FILOSOFÍA

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sábado, 24 de agosto de 2024

DEL INCONVENIENTE DE HABER NACIDO

 

 

 

 

 

  

1973

 

DEL INCONVENIENTE DE HABER NACIDO

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

I

Midas pregunta a Sileno:

—¿Qué es lo mejor para el ser humano?

Sileno contesta:

—Miserable especie de un día, hijo del azar y del cansancio, ¿por qué me obligas a decir lo que para ti sería mejor no escuchar. Lo mejor de todo es totalmente inalcanzable para ti. Es no haber nacido. No ser. Ser nada. Y lo mejor en segundo lugar para ti es morir pronto.

(Nietzsche, El nacimiento de la tragedia,1872)

II

Haber nacido es la verdadera tragedia. A partir de la fecha de nacimiento, devienen las otras tragedias de la existencia.

III

A mis estudiantes les decía: Celebrar el cumpleaños, es celebrar que te acercas al final, a la tumba.

IV

FRASES QUE ME LLAMARON LA ATENCIÓN

1

No corremos hacia la muerte; huimos de la catástrofe del nacimiento.

2

La única, la verdadera mala suerte: nacer. Se remonta a la agresividad, al principio de expansión y de rabia aposentado en los orígenes, en el impulso hacia lo peor. No es de extrañar que todo ser venido al mundo sea un maldito.

3

Cuando uno ha agotado el interés que tenía por la muerte, y da por concluido el asunto, retrocede hasta el nacimiento, y se dispone a afrontar un abismo, también inagotable...

4

A medida que los años pasan, decrece el número de seres con quienes puede uno entenderse.

5

No me perdono el haber nacido. Es como si, al insinuarme en este mundo, hubiese profanado un misterio, traicionado algún compromiso de magnitud, cometido una falta de gravedad sin nombre. Pero a veces soy menos tajante: nacer me parece una calamidad que, de no haberla conocido, me tendría inconsolable.

6

Cuando pienso en tantos amigos que ya no existen, siento lástima por ellos. Sin embargo, no resultan tan dignos de compasión, pues han resuelto todos sus problemas, empezando por el de la muerte.

7

Si, antaño, frente a un muerto me preguntaba: «¿De qué le sirvió nacer?», hoy me pregunto lo mismo ante cualquiera que esté vivo.

8

Con respecto a la muerte oscilo sin cesar entre el «misterio» y la «nada», entre las Pirámides y la Morgue.

9

La idea de la muerte ayuda a todo, salvo a morir.

10

Es mucho más fácil avanzar con vicios que con virtudes. Los vicios, acomodaticios por naturaleza, se ayudan, son indulgentes unos con otros; en cambio, las virtudes, celosas, se combaten y se anulan, y muestran en todo su incompatibilidad y su intolerancia.

11

Solamente se deberían escribir libros para decir cosas que uno no se atrevería a confiar a nadie.

12

Ninguna originalidad literaria es posible si no se tortura, si no se machaca el lenguaje. Otra cosa sucede si uno se atiene a la expresión de la idea como tal. Es este un sector donde las exigencias no han variado desde los presocráticos.

13

Siempre que no pienso en la muerte, tengo la impresión de trampear, de engañar a alguien dentro de mí.

14

Más de una vez me ha ocurrido salir de casa porque, de haberme quedado, no estaba seguro de poder resistir a alguna resolución súbita. La calle es más tranquilizadora porque se piensa menos en uno mismo, y porque en ella todo se debilita y se deteriora, empezando por las angustias.

15

Frases de mi hermano a propósito de los trastornos y las enfermedades que padeció nuestra madre: «La vejez es la autocrítica de la naturaleza.»

16

La conciencia es algo más que la espina, es el puñal en la carne.

17

Sólo acostados se puede pensar en la eternidad.

18

Los dolores imaginarios son, con mucho, los más reales, ya que se les necesita constantemente y se inventan porque no es posible prescindir de ellos.

19

Cuanto más entrado en años está uno, más habla de su propia desaparición como de un acontecimiento lejano, altamente improbable.

20

Aquel que teme al ridículo no irá nunca muy lejos ni para bien ni para mal; permanecerá más acá de sus talentos, y, aunque tenga genio, estará condenado a la mediocridad.

21

No permanece sino lo que ha sido concebido en la soledad, de cara a Dios, se sea o no creyente.

22

Perdimos al nacer lo mismo que perderemos al morir. Todo.

23

En los tiempos en que durante meses viajaba en bicicleta a través de Francia, mi mayor placer era detenerme en los cementerios rurales, tenderme entre dos tumbas y fumar durante horas. La considero la época más activa de mi vida.

24

Hubo un tiempo en que cada vez que sufría una afrenta, para alejar de mí cualquier asomo de venganza, me imaginaba bien tranquilo en mi tumba. Y en seguida me ablandaba. No desdeñemos tanto nuestro cadáver: puede sernos útil a veces.

25

No es posible decir nada de nada. Por ello es ilimitada la cantidad de libros.

26

Los hijos se vuelven, deben volverse contra sus padres, y los padres no pueden hacer nada, pues están sometidos a una ley que rige las relaciones de los seres vivos en general, a saber: que cada cual engendra a su propio enemigo.

27

Si se quiere conocer un país, deben leerse sus escritores de segunda fila, pues son los únicos que reflejan su verdadera naturaleza. Los otros denuncian o transfiguran la nulidad de sus compatriotas: no quieren ni pueden situarse al mismo nivel que ellos. Son testigos sospechosos.

28

Faltos de ocupación, los viejos parecen querer resolver algo muy complicado y dedicar a ello todas las facultades de que aún disponen. Esa es quizá la razón por la cual no se suicidan en masa como deberían hacerlo si estuviesen un poquitín menos absortos.

29

El monje errante es lo mejor que ha habido hasta ahora. Llegar a no tener a qué renunciar. Ese debería ser el sueño de todo espíritu desengañado.

30

La franqueza no es compatible con un sentimiento delicado, ni siquiera con una exigencia ética.

31

Cuando me preocupa un poco más de la cuenta el no poder trabajar, me digo que bien podría estar muerto y que entonces trabajaría aún menos...

32

Para vencer la perturbación o una inquietud tenaz, no hay nada como imaginar el propio entierro. Método eficaz y al alcance de todos. Para no tener que recurrir muy a menudo él durante el día, lo mejor es probar sus beneficios desde el despertar. O no utilizarlo más que en momentos excepcionales, como el Papa Inocencio IX quien, habiendo encargado un cuadro en el  que se representaba en su lecho de muerte, lo miraba cada vez que tenía que tomar una decisión importante.

33

De joven, mi placer era crearme enemigos. Hoy, en cuanto tengo uno, mi primer impulso es el de reconciliarme con él para no tener que preocuparme más. Tener enemigos es una responsabilidad. Mi carga me basta, ya no puedo llevar la de los demás.

34

El hombre acepta la muerte, pero no la hora de su muerte. Morir cuando sea, salvo cuando haya que morir.

35

Una sola cosa importa: aprender a ser perdedor.

36

Los romanos de la decadencia sólo apreciaban lo que más habían despreciado en tiempos de su vigor: el ocio griego (otium graecum).

37

Sólo tiene convicciones, quien no ha profundizado en nada.

38

Con el tiempo, nada es ya bueno ni malo. El historiador, que se pone a juzgar el pasado, hace periodismo en otro siglo.

39

Cuando mi cuerpo me falla me pregunto cómo luchar, con semejante carroña, contra la dimisión de los órganos.

40

En cuanto uno empieza a desear, cae bajo la jurisdicción del Demonio.

 

 

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