EL EVANGELIO SEGÚN
JESUCRISTO (1998)
ERMG
Esta novela es una
biografía ficticia de Cristo y de La Sagrada Familia. El punto central es que
José pudo haber salvado a muchos niños si hubiese comunicado la información que
tenía sobre el plan para asesinar a los niños a otras familias. De esa manera
hubiese podido evitar la masacre de Los Inocentes , planificada por Herodes.
El conocimiento de ese
hecho marca a Jesús con un sentimiento de culpa trágica.
Jesús es presentado con
todos los defectos que acompañan a cualquier humano y con sus mismas pasiones:
es amante de María Magdalena.
FRASES .
1
Quizá los sueños son
recuerdos que el alma tiene del cuerpo.
2
El alma no está presente
en el cuerpo que duerme.
3
El espejo y los sueños
son cosas semejantes, es como la imagen del hombre ante sí mismo.
4
José, María y el burro
han venido atravesando el desierto, que desierto no es aquello que vulgarmente
se piensa, desierto es toda ausencia de hombres, aunque no debamos olvidar que
no es raro encontrar desiertos y secarrales de muerte en medio de multitudes.
5
Como siempre desde que el
mundo es mundo, por cada uno que nace hay otro que agoniza
6
Mil veces la experiencia
ha demostrado, incluso en personas no particularmente dadas a la reflexión, que
la mejor manera de llegar a una buena idea es ir dejando que fluya el
pensamiento al sabor de sus propios azares e inclinaciones, pero vigilándolo
con una atención que conviene que parezca distraída, como si se estuviera
pensando en otra cosa y de repente salta uno sobre el inadvertido hallazgo como
un tigre sobre la presa.
7
A un espíritu volteriano,
irónico e irrespetuoso, aunque nada original, no le escaparía la ocasión de
observar que, vistas las cosas, parece que es condición para el mantenimiento
de la pureza en el mundo que existan en él animales inocentes, sean tórtolas o
corderos.
8
Los niños se parecen a
los viejos: lloran por cualquier cosa.
9
La vida es una sentencia.
La muerte es una justicia.
10
Los pies no perciben
nada, el conocimiento es propio de las manos, cuando tú adoras a Dios no
levantas los pies hacia él, sino las manos, aunque podrías levantar cualquier
parte del cuerpo, hasta lo que tienes entre las piernas, si no eres un eunuco.
PÁRRAFOS
1
EL ACTO SEXUAL DE JOSÉ Y
MARÍA.
María, acostada boca
arriba, estaba despierta y atenta, miraba fijamente un punto ante ella y
parecía esperar. Sin pronunciar palabra, José se acercó y apartó lentamente la
sábana que la cubría. Ella desvió los ojos, alzó un poco la parte inferior de
la túnica, pero sólo acabó de alzarla hacia arriba, a la altura del vientre,
cuando él ya se inclinaba y procedía del mismo modo con su propia túnica y
María, a su vez, abría las piernas, o las había abierto durante el sueño y de
este modo las mantuvo, por inusitada indolencia matinal o por presentimientos
de mujer casada que conoce sus deberes.
Dios, que está en todas
partes, estaba allí, pero, siendo lo que es, un puro espíritu, no podía ver
cómo la piel de uno tocaba la piel del otro, cómo la carne de él penetró en la
carne de ella, creadas una y otra para eso mismo y, probablemente, no se
encontraría allí cuando la simiente sagrada de José se derramó en el sagrado
interior de María, sagrados ambos por ser la fuente y la copa de la vida, en verdad
hay cosas que el mismo Dios no entiende, aunque las haya creado.
Habiendo pues salido al
patio, Dios no pudo oír el sonido agónico, como un estertor, que salió de la
boca del varón en el instante de la crisis, y menos aún el levísimo gemido que
la mujer no fue capaz de reprimir. Sólo un minuto, o quizá no tanto, reposó
José sobre el cuerpo de María.
2
REMORDIMIENTOS
Dijo el ángel, Un hombre
bueno que ha cometido un crimen, no imaginas cuántos hombres buenos lo han
hecho antes que él, porque los crímenes de los hombres buenos no tienen número
y, al contrario de lo que se piensa, son los únicos que no pueden ser
perdonados.
Dijo María, Qué crimen ha
cometido mi marido. Dijo el ángel, Tú lo sabes, no quieras ser tan criminal
como él. Dijo María, Juro. Dijo el ángel, No jures, o, si no, jura si quieres,
que un juramento pronunciado ante mí es como un soplo de viento que no sabe
adónde va. Dijo María, Qué hemos hecho nosotros. Dijo el ángel, Fue la crueldad
de Herodes la que hizo desenvainar los puñales, pero vuestro egoísmo y cobardía
fueron las cuerdas que ataron los pies y las manos de las víctimas. Dijo María,
Qué podía hacer yo. Dijo el ángel, Tú, nada, que lo supiste demasiado tarde,
pero el carpintero podía haberlo hecho todo, avisar a la aldea de que venían de
camino los soldados para matar a los niños, había tiempo suficiente para que
los padres se los llevaran y huyesen, podían, por ejemplo, ir a esconderse en
el desierto, huir a Egipto, a la espera de que muriese Herodes, que poco le
falta ya. Dijo María, No se le ocurrió. Dijo el ángel, No, no se le ocurrió,
pero eso no es disculpa. Dijo María, llorando, tú, que eres un ángel,
perdónalo. Dijo el ángel, No soy ángel de perdones. Dijo María, perdónalo. Dijo
el ángel, Ya te he dicho que no hay perdón para este crimen, antes sería
perdonado Herodes que tu marido, antes se perdonará a un traidor que a un
renegado.
3
EL PASTOR LE ACONSEJA
RECURRIR AL BESTIALISMO EN CASO DE NECESIDAD EXTREMA.
Pastor movió lentamente
la cabeza y dijo, En otras palabras, tu Dios es el único guardián de una
prisión donde el único preso es tu Dios.
Todavía el último eco de
la terrible afirmación vibraba en los oídos de Jesús cuando Pastor, ahora en
tono de falsa naturalidad, volvió a hablar, Escoge una oveja, dijo, Qué,
preguntó Jesús desorientado, Te digo que escojas una oveja, a no ser que
prefieras una cabra, Para qué, Vas a necesitarla, si realmente no eres un
eunuco. La comprensión alcanzó al muchacho con la fuerza de un puñetazo.
Peor, sin embargo, fue el
vértigo de una horrible voluptuosidad que del ahogo de la vergüenza y de la
repugnancia en un instante emergió y prevaleció. Se tapó la cara con las manos
y dijo con voz ronca, {ésta es la palabra del Señor, Si un hombre se une a un
animal, será castigado con la muerte y mataréis al animal, también dijo,
Maldito el que peca con un animal cualquiera, Dijo todo eso tu Señor, Sí, y yo
te digo que te apartes de mí, abominación, criatura que no eres de Dios, sino
del Diablo.
Pastor oyó y no se movió,
como si diera tiempo a que las airadas palabras de Jesús causaran todo su
efecto, fuese el que fuese, terror de rayo, corrosión de lepra, muerte súbita
del cuerpo y del alma.
Nada aconteció. Un viento
sopló entre las piedras, levantó una nube de polvo que atravesó el desierto y
después nada, el silencio, el universo callado contemplando a los hombres y a
los animales, tal vez a la espera, él mismo, de saber qué sentido le atribuyen,
o le encuentran, o le reconocen unos y otros, y en esa espera consumiéndose, ya
rodeado de cenizas el fuego primordial, mientras la respuesta se busca y tarda,
De pronto, Pastor levantó los brazos y clamó, con estentórea voz, dirigiéndose
al rebaño, Oíd, oíd, ovejas que ahí estáis, oíd lo que nos viene a enseñar este
sabio muchacho, que no es lícito fornicaros, Dios no lo permite, podéis estar
tranquilas, pero trasquilaros, sí, maltrataros, sí, mataros, sí, y comeros,
pues para eso os crió su ley y os mantiene su providencia.
4
AMOR CARNAL
Con tantos movimientos y
observaciones, acabó María de Magdala de vendar el dolorido pie de Jesús,
rematando con una sólida y pertinente atadura, Ya está, dijo ella, Cómo puedo
agradecértelo, preguntó Jesús, y por primera vez sus ojos tocaron los ojos de
ella, negros, brillantes como azabache, de donde fluía, como agua que sobre
agua corriera, una especie de voluptuosa veladura que alcanzó de lleno el
cuerpo secreto de Jesús. La mujer no respondió de inmediato, lo miraba, a su
vez, como valorándolo, comprobando qué clase de hombre era, que de dineros ya se
veía que no andaba bien provisto el pobre mozo, al fin dijo, Guárdame en tu
recuerdo, nada más, y Jesús, No olvidaré tu bondad, y luego, llenándose de
ánimo, No te olvidaré, Por qué, sonrió la mujer, Porque eres hermosa, Pues no
me conociste en los tiempos de mi belleza, te conozco en la belleza de ahora.
Se apagó la sonrisa de ella, Sabes quién soy, qué hago, de qué vivo, Lo sé,
Sólo tuviste que mirarme y ya lo supiste todo, No sé nada, Que soy prostituta,
Eso sí lo sé, Que me acuesto con los hombres por dinero, Sí, Eso es lo que te
decía, que lo sabes todo de mí, Sólo sé eso. La mujer se sentó a su lado, le
pasó suavemente la mano por la cabeza, le tocó la boca con la punta de los
dedos, Si quieres agradecérmelo, quédate este día conmigo, NoNo puedo, Por qué,
No tengo con qué pagarte, Gran novedad esa, No te rías de mí, Tal vez no lo
creas, pero más fácilmente me reiría de un hombre que llevara bien llena la
bolsa, No es sólo cuestión de dinero, Qué es, entonces. Jesús se calló y volvió
la cara hacia el otro lado. Ella no lo ayudó, podía haberle preguntado, Eres
virgen, pero se mantuvo callada, a la espera. Se hizo un silencio tan denso y
profundo que parecía que sólo los dos corazones sonaban, más fuerte y rápido el
de él, el de ella inquieto con su propia agitación. Jesús dijo, Tus cabellos
son como un rebaño de cabras bajando por las laderas de las montañas de Galad.
La mujer sonrió y permaneció callada. Después Jesús dijo, Tus ojos son como las
fuentes de Hesebon, junto a la puerta de Bat-Rabin. La mujer sonrió de nuevo,
pero no habló.
Entonces volvió Jesús
lentamente el rostro hacia ella y le dijo, No conozco mujer. María le tomó las
manos, Así tenemos que empezar todos, hombres que no conocían mujer, mujeres
que no conocían hombre, un día el que sabía enseñó, el que no sabía aprendió,
Quieres enseñarme tú, Para que tengas otro motivo de gratitud, Así nunca
acabaré de agradecerte, Y yo nunca acabaré de enseñarte.
María se levantó, fue a
cerrar la puerta del patio, pero primero colgó cualquier cosa por el lado de
fuera, señal que sería de entendimiento para los clientes que vinieran por
ella, de que había cerrado su puerta porque llegó la hora de cantar, Levántate,
viento del norte, ven tú, viento del mediodía, sopla en mi jardín para que se
dispersen sus aromas, entre mi amado en su jardín y coma de sus deliciosos
frutos. Luego, juntos, Jesús amparado, como antes hiciera, en el hombro de
María, prostituta de Magdala que lo curó y lo va a recibir en su cama, entraron
en la casa, en la penumbra propicia de un cuarto fresco y limpio.
La cama no es aquella
rústica estera tendida en el suelo, con un cobertor pardo encima que Jesús
siempre vio en casa de sus padres mientras allí vivió, éste es un verdadero
lecho como aquel del que alguien dijo, Adorné mi cama con cobertores, con
colchas bordadas de lino de Egipto, perfumé mi lecho con mirra, aloes y
cinamomo. María de Magdala llevó a Jesús hasta un lugar junto al horno, donde
era el suelo de ladrillo, y allí, rechazando el auxilio de él, con sus manos lo
desnudó y lavó, a veces tocándole el cuerpo, aquí y aquí, y aquí, con las
puntas de los dedos, besándolo levemente en el pecho y en los muslos, de un
lado y del otro. Estos roces delicados hacían estremecer a Jesús, las uñas de
la mujer le causaban escalofríos cuando le recorrían la piel, No tengas miedo,
dijo María de Magdala.
Lo secó y lo llevó de la
mano hasta la cama, Acuéstate, vuelvo en seguida. Hizo correr un paño en una
cuerda, nuevos rumores de agua se oyeron, después una pausa, el aire de repente
pareció perfumado y María de Magdala apareció, desnuda. Desnudo estaba también
Jesús, como ella lo dejó, el muchacho pensó que así era justo, tapar el cuerpo
que ella descubriera habría sido como una ofensa. María se detuvo al lado de la
cama, lo miró con una expresión que era, al mismo tiempo, ardiente y suave, y
dijo, Eres hermoso, pero para ser perfecto tienes que abrir los ojos. Dudando
los abrió Jesús, e inmediatamente los cerró, deslumbrado, volvió a abrirlos y
en ese instante supo lo que en verdad querían decir aquellas palabras del rey
Salomón, Las curvas de tus caderas son como joyas, tu ombligo es una copa
redondeada llena de vino perfumado, tu vientre es un monte de trigo cercado de
lirios, tus dos senos son como dos hijos gemelos de una gacela, pero lo supo
aún mejor, y definitivamente, cuando María se acostó a su lado y, tomándole las
manos, acercándoselas, las pasó lentamente por todo su cuerpo, cabellos y
rostro, el cuello, los hombros, los senos, que dulcemente comprimió, el
vientre, el ombligo, el pubis, donde se demoró, enredando y desenredando los
dedos, la redondez de los muslos suaves, y mientras esto hacía, iba diciendo en
voz baja, casi en susurro, Aprende, aprende mi cuerpo. Jesús miraba sus propias
manos, que María sostenía, y deseaba tenerlas sueltas para que pudieran ir a
buscar, libres, cada una de aquellas partes, pero ella continuaba, una vez más,
otra aún, y decía, Aprende mi cuerpo, aprende mi cuerpo, Jesús respiraba
precipitadamente, pero hubo un momento en que pareció sofocarse, eso fue cuando
las manos de ella, la izquierda colocada sobre la frente, la derecha en los
tobillos, iniciaron una lenta caricia, una en dirección a la otra, ambas
atraídas hacia el mismo punto central, donde, una vez llegadas, no se
detuvieron más que un instante, para regresar con la misma lentitud al punto deAhora
María de Magdala le enseñaba, Aprende de mi cuerpo, y repetía, pero de otra
manera, cambiándole una palabra, Aprende tu cuerpo, y él lo tenía ahí, su
cuerpo, tenso, duro, erecto, y sobre él estaba, desnuda y magnífica, María de
Magdala, que decía, Calma, no te preocupes, no te muevas, déjame a mí, entonces
sintió que una parte de su cuerpo, esa, se había hundido en el cuerpo de ella,
que un anillo de fuego lo envolvía, yendo y viniendo, que un estremecimiento lo
sacudía por dentro, como un pez agitándose, y que de súbito se escapaba
gritando, imposible, no puede ser, los peces no gritan, él, sí, era él quien
gritaba, al mismo tiempo que María, gimiendo, dejaba caer su cuerpo sobre el de
él, yendo a beberle en la boca el grito, en un ávido y ansioso beso que
desencadenó en el cuerpo de Jesús un segundo e interminable estremecimiento.
Durante
todo el día nadie llamó a la puerta de María de Magdala. Durante todo el día,
María de Magdala sirvió y enseñó al muchacho de Nazaret que, sin conocerla ni
para bien ni para mal, llegó hasta su puerta pidiéndole que lo aliviara de los
dolores y curase de las llagas que, pero eso no lo sabía ella, nacieron de otro
encuentro, en el desierto, con Dios. Dios le dijo a Jesús, A partir de hoy me
perteneces por la sangre, el Demonio, si lo era, lo despreció, No aprendiste
nada, vete, y María de Magdala, con los senos cubiertos de sudor, el pelo
suelto que parecía echar humo, la boca túmida, ojos como de agua negra, No te
unirás a mí por lo que te enseñé, pero quédate esta noche conmigo. Y Jesús,
sobre ella, respondió, Lo que me enseñas no es prisión, es libertad. Durmieron
juntos, pero no sólo aquella noche.
CANTAR DE LOS CANTARES
Cuando despertaron alta
ya la mañana, y después de que, una vez más, sus cuerpos se buscaran y se
hallaran, María miró la herida del pie de Jesús, Tiene mejor aspecto, pero
todavía no deberías irte a tu tierra, te va a dañar el camino con ese polvo, No
puedo quedarme, y si tú misma dices que estoy mejor, Puedes quedarte, el caso
es que quieras, en cuanto a la puerta del patio, va a estar cerrada todo el
tiempo que lo deseemos, Tu vida, Mi vida, ahora, eres tú, Por qué, Te
responderé con palabras del rey Salomón, mi amado metió su mano en la abertura
de la puerta y mi corazón se estremeció, Y cómo puedo ser yo tu amado si no me
conoces, si soy sólo alguien que vino a pedirte ayuda y de quien tuviste pena,
pena de mis dolores y de mi ignorancia, Por eso te amo, porque te he ayudado y
te he enseñado, pero tú no podrás amarme a mí, pues no me enseñaste ni me
ayudaste, No tienes ninguna herida, La encontrarás si la buscas, Qué herida es,
Esa puerta abierta por donde entraban otros y mi amado no, Dijiste que soy tu
amado, Por eso se cerró la puerta después de que tú entraras, No sé qué puedo
enseñarte, a no ser lo que de ti he aprendido, Enséñame también eso, para saber
cómo es aprenderlo de ti, No podemos vivir juntos, Quieres decir que no puedes
vivir con una prostituta, Sí, Mientras estés conmigo, no seré una prostituta,
no lo soy desde que aquí entraste, en tus manos está el que siga siéndolo o no,
Me pides demasiado, Nada que no puedas darme por un día, dos días, el tiempo
que tu pie tarde en curarse, para que después se abra otra vez mi
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