RECUERDOS,
SUEÑOS Y PENSAMIENTOS (1961)
1
Recuerdos,
sueños y pensamientos (1961) es un relato autobiográfico de Carl Jung, escrita
con la ayuda de su secretaria, la psicóloga Aniela
Jaffé. Sus recuerdos más lejanos son de cuando tenía dos años. Hay un eje
transversal a lo largo de toda la obra: los sueños:Un sueño sirvió a Jung para
elegir su profesión, y con muchos otros sueños diseñó todas sus teorías.
Jung
habla de su relación con Freud, la cual fue cambiando de naturaleza en la
medida que se su amistad se profundizaba. Primero fue un vínculo entre el
alumno y el profesor. Luego, adquirió la tonalidad de padre-hijo. Freud, en un
momento dado, consideró a Jung, el heredero de su legado intelectual. Soñaba
(solo sueños) con que Jung continuara con su tesis de que el sexo es la piedra
angular de todos los fenómenos psíquicos. Cuando Jung formuló sus propias
teorías sobre la mente, Freud le retiró su amistad, y hasta sufrió de ataques
histéricos.
2
Jung
se creía un hombre de otra época. Cuando construyó su casa, se negó a instalar
luz eléctrica. Encendía velas en las noches. Aquí recordé a mi abuela Matilde,
que también rechazaba la luz eléctrica y encendía mechurrios al oscurecer, faena
en la cual yo la ayudaba.
3
Jung
amaba la soledad, los viajes, los diarios, las anotaciones minuciosas de todo
lo que observaba. Dormía con una libreta en la cama para anotar sus sueños. Era
un místico, un supersticioso que decía que todos tenemos supersticiones; y más
las tienen los que dicen no tenerlas.
4
Hace
comentarios sobre el inconsciente individual y colectivo, los arquetipos, la sincronicidad, la extroversión-introversión, la proyección, la transferencia,
los complejos, la inmortalidad, los muertos, los antepasados, la vida después
de la muerte, los mitos, los mitologemas, la parapsicología, los
presentimientos, el origen del mal, el karma, etc.
FRASES
Y PÁRRAFOS QUE ME LLAMARON LA ATENCIÓN.
1
Mi
vida es la historia de la autorrealización de lo inconsciente. Todo cuanto está
en el inconsciente quiere llegar a ser acontecimiento, y la personalidad
también quiere desplegarse a partir de sus condiciones Inconscientes y sentirse
como un todo.
2
Lo
más difícil en la configuración de una autobiografía consiste en que no se
posee ninguna medida, ningún terreno objetivo desde el cual juzgar. No hay
posibilidad de comparación. Yo sé que en muchas cosas no soy como los demás,
pero no sé, sin embargo, cómo soy yo realmente.
3
Mis
recuerdos se remontan aproximadamente a los dos o tres años. Recuerdo la casa
del párroco, el jardín, los libros infantiles, la iglesia, el castillo, la cascada del Rin, el castillo de Worth y la finca de Messmer. Son islas de
recuerdo que flotan en un mar indeterminado, aparentemente sin relación alguna.
4
La
filosofía crítica del siglo XVIII no la entendí en principio por razones
comprensibles. Hegel me intimidaba por su tan difícil como altanero lenguaje,
al que consideraba con franca desconfianza. Me parecía como quien se encontrase
prisionero de su propia dialéctica de palabras y se deshiciera en gestos
arrogantes en su propia cárcel. Pero el gran descubrimiento de mi investigación
fue Schopenhauer. Era el primero que hablaba del sufrimiento del mundo, que nos
envuelve de modo invisible y avasallador, de la confusión, de la pasión, y del mal,
que los demás parecían apenas observar y que querían resolver en armonía y
claridad.
5
En
esta época tuve un sueño inolvidable que al mismo tiempo me aterrorizó y
estimuló. Era de noche en un lugar desconocido y solo penosamente avanzaba yo
contra un poderoso huracán. Además, se extendía densa niebla. Yo sostenía y
protegía con ambas manos una pequeña luz, que amenazaba con apagarse a cada instante.
Pero todo dependía de que yo mantuviese viva esta lucecita. De pronto tuve la
sensación de que algo me seguía. Miré hacia atrás y vi una enorme figura negra
que avanzaba tras de mí. Pero en el mismo momento me di cuenta —pese a mi
espanto— de que debía salvar mi pequeña luz, ajeno a todo peligro, a través de
la noche y de la tormenta. Cuando me desperté, en seguida lo vi claro: era el
«espectro», mi propia sombra sobre la niebla, arremolinándose cansado por la
pequeña luz que llevaba ante mí. Sabía también que la lucecita era mi conciencia;
es la única luz que tengo. Mi propio conocimiento es el único y el máximo
tesoro que poseo. Cierto que es infinitamente pequeño y frágil frente al poder
de las tinieblas, pero una luz al fin y al cabo, mi propia luz. Este sueño
significó para mí una gran revelación: ahora sabía que la número 1 era la que
llevaba la luz, y que la número 2 le seguía como una sombra. Mi tarea consistía
en conservar la luz y no mirar atrás a la vita peracta, que evidentemente era
un reino prohibido de luz de otro tipo. Yo debía avanzar contra la tormenta que
trataba de hacerme retroceder y entrar en la infinita oscuridad del mundo,
donde no se ve nada ni se percibe nada más que la superficie de profundos
misterios. Como la número 1 debía progresar en la carrera, en las necesidades
económicas, en los compromisos, complicaciones, confusiones, errores,
humillaciones y fracasos. La tormenta que yo afrontaba era la época que sin
cesar desemboca en el pasado que, también constantemente, me pisaba los
talones. En un remolino poderoso que con avidez arrastra consigo a todo cuanto existe
y al que sólo se sustrae por algún tiempo quien se esfuerza por avanzar. El
pasado es inmensamente real y actual y atrapa a todo aquel que no logra
redimirse mediante una respuesta satisfactoria.
6
Mis
obras pueden considerarse como etapas de mi vida, son expresión de mi
desarrollo interior, puesto que el ocuparse de los temas del inconsciente forma
al hombre y provoca sus cambios. Mi vida es mi quehacer, mi trabajo espiritual.
Una cosa no puede separarse de la otra.
7
No
fueron sólo mis propios sueños, sino también a veces los de otros, los que me
formaron en la creencia sobre una vida posterior a la muerte, me la hicieron
revisar o me la confirmaron. Fue de especial significado para mí el sueño que
tuvo una muchacha de dieciséis años, dos meses antes de su muerte: llegaba al
otro mundo. Allí había un aula en la que estaban sentadas, en los primeros
bancos, sus amigas muertas. Reinaba expectación general. Buscó con la mirada el
maestro o encargado de la clase, pero no halló a nadie. Se le indicó que ella
misma era la encargada, pues todos los muertos inmediatamente después de morir
debían entregar un informe sobre todas sus experiencias de la vida.
8
Ciertamente,
la muerte es una terrible brutalidad —no hay que dejarse engañar acerca de esto—
no sólo como acontecimiento físico, sino mucho más aún como psíquico: un hombre
es destrozado y lo que permanece es el glacial silencio de la muerte. Ya no
existe más esperanza de relación alguna, pues todos los accesos se han roto.
Hombres a los que se desearía una larga vida desaparecen a mitad de su vida y
hombres inútiles alcanzan una avanzada edad. Esto es una cruel realidad que no
debe paliarse. La brutalidad y arbitrariedad de la muerte puede amargar a los
hombres hasta el punto de que concluyan que no existe Dios misericordioso alguno,
ni justicia ni bondad.
9
No
se pueden dominar las pasiones si no se ha pasado por el infierno.
10
Todos
tenemos algún tipo de neurosis.
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