciente.

— La ausencia de conciencia moral de Hyde, descrita por Jekyll como «una disolución de los vínculos de todas mis obligaciones», constituye también una característica fundamental de la sombra. Pareciera como si la sombra abandonara los sentimientos y las obligaciones morales en manos del ego y entonces, carente ya de conciencia moral, se entregase a la satisfacción de todo tipo de impulsos prohibidos.

—No obstante, el aspecto más relevante de Edward Hyde proviene del comentario hecho por Jekyll cuando tomó la pócima y se transformó en Hyde por vez primera: «Supe... que era ahora más perverso, diez veces más perverso, un esclavo vendido a mi maldad original». Al comienzo del relato Jekyll nos habla de una cierta «disposición alegre e impaciente», un rasgo de su personalidad que le conduce a una búsqueda del placer que puede llevarle a cometer alguna que otra travesura. Pero una vez que se ha convertido en Hyde descubre que su perversión va mucho más allá de lo que nunca hubiera podido imaginar. Esta descripción nos muestra que la sombra no se asienta tan sólo en los estratos más profundos de la personalidad sino que también hunde sus raíces en un nivel arquetípico tan poderoso que Jekyll llega a decir que Hyde es el único ser humano que conoce la maldad en estado puro. De este modo, las candorosastravesuras de Jekyll pronto terminan convirtiéndose en una actividad realmente diabólica, como lo demuestra el espantoso asesinato del Dr. Carew lle vado a cabo por el simple placer de destruir y hacer el mal. Es esta misma cualidad diabólica arquetípica -que resulta también evidente en todas aquellas situaciones en las que una persona mata a sangre fría a otras sin el menor remordimiento aparente, como el crimen o la guerra- la que nos conmociona, nos fascina y nos arrastra a leer diariamente las horribles noticias que aparecen en las páginas de sucesos del periódico.

En cierta ocasión C. G. Jung dijo que somos lo que hacemos, lo cual puede ayudarnos a comprender mejor la causa del proceso de degradación de Jekyll. Una vez que Jekyll ha tomado -aunque no fuera más que en una sola ocasión- la decisión de ser Hyde, tiende a convertirse en Hyde porque la decisión deliberada de hacer el mal nos torna malvados. Es por ello que la solución al problema de la sombra no consiste en que el ego se identifica con un arquetipo, sino que tiende a ser devorado y poseído por él.

Jekyll albergaba la esperanza de poder convertirse en Hyde a voluntad pero cuando se da cuenta de que se está transformando involuntariamente en Hyde y de que éste comienza a dominarle, parece tomar conciencia del inminente peligro que se cierne sobre él. Entonces la seguridad inicial que le había llevado a afirmar «puedo deshacerme de ese t al Mr. Hyde en el momento en que lo desee» desparece por completo. Esta despreocupación por el mal es patente en el pasaje en el que Jekyll se sienta en un banco y considera que, después de todo, es «un hombre como los demás» y compara su búsqueda comprometida del bien con la «perezosa crueldad» del egoísmo de sus semejantes. Así pues, su indiferencia con respecto al mal y su deseo de escapar a la tensión de su naturaleza dual son los hitos que jalonan el camino que termina conduciéndole a la destrucción.

En ese momento Jekyll toma la firme determinación de romper todo vínculo con Hyde, la parte oculta de su personalidad, llegando incluso a declarar a Utterson: «Te juro por el mismo Dios... te juro por lo más sagrado, que no volveré a verle nunca más. Te doy mi palabra de caballero de que he terminado con Hyde para el resto de mi vida». Jekyll retoma entonces su antigua vida, se convierte en un devoto y se entrega con ahínco a las obras de caridad.

Pero, al parecer su devoción religiosa era puramente formal -y, por tanto, poco sincera y se limitaba a asistir a los oficios religiosos. Su única esperanza era la de que su aspira ción religiosa le protegiera del poder de Hyde, una motivación muy frecuente en personas aparentemente religiosas, especialmente en aquellas confesiones que censuran el pecado, amenazan con el castigo eterno y promueven las buenas obras como único camino hacia la salvación. Este tipo de religio sidad, en el fondo, tiende a atraer a quienes luchan, consciente o inconscientemente, por mantener a la sombra bajo su control.

En el caso de Jekyll, sin embargo, esta tentativa manifiesta su ineficacia ya que, de ese modo, la sombra no desaparece sino que, por el contrario, se acrecienta y pugna, con más fuerza que nunca, por salir a la superficie y adueñarse de la personalidad de Jekyll para poder vivir a su antojo. Todo intento por mantener a la sombra confinada a la oscuridad del psiquismo está abocado al fracaso. De este modo, Stevenson nos recuerda que, si bien ceder a los dictados de la sombra no constituye una respuesta a este problema, tampoco lo es su represión ya que ambas alternativas terminan escindiendo en dos a la personalidad.

Si lo consideramos con más detenimiento, tanto su intención de cortar toda relación con Hyde como su supuesta re ligiosidad nada tienen que ver con la conciencia moral sino más bien con su deseo de supervivencia personal. No son pues motivos espirituales los que le impulsan a tratar de someter a Hyde sino tan sólo el miedo a su propia destrucción. El hecho de que incluso en plena crisis de arrepentimiento no terminara destruyendo las ropas de Hyde ni abandonase su casa en el Soho evidencia claramente que bajo la superficie de su personalidad todavía persistía una atracción no reconocida hacia el mal. Jekyll sólo hubiera podido salvarse del mal si su espíritu se hubiera impregnado de algo mucho más poderoso, pero al ceder al impulso de transformarse en Hyde, Jekyll vació su alma y, de este modo, permitió que el mal tomara posesión de ella.

Su principal error fue el de pretender escapar de la tensión entre los opuestos que se desplegaban en su interior. Como ya hemos visto, el Dr. Jekyll conocía la dualidad que albergaba en su propia naturaleza - era consciente de que dentro de él habitaba otro ser cuyos deseos iban en contra de su necesidad de aprobación social- y estaba dotado, por tanto, de una comprensión psicológica superior a la de la mayoría de sus semejantes. Si hubiera profundizado en esta comprensión hasta el punto de sostener la tensión entre los opuestos su personalidad hubiera podido seguir creciendo hacia la individuación. Sin embargo, Jekyll no fue capaz de sostener esa tensión y eligió tomar una pócima que le permitiera seguir siendo Jekyll y Hyde y disfrutar, al mismo tiempo, de los placeres y ventajas de ambos aspectos de su psiquismo sin tener que padecer, por ello, tensión ni sentimiento de culpa alguno. Jekyll no se sentía responsable de Hyde, por ello declaró en cierta ocasión: «Después de todo el único culpable ha sido Hyde».

Aquí reside la clave para intentar resolver el problema de la sombra. Jekyll cometió el error de querer escapar de la tensión de los opuestos. Si queremos que nuestro propio drama con la sombra concluya felizmente debemos ser capaces de sostener la tensión que Jekyll no pudo soportar. Tanto la represiónde la sombra como la identificación con ella constituyen intentos infructuosos de huir de la tensión de los opuestos, meras tentativas de «aflojar las ataduras» que mantienen unidos los aspectos luminosos y los aspectos oscuros de nuestro psiquismo. Así pues, si bien el intento de escapar al sufrimiento que provoca esta situación puede conducimos al desastre psicológico, el hecho de sostener la tensión de los, opuestos conlleva, en cambio, la posibilidad de contribuir al logro de una mayor integración psicológica.

Sostener la tensión de los opuestos, estar a mitad de camino entre ellos, es un acto difícil de soportar que puede equipararse a la crucifixión, un estado en el que es posible que la gracia de Dios descienda sobre nosotros. El problema de los opuestos no admite una solución racional y jamás podrá resolverse en el nivel del ego pero cuando tomamos conciencia de ello, el Yo -la Imago Dei que habita en nuestro interior- puede favorecer el logro de una síntesis irracional de la personalidad.

Por decirlo de otro modo, cuando soportamos conscien temente la carga de nuestros opuestos, todos los procesos secretos, irracionales y curativos inconscientes coadyuvan en la labor de integración de nuestra personalidad. Este proceso de curación irracional, que supera obstáculos aparentemente infranqueables, tiene una cualidad inconfundiblemente femenina. La mente racional, lógica y masculina es la que declara que opuestos como el ego y la sombra, la luz y la oscuridad jamás podrán integrarse.

Sin embargo, el espíritu fe menino es capaz de alcanzar una síntesis más allá de la ló gica. No es de extrañar, pues, que en el relato de Stevenson las figuras femeninas sean vagas y escasas y que, en las pocas ocasiones en que aparezcan, lo hagan bajo una perspectiva completamente negativa. Todos los personajes significativos del relato son masculinos -Jekyll, Enfield, Utterson, Poole, el experto calígrafo Mr. Guest, el Dr. Lanyon- y la figura femenina parece relegada al papel de mera comparsa. Las únicas figuras femeninas que se mencionan en el relato son el ama de llaves de la casa de Hyde -una mujer de «expre sión maligna temperada por la hipocresía»-, la doncella asustada que «prorrumpió en un gimoteo histérico» la noche en que Utterson se dirigía a casa de Jekyll, la niña atropellada y las mujeres -«salvajes como arpías»- que se congregaban en tomo a Hyde. El mismo Hyde es descrito, la última noche, «llorando como una mujer o un alma en pena». La única alusión positiva a la mujer -o al principio femenino - es la joven que presencia el asesinato del Dr. Carew, pero aún así tampoco pudo evitar desmayarse.

Lo femenino, en suma, apenas si tiene cabida en el rela to de Stevenson y cuando aparece presenta un aspecto frío, débil, inepto, desamparado, etcétera, es decir, incapaz de prestar el menor tipo de ayuda. Sin embargo, el poder de lo fe menino es el único que puede ayudarnos a resolver este pro blema racionalmente insoluble. Psicológicamente hablando podríamos decir que cuando se rechaza la conciencia psicológica -como hizo Jekyll- nuestra parte femenina, nuestra alma, se debilita, languidece y cae en un estado de postración profunda, lo cual es una verdadera tragedia.

Convendría también dedicar unas pálabras a la figura de Mr. Utterson ya que su retrato testimonia de manera manifiesta la notable habilidad narrativa de Stevenson. Tengamos en cuenta que, si bien la mayor parte del relato nos llega a tra vés de los ojos y las vivencias de Mr. Utterson, Stevenson desdibuja deliberadamente su personaje hasta el punto de pasar casi completamente desapercibido. Utterson nos agrada, podemos imaginarlo con facilidad, podemos anticipar sus pensamientos, sus sentimientos y sus reacciones pero el foco de atención del relato siemp re se dirige hacia el enigma del Dr. Jekyll y Mr.

Hyde, y Utterson jamás llega a ocupar el centro de la escena. Es por ello que fácilmente podríamos subestimar al personaje de Utterson como un mero recurso estilís tico, como un personaje necesario para el discurso aunque irrelevante con respecto al tema del bien y el mal.

Pero, en realidad, Utterson es mucho más importante de lo que parece a simple vista porque es el único personaje cuya sensibilidad se ve conmovida por el mal y que toma plena conciencia tanto del ego como de la sombra, tanto del bien como del mal. Utterson representa así al único ser humano que tiene la suficiente fortaleza emocional como para verse conmovido por el mal y resistir, sin embargo, su embestida. Es precisamente esta función de la sensación -tan débil en el caso de Jekyll y totalmente ausente en el de Hyde la que hace posible que el hombre reaccione horrorizado ante la profundidad del mal.

En cualquier caso, la maldad siempre termina siendo conocida porque aunque las actividades de Jekyll y de Hyde fueran secretas todo secreto pugna por salir a la superficie de la conciencia impulsado por fuerzas internas ocultas. Recordemos, por ejemplo, que al comienzo de la historia la mente de Utterson estaba torturada por algo que le impedía conciliar el sueño, un signo inequívoco de que su inconsciente estaba buscando la forma de llevar a su conciencia la terrible y oscura vida secreta de Jekyll y Hyde. El personaje de Utterson dista mucho de ser irrelevante porque representa lo mas elevado del ser humano y constituye una especie de figura redentora cuya comprensión puede hacerle tomar conciencia del mal y cuya horrorizada sensibilidad, constituye una verdadera salvaguarda contra las acometidas de los poderes de la oscuridad.

¿Y qué podríamos decir con respecto al personaje del Dr. Lanyon? Lanyon también investigó, como lo  hiciera Utterson, el misterio de Jekyll y Hyde pero, a diferencia de él, cuando advirtió la magnitud delmal se vio desbordado por la situación. Lanyon percibió el mal demasiado pronto, demasiado profundamente y sin la adecuada preparación y, por consiguiente, se vio superado por él. Ciertamente debemos tomar conciencia del mal pero si esta toma de conciencia es dema siado prematura o ingenua puede provocarnos una conmo ción irreversible.

En una época como la nuestra en la que por todas partes nos rodean substancias modificadoras del estado de conciencia deberíamos también dedicar unas palabras a la pócima diabólica que elaboró Jekyll para transformarse en Hyde. Ciertas substancias como el alcohol, por ejemplo, parecen sacar a la luz los aspectos negativos de nuestra personalidad. No deberíamos pues desestimar la posibilidad de que la necesidad de beber -como ocurre en el relato de Stevenson tenga su origen en los esfuerzos realizados por la sombra para salir a la superficie de la conciencia.

Destaquemos también que la faceta negativa de la personalidad de Jekyll termina destruyéndose a sí misma ya que el hecho de que Jekyll sea poseído por Hyde supone necesaria mente el suicidio de Hyde.

La maldad, a la postre, acaba por superarse a sí misma y conlleva, por tanto, el germen de su propia destrucción. Evidentemente, el mal no puede subsistir aisladamente sino que requiere un entorno adecuado del que alimentarse.

jueves, 6 de marzo de 2025

EL HOMBRE Y SUS SÍMBOLOS.

 

1964

EL HOMBRE Y SUS SÍMBOLOS.

ERMG


 

1

El hombre y sus símbolos (1964) fue iniciado por Jung, y continuado por sus colaboradores Joseph L. Henderson, Marie-Louise von Franz, Aniela Jaffé, Jolande Jacobi.

Los ensayos son los siguientes:

1.     Acercamiento al inconsciente, Carl Gustav Jung.

2.      Los mitos antiguos y el hombre moderno, Joseph L. Henderson.

3.     El proceso de individuación, Marie-Louise von Franz.

4.     El simbolismo en las artes visuales, Aniela Jaffé.

5.     Símbolos en un análisis individual, Jolande Jacobi.


FRASES

1

Como hay innumerables cosas más allá del alcance del entendimiento humano, usamos constantemente términos simbólicos para representar conceptos que no podemos definir o comprender del todo. Esta es una de las razones por las cuales todas las religiones emplean lenguaje simbólico o imágenes.

2

Freud hizo la sencilla, pero penetrante observación de que si se alienta al soñante a seguir hablando acerca de las imágenes de su sueño  y los pensamientos que les suscitan en su mente, se traicionara y revelara la fonda inconsciente de sus dolencias, tanto en lo que dice como en lo que admite deliberadamente.

3

Un hombre que es distraído o abstraído cruza la habitación para ir a coger algo. Se detiene aparentemente perplejo; se ha olvidado de lo que iba a buscar. Sus manos tantean entre los objetos de la mesa como si fuera un sonámbulo; se ha olvidado de su primitiva intención; sin embargo, inconscientemente va guiado por ella. Luego se da cuenta de lo que quería. Su inconsciente se lo ha apuntado.

4

Hay muchas causas por las cuales olvidamos cosas que hemos sabido o vivido; y, del mismo modo, hay otras tantas formas por las que pueden ser recordadas. Un ejemplo interesante es el de la criptomnesia, o "memoria oculta". Un autor puede estar escribiendo con soltura sobre un plan preconcebido, trazando un argumento o desarrollando el esquema de un relato, cuando, de repente, se desvía tangencialmente. Quizá se le ha ocurrido una nueva idea o una imagen diferente o toda una trama distinta. Si se le pregunta que le sugirió la digresión, no sabrá decirlo. Incluso puede no haberse dado cuenta del cambio, aunque lo que ha escrito es completamente nuevo y, en apariencia, le era desconocido antes.

Sin embargo, a veces puede demostrarse de forma convincente que lo que escribió tiene un asombroso parecido con la obra de otro autor, una obra que él cree no haber vista jamás.

Encontré acerca de eso un ejemplo curiosísimo en el libro de Nietzsche Así hablo Zaratustra, en el que el autor reproduce, casi palabra por palabra, un suceso relatado en un diario de navegación del año 1686. Por mera casualidad él relata del marino en un libro publicado hacia 1835 (medio siglo antes de que Nietzsche escribiera); y cuando encontré el pasaje análogo en Así hablo Zaratustra, me asombró su estilo peculiar, que era diferente al lenguaje usual de Nietzsche. Quede convencido de que Nietzsche también tuvo que conocer el viejo libro, aunque no lo menciona. Escribí a su hermana, que aún vivía, y me confirmó que su hermano y ella habían leído el libro juntos cuando él tenía once años. Pienso, por lo dicho, que es inconcebible que Nietzsche tuviera idea alguna de estar plagiando aquel relata. Creo que cincuenta años después; se deslizó inesperadamente bajo el foco de su mente consciente.

5

El autor inglés Robert Louis Stevenson había pasado años buscando un argumento que se adaptara a su "fuerte sensación del doble ser del hombre", cuando la trama de El Dr. Jekyll y Mr. Hyde se le reveló repentinamente en un sueño.

6

Por desgracia, los sueños son difíciles de entender. Como ya señalé, el sueño no es nada parecido a una historia contada por la mente consciente. En la vida diaria se piensa lo que se desea decir, se escogen las formas más eficaces para decirlo y se intenta que los comentarios tengan coherencia lógica. Por ejemplo, una persona culta tratará de evitar el empleo de una metáfora confusa porque darla una impresión equivoca de su punto de vista. Pero los sueños tienen una estructura diferente.

Imágenes que parecen contradictorias y ridículas, se apilan sobre el soñante, se pierde el normal sentido del tiempo y las cosas corrientes pueden asumir un aspecto fascinante o amenazador.

7

La función general de los sueños es intentar  restablecer nuestro equilibrio psicológico, produciendo material onírico que restablezca, de forma sutil, el total equilibrio psíquico. Eso es lo que llamo el papel complementario (o compensador) de los sueños en nuestra organización psíquica. Eso explica por qué gente que tiene ideas nada realistas o un concepto demasiado elevado de misma o que hace planes grandiosos y desproporcionados con sus verdaderas posibilidades, tiene sueños de volar o caer. EI sueño, compensa las deficiencias de su personalidad y, al mismo tiempo, le advierte los peligros de su vida presente. Si se desdeñan las advertencias de los sueños, pueden ocurrir verdaderos accidentes. La víctima puede caerse por las escaleras o tener un accidente automovilístico.

8

Siempre me impresionó el hecho de que hubiera un número sorprendente de individuos que jamás utilizaban la mente, si podían evitarlo, y un número igual que la utilizaban, pero en una forma asombrosamente estúpida. También me sorprendió encontrar muchas personas inteligentes y muy despiertas que vivían (en lo que se podía apreciar) como si nunca hubieran aprendido a utilizar los sentidos: no veían las cosas que tenían ante los ojos, no oían las palabras dichas ante sus oídos ni sentían las casas que tocaban o saboreaban. Algunas vivían sin enterarse del estado de su cuerpo.

9

El mito del héroe es el mito más común y mejor conocido del mundo. Lo encontramos en la mitología clásica de Grecia y Roma, en la Edad Media, en el lejano Oriente y entre las contemporáneas tribus primitivas. También aparece en nuestros sueños. Tiene un evidente  atractivo dramático y una importancia psicológica menos obvia pero profunda.

10

Por medio de los sueños podemos entrar en conocimiento de los aspectos de nuestra personalidad, que por diversas razones hemos preferido no contemplar muy de cerca. Eso es lo que Jung llamó "percepción de la sombra". (Empleó la palabra "sombra" para esa parte inconsciente de la personalidad porque, en realidad, con frecuencia aparece en los sueños en forma personificada.)

11

Sabemos que aun las piedras sin labrar tuvieron un significado muy simbólico para las sociedades antiguas y primitivas. Se creía con frecuencia que las piedras bastas y naturales eran la morada de espíritus o de dioses, y se utilizaron en las culturas primitivas como lápidas sepulcrales, amojonamientos u objetos de veneración religiosa.

12

La gente que confía totalmente en su pensamiento racional y desecha o reprime toda manifestación de su vida psíquica, con frecuencia, tiene inclinación, casi inexplicable, hacia la superstición.

13

Las poderosas fuerzas del inconsciente aparecen con mayor frecuencia, no en el material clínico, sino también en el mitológico, religioso, artístico y todas las demás actividades culturales con las que se expresa el hombre.

 

 

domingo, 2 de marzo de 2025

CIENCIA Y LITERATURA

 

CIENCIA Y LITERATURA

 Edgardo Rafael Malaspina Guerra


 

 


 

El naturalista John Burroughs (1837-1921) , analiza los tipos de lenguaje usados en la literatura y en las ciencias. Habla de los científicos que también fueron poetas como Goethe, Humboltd, y hasta Darwin, que al final de su vida, lamentó no tener tiempo para leer poesía.

Darwin goete humbold científicos poetas

1

Rara vez acudo a un muso de Historia Natural  sin sentir la sensación de que estoy  asistiendo a un funeral.

2

El deleite es menos un fin en la ciencia que en la literatura.

3

El inmotal poema de Dante jamás se hubiera podido escribir en una era científica.

4

La ciencia es como materia inogánica sin vida mientras mientras no se combina  con la emoción y atrae al corazón y a la imaginación ; y cuando  se combina y se transforma  de este modo se convierte en literatura .

5

El hombre de hoy es afortunado si puede lograr una concepción de las cosas tan frescas y vivaz como las de Plutarco o Virgilio.

6

No puede negarse que las  grandes edades del mundo no han sido épocas de ciencias exactas; tampoco las grandes literaturas, que atesoran un importante caudal de las facultades y la vitalidad humanas, surgieron de mentes  que sustentaban puntos de vista correctos sobre el universo físico.

De hecho, si el desarrollo y la madurez de la talla moral e intelectual  del hombre fueran cuestión de instrumentos y comodidades materiales, o de grandes caudales de conocimientos exactos, el mundo mde hoy debería ser capaz de realizar logros más sobresalientes que  los de ninguna otra época en todos los campos de la actividad  humana. Pero no es así.  

Shakespeare escribió sus tragedias para  personas que creían en las brujas, como probablemente también  era su caso; el inmortal poema de Dante jamás se hubiera podido  escribir en una era científica. ¿Cabe la probabilidad de que las  Sagradas Escrituras hubieran sido más valiosas para el género  humano, o tenido una influencia más profunda, de inspirarse en  conceptos correctos de la ciencia física?

7

«El agua que cae de los cielos  —dice Plutarco— es ligera y etérea y, al estar mezclada con espíritu,  es incorporada y sublimada antes por las plantas debido a su tenuidad.» Y prosigue afirmando que el agua de lluvia «es engendrada en el aire y en el viento, cayendo en estado puro y natural».

Es  muy difícil que la ciencia pueda dar una explicación tan satisfactoria como ésa para la fantasía. Y, además, hay mucho de cierto en  ella. Su combinación con un espíritu, o sea, los gases del aire, y su  pureza y naturalidad, constituyen, sin lugar a dudas, el principal  secreto de esta sustancia.

 Plutarco explicaba también que los  antiguos dudaban en apagar un fuego debido a la relación que éste  mantenía con la llama sagrada y eterna. «Nada se parece tanto a un  animal — decía— como el fuego. Se mueve y alimenta por sí mismo,  y su brillo, igual que el del alma, descubre e ilumina todo; pero es  principalmente al extinguirse cuando demuestra gozar de una  fuerza que parece derivar de nuestro principio vital, pues exhala  gemidos y se resiste como un animal moribundo o sacrificado con  violencia.»

8

Los antiguos poseían esa clase de conocimientos que se atesoran en el corazón; a nosotros nos sobran conocimientos de los que  se acopian en la cabeza.

9

La ignorancia de los escritores  antiguos resulta, con frecuencia, más cautivadora que nuestro conocimiento, exacto, sí, pero más estéril.

10

Como dice Emerson en uno de sus  primeros ensayos: La literatura nos ofrece una plataforma que  nos permite dominar el panorama de nuestra vida presente, un  punto de apoyo para llevarla adelante.

11

El conocimiento más querido y atesorado  por la literatura es el de la vida; la ciencia, por su parte, está más  interesada en conocer las cosas.

12

Cada científico cuenta con toda la ciencia precedente para seguir adelante, para empezar a trabajar. ¡Qué grande era el  caudal que Darwin asumió e hizo fructificar! No sucede así en la  literatura; cada poeta, cada artista sigue encontrándose en el primer día de la Creación en lo que se refiere a la esencia de su tarea.

Más que un capital que pueda reinvertirse, la literatura es un cultivo  que siempre hay que volver a sembrar. En tanto que la ciencia afina  a vista, aguza el oído, alarga la mano, acelera el paso o introduce  más profundamente al hombre en la naturaleza, siguiendo la natural inclinación y dirección de sus facultades y posibilidades, presta  un indudable servicio a la literatura. Pero, en cuanto que engendra  la costumbre de inmiscuirse e intervenir en la naturaleza y nos  oculta el solemne esplendor y el significado de su totalidad, nuestro  veredicto ha de ser, necesariamente, desfavorable.

13

Darwin, en cambio, rebosaba de lo que podríamos llamar sentimiento científico. Perseguía incansablemente una idea, buscaba sin cesar el rastro de un principio activo vivo. Era la viva imagen de la interpretación  ideal de los hechos, de la ciencia enardecida por la fe y el entusiasmo, de la fascinación de la fuerza y el misterio de la naturaleza.

Todas sus obras poseen una faceta humana y casi poética. Son, sin  lugar a dudas, las mejores aportaciones a la literatura que se han  producido en el campo de la ciencia hasta la fecha. Sus escritos  sobre la lombriz de tierra o sobre la formación del mantillo son  como fábulas imbuidas de una brillante filosofía.

14

Es, también, el bello humanismo de un hombre como Humboldt  lo que vuelve a poner de actualidad su nombre y sus enseñanzas.

Cuando nos  dice que «los monos son más melancólicos cuanto más se asemejan al hombre», que «su vivacidad disminuye a medida que sus  facultades intelectuales parecen acrecentarse», le leemos con más  atención que cuando diserta como un naturalista ilustrado sobre las distintas especies de simios. Nuestro conocimiento de la naturaleza se enriquece cuando averiguamos que el calor y la sequedad  extremos de la zona ecuatorial de América del Sur producen  efectos análogos a los que causa el frío de nuestros inviernos  septentrionales. Los árboles pierden las hojas, las serpientes, los  cocodrilos y otros reptiles se entierran en el lodo, y muchas fases de la vida, tanto animal como vegetal, entran en un largo letargo.

15

Ningún hombre de letras se ha mostrado jamás tan favorable a  la ciencia como Goethe; a decir verdad, algunas de las principales  ideas de la ciencia moderna fueron claramente anunciadas por él, aunque adoptando la forma y textura de la literatura.

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Cuanto más tiempo  ahorramos, menos tenemos. La prisa de la máquina se contagia al hombre. Podemos dejar atrás el viento y la tormenta, pero no  podemos superar al demonio de la prisa. Cuanto más lejos vayamos, más aguijoneante será su acicate. Lo que ahorramos en tiempo lo consumimos en espacio; tenemos que ocupar mayor  superficie. Lo que ganamos en fuerza y comodidad es contrarrestado con creces por la acritud de la tarea.

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Se podría aducir que la ciencia ha contribuido a la salud y a la  longevidad del género humano, que los avances de la cirugía, la  fisiología, la patología y la terapéutica han aliviado en gran medida  el sufrimiento y prolongado nuestra vida. Esta es una verdad  incuestionable, pero todo lo que hace la ciencia al servirnos así es  devolver con una mano lo que nos robó con la otra.

18

El conocimiento no entra en el ámbito de la literatura a menos  que desemboque de algún modo en la vida, el carácter, el impulso,  la motivación, el amor, la virtud; en suma, en alguna cualidad o  atributo del hombre. Lo único que tiene interés pleno para el  hombre es el hombre mismo. En la naturaleza sólo espigamos los  rasgos humanos: únicamente aquellas cosas que de algún modo recuerdan o interpretan el ideal que llevamos dentro.

19

Las rocas, las nubes, la lluvia y el mar son de sumo interés ya que, más o menos directamente, están relacionados con  nuestra vida natural .

 20

Y puede decirse que cuanto más se aleje cualquier  cosa de la naturaleza y se convierta en algo artificial, menor será  nuestro interés por ella. Así, es más agradable a la vista el velero  que la motora; el viejo molino movido por el agua que el industrial  accionado a vapor; la chimenea que la estufa o el radiador. Las  máquinas y herramientas no son tan interesantes como las armas.

21

La literatura aprecia más al  granjero que al comerciante; al jardinero que al agrónomo, y se  interesa más por el ganadero, el pastor, el pescador, el leñador y  el minero que por los hombres que se dedican a ocupaciones más  elegantes y artificiales.

22

En el  arte, en la literatura, en la vida, nos atrae lo que se manifiesta más  armónico y cercano a ella, ¡Cuán mayor es la emoción que nos  produce el conocimiento natural, no enseñado, que el profesional!

23

A la literatura le interesa más la vida de las chozas que la de los  palacios, excepto cuando la naturaleza interviene en la misma  medida en ambos.

24

 Los rayos directos del fuego siguen siendo mejores para asar una patata que el calor  conducido.

25

No puedo  respirar el éter cósmico del investigador abstruso, ni medrar con los  gases que produce el científico en su laboratorio; me basta con el  aire de las colinas y los campos.

26

El auténtico poeta y el verdadero científico no son extraños.  Penetran en la naturaleza como dos amigos. Miradles pasear por  los campos y bosques estivales. El más joven es mucho más activo  e inquisitivo; de vez en cuando se aparta a un lado para examinar  algún objeto con más detenimiento, arranca una flor, guarda cuidadosamente una cáscara, persigue a un pájaro, contempla una  mariposa; después da vuelta a una piedra para escudriñar lo que  hay debajo, se asoma a los pantanos, arranca un fragmento de  roca, y en todo momento parece estar interesadísimo en conocer  algo particular y especial de las cosas que le rodean.El de más edad tiene un aire de contemplación y gozo más ociosos. Su curiosidad por los detalleses menor, y parece más deseoso de armonizar con el espíritu de la totalidad,