EL
DESDOBLAMIENTO Y LOS MÉDICOS NAZIS
Robert
Jay Lifton
Para
estudiar la conducta de los médicos nazis deberemos comenzar clarificando los
principios generales de una psicología del genocidio. Para ello convendrá
prestar atención al mecanismo del desdoblamiento, el artificio psicológico que
indujo a los médicos a participar en el mal. Luego deberemos identificar
también aquellas tendencias -potenciadas e incluso exigidas en Auschwitz- que
facilitaban el desdoblamiento.
Esta
investigación tiene dos objetivos fundamentales, proporcionarnos una nueva
perpectiva sobre las motivaciones y las acciones de los médicos nazis en
particular -y de los nazis en general- y arrojar algo de luz sobre la conducta
humana y sobre la forma en que el ser humano acomete -de manera individual o
colectiva, deliberada o inconscientemente- actividades malvadas y destructivas.
Estos
dos objetivos, sin embargo, no son tan diferentes como parecen a simple vista.
De estemodo, si llegamos a alguna conclusión psicológica o moral con respecto a
las características propias del asesino de masas nazi nos veremos obligados a
deducir de ellas principios de aplicación más universal, principios que aluden
al extraordinario peligro y potencial de
autoaniquilación
que amenaza actualmente a la humanidad.
El
principio psicológico fundamental para comprender la actuación de los médicos
nazis en Auschwitz descansa en el denominado «desdoblamiento», la división del
Yo en dos totalidades independientes, cada
una de las cuales tiene la suficiente autonomía como para funcionar como un Yo
completo. Este mecanismo es el que
permitió a los médicos de Auschwitz no sólo asesinar y ser cómplice en multitud
de asesinatos sino también mantener una estructura egoica (o un proceso egoico)
que pusiera a todos los aspectos de su conducta al servicio de ese proyecto
maligno.
El
desdoblamiento fue, por tanto, el vehículo psicológico que permitió a los
fáusticos médicos nazis establecer un pacto con su entorno diabólico que les
otorgaba el privilegio psicológico y material de una adaptación privilegiada
(y, más allá de los muros de Auschwitz, la posibilidad de convertirse en el
cerebro y el instrumento de un proyecto universal de renovación racial por
medio del crimen y el asesinato de masas) a cambio de su participación en el
holocausto.
Somos
los únicos responsables morales de los pactos fáusticos que establezcamos,
tengan éstos lugar de manera consciente o inconsciente. Nuestra investigación
sobre el desdoblamiento nos permitirá comprender también la raíz del mal. Para
el médico de Auschwitz el desdoblamiento era probablemente una forma de elegir
el mal.
Hablando
en términos generales el fenómeno del desdoblamiento presenta cinco
características fundamentales.
En
primer lugar, supone una relación dialéctica entre dos
Yos autónomos y, sin embargo, vinculados entre sí. Por una parte, el médico de
Auschwitz necesitaba el Yo de Auschwitz para poder seguir funcionando en un entorno
tan contrapuesto a sus estándares morales anteriores. Al mismo tiempo, sin embargo,
también necesitaba su Yo anterior para poder seguir considerándose como un ser
humano, como un padre y como un esposo. En esas condiciones el Yo de Auschwitz
debía ser autónomo pero tenía que estar, al mismo tiempo, relacionado con el Yo
original del que se había desgajado.
En
segundo lugar, el desdoblamiento sigue un modelo
holístico. El Yo de Auschwitz pudo «triunfar» porque era inclusivo y permitía
conectar con el entorno de Auschwitz, dando sentido y coherencia a diversos
aspectos y mecanismos sobre los que volveremos más adelante.
En
tercer lugar, el desdoblamiento encierra también una
dimensión vida/muerte. Así, para el agresor el Yo de Auschwitz constituía una
forma de supervivencia psicológica en un entorno dominado por la muerte. Se trataba
de un «Yo asesino» construido en aras de la salud y la supervivencia.
En
cuarto lugar, una de las funciones principales del
desdoblamiento es la de escapar al sentimiento de culpa ya que ese segundo Yo
es el que se encarga de llevar a cabo el «trabajo sucio».
En
quinto y último lugar el desdoblamiento supone una
dimensión inconsciente -ya que tiene lugar, como hemos dicho, sin nuestro
conocimiento- y un cambio significativo en nuestro horizonte moral.
El
segundo de los rasgos que acabamos de describir -su inclusividad- diferencia al
desdoblamiento del mecanismo psiconalítico tradicional de la «división».
Este último mecanismo, al que se le han asignado significados levemente
diferentes, suele referirse a un secuestro de una parte del Yo para que ese
elemento «escindido» deje de responder al entorno (como ocurre, por ejemplo, en
lo que yo denomino «insensiblidad psicológica») o pueda entrar, de algún modo,
en conflicto con el resto de su personalidad. En este sentido la división se
asemeja a lo que Pierre Janet -contemporáneo de Freud en el siglo diecinueve-
denominaba «disociación». El mismo Freud tendía a equiparar ambos términos. Sin
embargo, en lo que respecta a las formas de adaptación más estables y duraderas
del Yo no podemos todavía explicar la autonomía de ese «fragmento» desgajado
del Yo o, como ha dicho un comentarista perspicaz, «¿qué es lo que se escinde
en la división?».
Así
pues, la «división», o «disociación», pueden explicarnos algo sobre la
supresión de sentimientos y la insensibilidad psicológica de la que hicieron
gala los médicos nazis en su participación en el holocausto. Pero para
comprender cabalmente su implicación rutinaria -año tras año- en los crímenes
deberemos encontrar un principio explicativo que tenga en cuenta la totalidad
funcional de su Yo. (El mismo principio que se aplica a las perturbaciones
psiquiátricas duraderas). En este sentido, mi énfasis en el mecanismo del
desdoblamiento coincide con el creciente interés que despiertan actualmente las
funciones holísticas del Yo.
El
desdoblamiento forma parte del potencial universal de lo que William James
-aludiendo a la existencia de tendencias opuestas del Yo - denominaba «yo
dividido». James cita, en este sentido, el
desesperado grito«¡Homo duplex, homo duplex!» con el que el escritor francés
del siglo diecinueve, Alphonse Daudet trataba de trasmitir su propia «escisión»
cuando -al enterarse de la muerte de su hermano Henri- su «primer Yo sollozaba»
mientras el «segundo» permanecía in diferente como si se tratara de una obra de
teatro.Así pues, tanto para Daudet como para James el mecanismo del
desdoblamiento es patrimonio de todo ser humano y suele desencadenarse en
situaciones extremas, vinculadas, por lo general, a la muerte.
Pero
como ejemplifica el caso de los médicos nazis, en ciertas ocasiones este «Yo
opuesto» puede llegar a estar peligrosamente fuera de control. Según Otto Rank
-que se ocupó detenidamente de estudiar la presencia del «doble» en la
literatura y el folklore- ese Yo opuesto puede apoderarse lentamente de la
personalidad, terminar suplantando al Yo original e incluso «hablar» en nombre
de toda la persona. En opinión de Rank, este Yo opuesto -en realidad nuestra
capacidad para el mal forma parte consustancial del psiquismo humano, ya que la
pérdida de la sombra, del alma o del «doble» significa la muerte.
En
términos psicológicos podríamos decir que el potencial adaptativo que hace
posible el desdoblamiento es inherente al psiquismo humano y puede servir tanto
para salvar la vida de un soldado en combate como la de una víctima de la
barbarie de Auchswitz. Para poder sobrevivir en situaciones tan extremas el
sujeto debe sufrir algún tipo de desdoblamiento. Obviamente, la función de este
«Yo adverso» es la de potenciar la vida pero en ciertas condiciones puede
fomentar una entrega incondicional al mal.
La
situación de los médicos nazis me recuerda uno de los ejemplos de Rank (tomado
de la película alemana de 1913 El estudiante de Praga).
En esa película un estudiante, campeón de esgrima, acepta la oferta que le hace
un mago negro de proporcionarle todo tipo de riquezas y la oportunidad de
casarse con la mujer a la que ama a cambio de cierto objeto de su habitación,
la imagen en el espejo del estudiante -una representación habitual del doble.
Esta imagen termina utilizando los conocimientos de esgrima del estudiante para
matar en duelo a un pretendiente de su amada (a pesar de que el estudiante -el
yo original- había prometido al padre de aquélla que ja más le desafiaría en
duelo). Esta variante de la leyenda de Fausto sigue idénticos lineamientos que
el «pacto» entre los médicos nazis y el régimen de Auschwitz. Para ejercer en
Auschwitz utilizaban el Yo oponente, un Yo que violaba sus normas morales
anteriores aprovechando sus conocimientos técnicos sin encontrar la menor
resistencia.
Rank
subrayó que el simbolismo de la muerte del doble constituye un «síntoma de la
desintegración de la personalidad moderna» que conduce a la necesidad de
«autoperpetuarse en la propia imagen»,lo que podríamos llamar una forma literal
de inmortalidad opuesta a una forma simbólica de inmortalidad que tratade
«perpetuar el Yo en las obras que reflejan la personalidad de su autor». Para
Rank, el mito de Narciso, por ejemplo, nos advierte del peligro de una
concepción literal de la inmortalidad y de la necesidad de potenciar la concepción
simbólica (encarnada por el «héroe-artista»). Pero el movimiento nazi animaba a
su supuesto artista-héroe, el médico, a que permaneciera, al igual que Narciso,
esclavo de su propio reflejo. No podemos, en este punto, dejar de recordar a
Joseph Mengele -paradigma de todos los médicos de Auschwitz- y su búsqueda
narcisista del poder absoluto.
Pero
el mecanismo del desdoblamiento que permitía a los médicos nazis eludir el
sentimiento de culpa no tenía lugar mediante una eliminación de la conciencia
sino con lo que podríamos denominar, más acertadamente, una transferencia de
conciencia. De este modo, los requerimientos morales eran transferidos al Yo de
Auschwitz que operaba con sus propios criterios morales (el deber, la lealtad
hacia el grupo, la «me jora» de las condiciones del campo de exterminio,
etcétera) liberando así al Yo original de toda responsabilidad por sus
acciones. Rank también habla de la culpa «que obliga al héroe a no seguir
asumiendo la responsibilidad de ciertas acciones de su ego atribuyéndolas a
otro ego, a un doble personificado por el mismo diablo o que es el fruto de un
pacto diábolico», es decir, del pacto fáustico de los médicos nazis mencionado
anteriormente. Según Rank, el factor que desencadena la transferencia es «un
poderoso sentimiento de culpa» pero en la mayoría de los médicos nazis, el
mecanismo del desdoblamiento parecía bloquear este sentimiento de culpa antes
de que creciera y alcanzase la conciencia.
Existe
una relación inevitable entre la culpa y la muerte. Rank equipara al Yo opuesto
con una «forma del mal que representa el aspecto perecedero y mortal de la
personalidad».El doble es igual al mal porque personifica nuestra propia
muerte. De la misma manera, el Yo de los médicos de Auschwitz asumía las consecuencias
de su propia muerte pero sin embargo seguía proyectando al mal para no tomar
conciencia de su «aspecto perecedero y mortal», para hacer el «trabajo sucio»
de todo el Yo y convertir ese trabajo en algo «apropiado» y proteger, de ese
modo, al resto de su personalidad de tomar conciencia de su propia muerte y de
su propia culpabilidad.
En
el desdoblamiento, una parte del Yo «rechaza» a otra. Pero lo que se repudia no
es la realidad misma -ya que el médico nazi era consciente de lo que hacía el
Yo de Auschtwiz sino el significado de esa realidad. El médico nazi era
consciente de sus decisiones pero no las interpretaba como un asesinato.
Así pues, esta negación tenía dos facetas, por una parte, la distorsión que el
Yo de Auschtwiz hacía del significado del asesinato y, por la otra, la
desvinculación del Yo original de todas las acciones llevadas a cabo por el Yo
de Auschwitz. Así pues, desde el mismo momento de su aparición, el Yo de
Auschwitz atentaba contra la imagen que tenían los médicos de sí mismos y
requería, por tanto, una represión continua. Ese rechazo, sin embargo, era la
sangre misma del Yo de Auschwitz.
El
desdoblamiento, la división y el mal.
El
desdoblamiento es un proceso psicológico activo, una forma de adaptación a
situaciones extremas. Es por ello que utilizo esa expresión en lugar de la de
«doble». La adaptación implica la disolución paulatina del «aglutinante
psicológico» para evitar el colapso radical del Yo. En Auschwitz, esta pauta
fue estableciéndose a lo largo del duro período de adaptación que cada uno de
los médicos tuvo que afrontar. Durante ese período el médico nazi
experimentaba la ansiedad de su propia muerte y de equivalentes tales como el miedo a la desintegración, la separación y
el éxtasis. Así pues, para mitigar su ansiedad el médico necesitaba del Yo
funcional de Auschwitz, un Yo que asumiera el control cotidianamente limitando
la manifestación del Yo anterior a algunos mo mentos sueltos y a los contactos
esporádicos con la familia y los amigos fuera del campo. De este modo, ninguno
de los médicos del campo se sustrajo a esta usurpación sino que la acogieron
como única forma de mantenerse psicológicamente a salvo. La única alternativa
para permanecer en una situación extrema es el desdoblamiento.
Aunque
el desdoblamiento no tiene porque suponer necesariamente una disociación
radical y sostenida como la que aqueja a los casos de «personalidad dual» o
«personalidad múltiple», lo cierto es que en un estadio posterior ambos Yos
tienden a separarse cada vez más profundamente, a ignorarse mutuamente e
incluso a considerar al otro Yo como un extraño.
La patología conocida con el nombre de personalidad doble -o personalidad
múltiple- por su parte, comienza en la primera infancia y persiste de forma más
o menos ininterrumpida durante toda la vida. Los factores etiológicos causantes
de la personalidad múltiple son los traumas psíquicos o físicos intensos, el
clima de extrema ambivalencia afectiva, y los conflictos y confusiones de las identificaciones
son, a su vez, elementos intrumentales en el caso del desdoblamiento. Resulta
también relevante en ambos casos el principio de Janet de que «una vez
bautizado» -es decir, una vez nombrado y confirmado por una autoridad- un Yo
determinado tiende a manifestarse de manera más clara y definida. En este
sentido, aunque el Yo de Auschwitz jamás podía llegar a ser tan estable como un
Yo de un caso de personalidad múltiple tuvo que sufrir, sin embargo, un
bautismo similar en el momento en que los médicos nazis tomaron sus prime ras
decisiones.
Un
autor contemporáneo ha utilizado la metáfora del árbol para tratar de
determinar la profundidad de la «escisión» en los casos de esquizofrenia y
personalidad múltiple, una alegoría que también es aplicable al mecanismo del
desdoblamiento. Desde esta perspectiva, la quiebra del Yo que tiene lugar en la
esquizofrenia «es similar al resquebrajamien to de un árbol que se ha podrido
casi por completo desde la médula hasta las raíces». En los casos de
personalidad múltiple, no obstante, este resquebrajamiento es más concreto y
limitado, como ocurre, por ejemplo, «en el caso de un árbol muy robusto que
sólo tiene descompuesta la parte superior del tronco». En lo que respecta al
desdoblamiento, por su parte, el problema afecta al nivel más elevado de un
árbol cuyas raíces, cuyo tronco y cuyas ramas no habían experimentado
previamente daño alguno. En este caso, una de las dos ramas que se han visto
obligadas a separarse se va descomponiendo gradualmente mientras que la otra
sigue creciendo normalmente hasta el momento en que las condiciones externas
permitennuevamente la reunión.
Por
otra parte, no creemos que el desdoblamiento de los médicos nazis constituyera
«un desorden de carácter» antisocial en el sentido clásico del término ya que
dicho proceso tendía a ser más una forma de adaptación que una pauta
definitiva. A pesar de ello, sin embargo, el desdoblamiento presenta ciertos
rasgos característicos del deterioro «sociopático» del carácter como los
desórdenes emocionales (que fluctúan entre la indiferencia y el odio), el
rechazo patológico de la sensación de culpa y el uso de la violencia para
superar la «depresión encubierta» (relacionada con la represión de la culpa y
la indiferencia) y poder seguir manteniendo una sensación de vitalidad. En
ambos casos, además, la conducta destructiva -e incluso criminal- puede estar encubriendo
el temor a la desintegración del Yo.
Los
desórdenes propios del fenómeno del desdoblamiento son más puntuales,
transitorios y ligados a una estructura institucionalizada mayor que no sólo
los alienta sino que, en ocasiones, puede llegar a exigirlos. En este
sentido, la conducta de los médicos nazis se parece a la de algunos
terroristas, miembros de la Mafia, «escuadrones de la muerte» organizados por
los dictadores y de determinadas bandas delictivas. En todas estos casos
existen profundos vínculos ideológicos, familares, étnicos y, en ocasiones,
generacionales que contribuyen a modelar la conducta criminal.
El desdoblamiento constituye, pues, el
mecanismo psicológico más importante que permite al individuo seguir viviendo
en una subcultura criminal como ocurre, por ejemplo, en el caso de un jefe de
la Mafia o de un jefe de los «escuadrones de la muerte» que ordena fríamente (o
perpetra él mismo) un asesinato mientras sigue desempeñando el papel de esposo,
padre y católico ejemplar.
El
desdoblamiento es, pues, un mecanismo adaptativo que permite subsistir en las
condiciones extremas propias de una subcultura. Pero no debemos olvidar tampoco
la existencia de factores adicionales, algunos de los cuales se remontan a la
temprana infancia, que contribuyen positivamente al desarrollo del proceso.Ese fue
el caso de los médicos nazis.
Añadamos,
para concluir, que el desdoblamiento es el me canismo psicológico que nos
permite invocar la maldad potencial que existe en nuestro Yo. El mal no es
inherente ni ajeno al ego. Es por ello que poner fin al desdoblamiento o
potenciarlo es una elección moral de la que uno es responsable cualquiera sea
su nivel de conciencia.Así pues, al acceder al desdoblamiento -uno de los
factores que nos permiten explicar la maldad humana- los médicos nazis
eligieron fáusticamente el mal.