1973
DEL
INCONVENIENTE DE HABER NACIDO
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
I
Midas
pregunta a Sileno:
—¿Qué
es lo mejor para el ser humano?
Sileno
contesta:
—Miserable
especie de un día, hijo del azar y del cansancio, ¿por qué me obligas a decir
lo que para ti sería mejor no escuchar. Lo mejor de todo es totalmente
inalcanzable para ti. Es no haber nacido. No ser. Ser nada. Y lo mejor en
segundo lugar para ti es morir pronto.
(Nietzsche,
El nacimiento de la tragedia,1872)
II
Haber
nacido es la verdadera tragedia. A partir de la fecha de nacimiento, devienen
las otras tragedias de la existencia.
III
A
mis estudiantes les decía: Celebrar el cumpleaños, es celebrar que te acercas
al final, a la tumba.
IV
FRASES
QUE ME LLAMARON LA ATENCIÓN
1
No
corremos hacia la muerte; huimos de la catástrofe del nacimiento.
2
La
única, la verdadera mala suerte: nacer. Se remonta a la agresividad, al
principio de expansión y de rabia aposentado en los orígenes, en el impulso
hacia lo peor. No es de extrañar que todo ser venido al mundo sea un maldito.
3
Cuando
uno ha agotado el interés que tenía por la muerte, y da por concluido el
asunto, retrocede hasta el nacimiento, y se dispone a afrontar un abismo,
también inagotable...
4
A
medida que los años pasan, decrece el número de seres con quienes puede uno
entenderse.
5
No
me perdono el haber nacido. Es como si, al insinuarme en este mundo, hubiese
profanado un misterio, traicionado algún compromiso de magnitud, cometido una
falta de gravedad sin nombre. Pero a veces soy menos tajante: nacer me parece
una calamidad que, de no haberla conocido, me tendría inconsolable.
6
Cuando
pienso en tantos amigos que ya no existen, siento lástima por ellos. Sin
embargo, no resultan tan dignos de compasión, pues han resuelto todos sus
problemas, empezando por el de la muerte.
7
Si,
antaño, frente a un muerto me preguntaba: «¿De qué le sirvió nacer?», hoy me
pregunto lo mismo ante cualquiera que esté vivo.
8
Con
respecto a la muerte oscilo sin cesar entre el «misterio» y la «nada», entre
las Pirámides y la Morgue.
9
La
idea de la muerte ayuda a todo, salvo a morir.
10
Es
mucho más fácil avanzar con vicios que con virtudes. Los vicios, acomodaticios
por naturaleza, se ayudan, son indulgentes unos con otros; en cambio, las
virtudes, celosas, se combaten y se anulan, y muestran en todo su
incompatibilidad y su intolerancia.
11
Solamente
se deberían escribir libros para decir cosas que uno no se atrevería a confiar
a nadie.
12
Ninguna
originalidad literaria es posible si no se tortura, si no se machaca el
lenguaje. Otra cosa sucede si uno se atiene a la expresión de la idea como tal.
Es este un sector donde las exigencias no han variado desde los presocráticos.
13
Siempre
que no pienso en la muerte, tengo la impresión de trampear, de engañar a alguien
dentro de mí.
14
Más
de una vez me ha ocurrido salir de casa porque, de haberme quedado, no estaba
seguro de poder resistir a alguna resolución súbita. La calle es más
tranquilizadora porque se piensa menos en uno mismo, y porque en ella todo se
debilita y se deteriora, empezando por las angustias.
15
Frases
de mi hermano a propósito de los trastornos y las enfermedades que padeció nuestra
madre: «La vejez es la autocrítica de la naturaleza.»
16
La
conciencia es algo más que la espina, es el puñal en la carne.
17
Sólo
acostados se puede pensar en la eternidad.
18
Los
dolores imaginarios son, con mucho, los más reales, ya que se les necesita
constantemente y se inventan porque no es posible prescindir de ellos.
19
Cuanto
más entrado en años está uno, más habla de su propia desaparición como de un
acontecimiento lejano, altamente improbable.
20
Aquel
que teme al ridículo no irá nunca muy lejos ni para bien ni para mal;
permanecerá más acá de sus talentos, y, aunque tenga genio, estará condenado a
la mediocridad.
21
No
permanece sino lo que ha sido concebido en la soledad, de cara a Dios, se sea o
no creyente.
22
Perdimos
al nacer lo mismo que perderemos al morir. Todo.
23
En
los tiempos en que durante meses viajaba en bicicleta a través de Francia, mi
mayor placer era detenerme en los cementerios rurales, tenderme entre dos
tumbas y fumar durante horas. La considero la época más activa de mi vida.
24
Hubo
un tiempo en que cada vez que sufría una afrenta, para alejar de mí cualquier
asomo de venganza, me imaginaba bien tranquilo en mi tumba. Y en seguida me
ablandaba. No desdeñemos tanto nuestro cadáver: puede sernos útil a veces.
25
No
es posible decir nada de nada. Por ello es ilimitada la cantidad de libros.
26
Los
hijos se vuelven, deben volverse contra sus padres, y los padres no pueden
hacer nada, pues están sometidos a una ley que rige las relaciones de los seres vivos
en general, a saber: que cada cual engendra a su propio enemigo.
27
Si
se quiere conocer un país, deben leerse sus escritores de segunda fila, pues
son los únicos que reflejan su verdadera naturaleza. Los otros denuncian o
transfiguran la nulidad de sus compatriotas: no quieren ni pueden situarse al
mismo nivel que ellos. Son testigos sospechosos.
28
Faltos
de ocupación, los viejos parecen querer resolver algo muy complicado y dedicar
a ello todas las facultades de que aún disponen. Esa es quizá la razón por la
cual no se suicidan en masa como deberían hacerlo si estuviesen un poquitín
menos absortos.
29
El
monje errante es lo mejor que ha habido hasta ahora. Llegar a no tener a qué
renunciar. Ese debería ser el sueño de todo espíritu desengañado.
30
La
franqueza no es compatible con un sentimiento delicado, ni siquiera con una
exigencia ética.
31
Cuando
me preocupa un poco más de la cuenta el no poder trabajar, me digo que bien
podría estar muerto y que entonces trabajaría aún menos...
32
Para
vencer la perturbación o una inquietud tenaz, no hay nada como imaginar el
propio entierro. Método eficaz y al alcance de todos. Para no tener que
recurrir muy a menudo él durante el día, lo mejor es probar sus beneficios
desde el despertar. O no utilizarlo más que en momentos excepcionales, como el
Papa Inocencio IX quien, habiendo encargado un cuadro en el que se representaba en su lecho de muerte, lo
miraba cada vez que tenía que tomar una decisión importante.
33
De
joven, mi placer era crearme enemigos. Hoy, en cuanto tengo uno, mi primer
impulso es el de reconciliarme con él para no tener que preocuparme más. Tener
enemigos es una responsabilidad. Mi carga me basta, ya no puedo llevar la de
los demás.
34
El
hombre acepta la muerte, pero no la hora de su muerte. Morir cuando sea, salvo
cuando haya que morir.
35
Una
sola cosa importa: aprender a ser perdedor.
36
Los
romanos de la decadencia sólo apreciaban lo que más habían despreciado en
tiempos de su vigor: el ocio griego (otium graecum).
37
Sólo
tiene convicciones, quien no ha profundizado en nada.
38
Con
el tiempo, nada es ya bueno ni malo. El historiador, que se pone a juzgar el
pasado, hace periodismo en otro siglo.
39
Cuando
mi cuerpo me falla me pregunto cómo luchar, con semejante carroña, contra la
dimisión de los órganos.
40
En
cuanto uno empieza a desear, cae bajo la jurisdicción del Demonio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario