EL
MUNDO COMO VOLUNTAD Y REPRESENTACIÓN
Edgardo
Malaspina
I
El
mundo como voluntad y representación es la obra fundamental de Arthur
Schopenhauer publicada en 1819.
Aquí
está plasmada su filosofía pesimista, la cual influyó sobre Freud, Nietzsche, Karl Popper, Cioran y
Borges, entre otros.
Schopenhauer
parte principalmente del idealismo de Kant, y de otros filósofos como Platón,
Hume y Berkeley, pero también es tributario, en gran medida, de las filosofías
hinduista (las Upanishads) y budista.
II
Consta
de cuatro libros y un apéndice sobre Kant:
1. Libro
Primero (teoría del conocimiento): «Primera consideración del mundo como
representación: La representación sometida al principio de razón: el objeto de
la experiencia y de la ciencia».
2. Libro
Segundo (ontología): «Primera consideración del mundo como voluntad: La
objetivación de la voluntad».
3. Libro
Tercero (estética): «Segunda consideración del mundo como representación. La
representación, independientemente del principio de razón. La idea platónica.
El objeto del arte».
4. Libro
Cuarto (ética): «Segunda consideración del mundo como voluntad. Afirmación o
negación de la voluntad de vivir al alcanzar el autoconocimiento».
5. Apéndice
sobre Kant: «Crítica de la filosofía kantiana».
III
1. “El
mundo es mi representación” es la frase con la que se abre la obra.
Schopenhauer parte de la premisa de la limitación del conocimiento humano, idea
tradicional en filosofía: «Nadie puede salirse de sí mismo para identificarse
directamente con las cosas distintas a él; todo aquello de que se tiene
conocimiento cierto e inmediato se encuentra dentro de su conciencia».
2. Existe, por un lado, el sujeto de la
representación (representación, en alemán: Vorstellung), que es el que conoce;
por otra, el objeto, lo que se conoce, condicionado o estructurado por las
formas a priori kantianas del espacio, el tiempo y la causalidad. El objeto,
los seres naturales, orgánicos e inorgánicos, sin embargo, y esto es lo
importante, carecen de existencia real fuera de la representación; no tienen
más valor que el sueño de Calderón de la Barca, o el velo de Maya de los
hinduistas. Lo que posee existencia verdadera es la cosa en sí, que para
Schopenhauer viene expresada en el término voluntad.
IV
El
mundo como voluntad
1. La
cosa en sí de Kant, la realidad última de las cosas, está representada para
Schopenhauer por un principio metafísico general que gobierna el universo, una
fuerza omnímoda que Schopenhauer denomina voluntad (Wille), o voluntad de vivir
(aquí se inspirará Nietzsche para su "voluntad de poder"), y que no
debe interpretarse en el sentido corriente del término más que metafóricamente:
nuestra voluntad, deseo o pulsión no es más que una proyección insignificante
de esa Voluntad con mayúscula, de la cual la representación es mero fenómeno o
apariencia.
2. La
voluntad no se encuentra sujeta a las formas del fenómeno, es decir, a la
causalidad, el espacio y el tiempo. Tampoco, por tanto, al principium
individuationis, es decir, que no se objetiva en los seres individuales (en
consecuencia, dichos individuos no tienen existencia real como tales), sino en
la suma de los mismos: la voluntad integra toda la naturaleza y el universo con
la totalidad de entidades y seres que contienen.
3. La voluntad, así, es una fuerza que obra sin
motivo, irracionalmente; es como el motor ciego de la historia. Todas las
energías de la naturaleza son expresivas de la Voluntad, incluyendo lo mismo
las fuerzas naturales de todo signo (luz, gravedad, magnetismo), como las
motivaciones, los instintos y tendencias, tanto animales como humanos.
VI
Ética
y estética
1. Siguiendo
en esto a las doctrinas orientales, el hombre es esclavo de su deseo, de la
voluntad ciega de vivir, y este precisamente es el fundamento del radical
pesimismo del autor: «La vida es un anhelo opaco y un tormento». Schopenhauer
contradice la tesis de Leibniz de que vivimos en el mejor de los mundos
posibles.
2. «El optimismo no es más que la autoalabanza
injustificada del verdadero creador del mundo, es decir de la voluntad de
vivir, la cual se mira complacida en su propia obra: de ahí que sea no sólo una
doctrina falsa, sino incluso perniciosa». (Libro Segundo).
3. Dos son las obligaciones del hombre, a saber:
la práctica de la compasión para con sus semejantes y liberarse del yugo de la
voluntad (aunque no de la propia vida: Schopenhauer no predica el suicidio). A
tal fin, su sistema propone dos alternativas: la del arte, expuesta en su libro
tercero, dado que el placer de su ejercicio sustrae al dolor del deseo: la
contemplación estética aparta al hombre de la cadena infinita de las
necesidades y de los deseos, con una satisfacción inmóvil y completa.
4. La segunda alternativa es la santidad, una
vida ascética, a cuyos efectos el autor recurre al ejemplo de los hinduistas,
budistas y místicos cristianos, quienes, en virtud de su reconocimiento cabal
de la cosa en sí, se ven liberados de sus motivos.
5. La
voluntad da un giro, ya no afirma su propio ser, que se refleja en el fenómeno,
sino que lo niega. El Fenómeno por medio
del cual esto se manifiesta es el paso de la virtud a la ascesis. Ya no se
contenta, en efecto, con amar al prójimo como a sí mismo ni con hacer por los
demás lo que haría por sí, sino que nace en él un horror hacia ese ser cuya
expresión es su propio fenómeno, hacia la voluntad de vivir, núcleo y esencia
de ese mundo reconocido como un tormento. Por eso niega justamente esa esencia
que aparece en él y que se expresa ya a través de su cuerpo, y sus actos dan
ahora un mentís a su fenómeno y se ponen en contradicción con él. No siendo en
esencia nada más que fenómeno de la voluntad, cesa de querer cosa alguna, huye
de la dependencia de su voluntad respecto de cosa alguna y trata de reafirmar
en su fuero interno la máxima indiferencia hacia todas las cosas. Su cuerpo,
sano y robusto, expresa mediante los genitales el instinto sexual; pero él
niega la voluntad y da un mentís al cuerpo: no quiere satisfacción sexual
alguna, bajo ninguna condición. (...) Con la completa supresión del
conocimiento, desaparecería de suyo el mundo en la nada, pues no hay objeto sin
sujeto.
VII
Libro
IV, § 68, p. 449
Comentarios
1. El
gran biógrafo y exégeta de Schopenhauer, Rüdiger Safranski, afirma que ninguna
filosofía anterior a la de este autor había atribuido a lo estético el máximo
rango filosófico que éste le otorga. «Una filosofía que no explica el mundo
sino que proporciona información sobre lo que es y lo que significa, tiene que
originarse, según Schopenhauer, en la experiencia estética del mundo». Añade
que el filósofo sitúa en el centro de su doctrina al cuerpo, pero no porque
quisiese instaurar una religión del más acá, sino «porque estaba muy lejos de
amar lo que a uno le domina, es decir, el cuerpo». Su punto de partida, al
revés que los filósofos contemporáneos suyos, es existencial por los cuatro
costados, ya que la experiencia del mundo está estrechamente ligada al propio
cuerpo, algo ante lo que no se puede retroceder.
2. Thomas
Mann, en su ensayo de 1938 Schopenhauer —que supone a grandes rasgos un repaso
general de El mundo como voluntad y representación—, recuerda que Tolstoi llamó
al filósofo alemán «el más genial de todos los hombres»; comenta también que
para el compositor Wagner su doctrina supuso «un verdadero regalo del cielo», y
que para Nietzsche, pese a reaccionar contra él posteriormente, fue sobre todo
«un gran enseñante y maestro». Por otra parte, sigue Mann, «la filosofía de
Arthur Schopenhauer ha sido sentida siempre como una filosofía eminentemente
artística, más aún, como la filosofía por excelencia de los artistas». Termina
definiendo la obra: «El título de El mundo como voluntad y representación es
sumamente objetivo, pero expresa en tres palabras no sólo el contenido del
libro sino también al hombre que lo creó; lo expresa en su poderosa oscuridad y
también en su potente lucidez, en su honda sensualidad y también en su
espiritualidad rigurosa y pura, en sus pasiones y también en su ansia de
redención. Este libro es un verdadero fenómeno. Su pensamiento, reducido en el
título a la fórmula más breve, y presente en cada línea, es “un solo
pensamiento” (...) es un libro que descansa en sí mismo, que está penetrado de
sí mismo, que se corrobora a sí mismo en la medida en que es y hace lo que dice
y enseña».
3. Jorge
Luis Borges comentó este mismo trabajo de Mann en 1939 (comentario recogido en
Textos cautivos, 1986); sobre el tan traído y llevado pesimismo de
Schopenhauer, sostiene en dicha reseña: «Hay quienes lo reducen al pesimismo,
reducción tan inicua y tan irrisoria como la de no querer ver en Leibniz otra
cosa que el optimismo. (…) Yo pienso que optimismo y pesimismo son juicios de
carácter estimativo, sentimental, que nada tienen que ver con la metafísica,
que fue la tarea de Schopenhauer».
4. Para
el estudioso de Schopenhauer Clément Rosset, «una de las grandes originalidades
de Schopenhauer es haber atacado, por medio de otras ilusiones, la ilusión
histórica nacida con el Siglo de las Luces y que perdura hasta nuestros días, a
tal grado que hace poco la explicó, ingenuamente, el padre Teilhard de Chardin:
"¡Nos movemos! ¡Avanzamos!" Ilusión mayor es la que ofrece
Schopenhauer: no nos movemos y avanzamos, aún menos. Evidentemente, es
necesario matizar: existe, con el tiempo, un progreso innegable del que somos
beneficiarios (los transportes van más rápido, sufrimos menos en el dentista,
etc.). Este progreso no deja de ser infinitamente precioso, pero se apoya sobre
lo insustancial, sin ejercer efectos sobre lo que pesa en esencia: la
insignificancia, la vejez, la muerte. La realidad evoluciona superficialmente,
no en profundidad. Por mi parte, hago mío este juicio de Schopenhauer».
5. E.
Friedrich Sauer, responsable de la introducción a la edición de editorial Porrúa,
encuentra algunas contradicciones menores en la obra: los pensamientos de
Schopenhauer sobre el suicidio, la equiparación de música y filosofía, y la
dicotomía que establece entre deber y ética; valora, sin embargo, grandemente
la claridad expositiva de su discurso, en comparación con otros ensayistas,
como por ejemplo el oscuro Heidegger. Para ayudar a perfilar la figura del
filósofo, destaca finalmente que el autor donó gran parte de su herencia a
instituciones de caridad, cosa que corrobora Safranski al final de su
biografía.
(Wikipedia)