FILOSOFÍA

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lunes, 29 de noviembre de 2021

ROUSSEAU Y LA HISTORIA

 


ROUSSEAU Y LA HISTORIA

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

I

En su obra   más importante , Emilio o de la educación,(1762), Juan Jacobo Rousseau (1712-1778) aborda diferentes temas refrentes a la filosofía,   la educación , la política y la historia. Sobre esta última dice que en general es defectuosa porque sólo registra los hechos sensibles y señalados, los cuales pueden fijarse con nombres, lugares y fechas, pero siempre permanecen desconocidas las lentas y progresivas causas de estos hechos, que no pueden asignarse del mismo modo.

II

La historia revela mucho mejor las acciones que los hombres, pues sólo en ciertos instantes privilegiados los coge con sus vestidos de ceremonia, y únicamente expone al hombre público, el cual se ha ataviado para ser visto; no le sigue dentro de su casa, de su gabinete, en medio de su familia, de sus amigos; sólo le pinta cuando está representado, y más nos explica su atuendo que su persona.

III

¡Cuando la experiencia es peligrosa, la lección se logra a través de la historia¡

1

Hay poca diferencia entre la novelas y nuestras historias, aunque el novelista recurre más a su imaginación y el historiador se ciñe más a la ajena, a lo cual añadiré que el primero se propone un objetivo moral, bueno o malo, y el segundo prescinde de él.

2

Los peores historiadores son los que juzgan. Debe hablar sólo de los hechos .

3

Hay historiadores, preocupados por lucirse, no piensan en otro objetivo que el hacer retratos de vivos colores, aunque no se parezcan al original.

4

Los antiguos historiadores hacen menos retratos, poseen menos agudeza y sus juicios tienen más sentido.

5

No quisiera poner a Polibio ni a Salustio en manos de un joven; Tácito es el libro de los ancianos, puesto que los jóvenes no son capaces de comprenderlo.

6

Tucídides es el verdadero modelo de los historiadores. Expone los hechos sin juzgarlos, pero no omite ninguna de las circunstancias que nos pueden poner en estado de juzgarlos por nosotros mismos.

7

Heródoto tal vez sería el mejor de los historiadores si no degenerasen con frecuencia en simplicidades, más propias para viciar el gusto de la juventud que para encauzarlo.

8

Tito Livio es político y retórico.

9

La guerra no hace más que expresar acontecimientos determinados ya por unas causas morales que los historiadores raramente saben ver.

10

Aquéllos, dice Montaigne, que describen vidas, cuando tratan más de los consejos que de los sucesos, más de lo que sucede dentro que de lo que acontece fuera, tanto más me gustan; por eso Plutarco es mi hombre.

11

Harán y volverán hacer cien veces la vida de los reyes, sin que tengamos Suetonios.

12

Plutarco destaca en detalles que nosotros no nos atrevemos a imitar. Tiene una gracia inevitable para pintar a los grandes hombres en sus nimiedades, y es tan certero en la elección de sus rasgos que muchas veces una palabra, una sonrisa, un gesto, son suficientes para caracterizar a su héroe.

 

jueves, 25 de noviembre de 2021

LAS CONFESIONES DE ROUSSEAU (VB)

 


LAS CONFESIONES DE ROUSSEAU

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

Las confesiones o autobiografía de Rousseau (1712-1778) constan de doce libros: los seis primeros (1872) los escribió entre 1765 y 1767. El resto (1789) fue escrito entre 1769 y 177.

Rousseau vivió 66 años, Las confesiones abarcan hasta los 56 años.

"Me he decidido por una empresa que no tiene precedentes y que, una vez completada, no tendrá imitador. Mi propósito es mostrar a mi especie un retrato fiel a la naturaleza en todos los sentidos, y al hombre que retrataré seré yo mismo ".

-No he emprendido mis Confesiones para callarme las impertinencias.

"He prometido mi confesión, mas no mi justificación, por lo tanto, me detengo aquí. A mí me toca ser exacto, al lector ser justo. Nunca le pediré más".

Los primeros seis libros corresponden a la juventud y la vida de vagabundo. Atraen por las aventuras y travesuras narradas. Los otros libros corresponde a la etapa adulta. Habla de sus éxitos literarios, su reconocimiento por la sociedad, sus enfermedades, intrigas familiares o con sus amistades, las críticas , chismes y ofensas hacia su persona. Las confesiones han servido a los médicos y otros especialistas para diagnosticarle muchas enfermedades corporales y psiquiátricas al filósofo , desde las renales hasta las depresivas con manía persecutoria.

[1]

Rousseau inicia sus confesiones con los recuerdos que le son más gratos: los de la infancia y los juegos propios de esa época , los títeres y sus primeras lecturas junto a su padre que con el tiempo se convertirán en una verdadera obsesión: portará libros hasta en los bolsillos, los llevará hasta el retrete; con cada lectura se sentirá el héroe de la novela y llegará creerse un personaje de ficción

[2]

Sueña con aventuras y viajes a pie: “La idea de un viaje, de un gran viaje, halagaba mi espíritu ambulante que ya empezaba a declararse. Parecíame muy bello a mi edad atravesar los montes y elevarme sobre mis camaradas desde toda la altura de los Alpes

[3]

Reafirma su gusto por las andanzas a pie: Los montes, los prados, los bosques, los arroyos, los pueblos, se sucedían sin fin y sin intervalo con nuevos atractivos.

- Mi corazón de entusiasmarse con las cosas más insignificantes.

-La previsión ha amargado mis goces.

-Lo poco que sé lo he aprendido solo.

[4]

Rousseau busca su lugar en la vida. Camina y medita .  No acepta los aventones que le ofrecen los que viajan en carretas. Quiere disfrutar cada rincón de los paisajes.

-Una mala acción que cometemos no nos atormenta inmediatamente sino mucho tiempo después, porque su recuerdo no se extingue.

- El placer más insignificante que se ofrece a mano me atrae más que los goces del paraíso.

- Las interesantes conversaciones de una mujer de talento son más eficaces para formar a un joven que toda la pedantesca filosofía de los libros.

[5]

Rousseau regresa con su madre adoptiva que se convierte también en su amante. Llega el botánico Claudio Anet, y también se hace amante de su madrastra. Conforman un triángulo amoroso, y entre ellos no hay problemas: son muy felices los tres y comparten lecho, comidas y conversaciones. Anet muere .

 

-El odio, lo mismo que el amor, hace crédulas a las personas.

-La química y la anatomía se hallaban mezcladas en mi mente y formando un todo confuso a que llamaba medicina.

-Su madre viendo su gusto con la música y el baile le dijo :  el que bien canta y bien danza trabaja mucho y no avanza.

-La ociosidad es en la sociedad, a mi entender, un mal tan grande como la soledad.

[6]

Rousseau sale de viaje , y al regresar encuentra a su madrasta-amante con otro. A pesar de que no pierde sus derechos dentro de un nuevo triángulo amoroso siente que ya es hora de partir

-El verdadero placer no se describe, se siente.

-He tenido errores, pero no vicios.

[7]

Rousseau marcha a París. Lleva en sus alforjas las cartas de recomendación y un nuevo método para escribir música. Tiene grandes esperanzas en este sistema musical y sueña que el mismo será reconocido como una importante innovación artística, pero no será así.

Los dulces recuerdos de mis bellos años, pasados con tanta tranquilidad como inocencia, me han dejado mil gratas impresiones, que me halaga de continuo recordar.

-La integridad de un hombre de bien siempre es antipática a los malvados.

-La fealdad no excluye la gracia.

-Con un bolsillo escuálido no debe meterse uno a galanteador.

-Siempre tuve razón, pero no justicia.

-Diríase que sólo logran buen resultado los miserables complots de los malvados; los inocentes proyectos de los buenos casi nunca se cumplen.

[8]

Habla sobre cómo funciona su memoria, la amistad con Diderot, el barón de Holbach y el joven Grimm, sus escritos y premios, el abandono de sus hijos en casas de expósitos, la enfermedad urinaria , el cambio de look , el trabajo de copista de música, el rechazo a una pensión real para no verse comprometido, sus éxitos en la ópera y sus paseos solitarios por el bosque.

-Me sirve la memoria mientras de ella me fío, pero, desde el momento en que confío el recuerdo al papel, me abandona, y cuando escribo una cosa no la recuerdo ya más.

-Habré podido engañarme, mas no endurecerme.

[9]

Vive en el Ermitage, un lugar campestre. .Pasea  por el bosque. Medita. Hace planes literarios. Habla de sus problemas familiares. Cree que Cándido de Voltaire está dirigido a su persona. Le roban los frutos de su huerto. Su retiro al campo es criticado y le dicen que “sin ninguna restricción sólo el perverso vive en solitario”. Diderot le dice que “en soledad vive el malvado”.

-El único deber del hombre es seguir las inclinaciones de su corazón.

-No hay odio que no se desarme a fuerza de dulzura.

[10]

En este libro Rousseau se queja de todo el mundo. En su soledad piensa que todos lo critican. Se preocupa mucho por cualquier chisme y sospecha de sus amigos más allegados. Este aspecto de su vida ha hecho que algunos expertos hablen de manía persecutoria.

-No hay interior humano, por puro que sea, que no tenga algún vicio feo.

-Siempre he querido ser todo o nada.

-Las maldiciones de los malvados son la gloria del hombre justo.

-Jamás he sabido escribir sino movido por la pasión.

-No he emprendido mis Confesiones para callarme las impertinencias.

[11]

Habla de sus obras: Julia, El contrato social, Julia, el Diccionario musical y El origen de las lenguas. Se queja de su mala salud y tiene tristes presentimientos. Le aplican sondas para su afección urinaria. Pronostica turbulencias políticas en Francia por el mal manejo de los asuntos del reino.  Cree que sus libros son alterados en su contenido cuando los entrega a la imprenta.

-No hablo de las personas a las cuales aborrezco.

-Los fanáticos ateos y religiosos son una misma calamidad.

[12]

Está en Berna. Ve enemigos por todas partes. Cree que lo espían y piensa que lo atacan no sólo los religiosos sino también los académicos de la Sorbona. Lo califican de sifilítico. Le critican el haber abandonado sus hijos. Le atacan físicamente con piedras. Habla de Las cartas escritas desde la montaña: su defensa ante los ataques al Contrato social y al Emilio. Lo califican de “Anticristo

-Prefiero a dormir soñar despierto.

-Nací para meditar a mis anchas en la soledad.

-Me gusta ocuparme en hacer bagatelas, empezar mil cosas sin acabar ninguna ir y venir a mí antojo, cambiar de proyecto a cada instante, seguir el vuelo de una mosca, querer perforar una roca para ver lo que está debajo, emprender con ardor un trabajo de diez años y abandonarlo sin pesar a los diez minutos, malgastar el día entero sin orden ni concierto, y no seguir más que el capricho del memento.

-Si algún día tengo valor para escribir la parte tercera, se verá cómo, creyendo partir para Berlín, partí en efecto para Inglaterra.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

LAS CONFESIONES DE ROUSSEAU

 


LAS CONFESIONES DE ROUSSEAU

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

Las confesiones o autobiografía de Rousseau (1712-1778) constan de doce libros: los seis primeros (1872) los escribió entre 1765 y 1767. El resto (1789) fue escrito entre 1769 y 177.

Rousseau vivió 66 años, Las confesiones abarcan hasta los 56 años.

"Me he decidido por una empresa que no tiene precedentes y que, una vez completada, no tendrá imitador. Mi propósito es mostrar a mi especie un retrato fiel a la naturaleza en todos los sentidos, y al hombre que retrataré seré yo mismo ".

-No he emprendido mis Confesiones para callarme las impertinencias.

"He prometido mi confesión, mas no mi justificación, por lo tanto, me detengo aquí. A mí me toca ser exacto, al lector ser justo. Nunca le pediré más".

Los primeros seis libros corresponden a la juventud y la vida de vagabundo. Atraen por las aventuras y travesuras narradas. Los otros libros corresponde a la etapa adulta. Habla de sus éxitos literarios, su reconocimiento por la sociedad, sus enfermedades, intrigas familiares o con sus amistades, las críticas , chismes y ofensas hacia su persona. Las confesiones han servido a los médicos y otros especialistas para diagnosticarle muchas enfermedades corporales y psiquiátricas al filósofo , desde las renales hasta las depresivas con manía persecutoria.

 

[1]

Rousseau inicia sus confesiones con los recuerdos que le son más gratos: los de la infancia y los juegos propios de esa época , los títeres y sus primeras lecturas junto a su padre que con el tiempo se convertirán en una verdadera obsesión: portará libros hasta en los bolsillos, los llevará hasta el retrete; con cada lectura se sentirá el héroe de la novela y llegará creerse un personaje de ficción. De los libros le viene el amor por los sermones, el respeto por la justicia y su tendencia a la soledad. Plutarco lo inclinó hacia los temas históricos.

Recuerda sus picardías, los pequeños robos de espárragos y manzanas :Casi siempre los buenos sentimientos mal dirigidos hacen dar a los niños el primer paso hacia el mal”. Excluyó el robo de dinero. “Nninguno de mis gustos puede satisfacerse con dinero. Necesito goces puros, y el oro los envenena todos. El oro que se tiene es instrumento de libertad; el que se busca lo es de servidumbre”.

[2]

Sueña con aventuras y viajes a pie: “La idea de un viaje, de un gran viaje, halagaba mi espíritu ambulante que ya empezaba a declararse. Parecíame muy bello a mi edad atravesar los montes y elevarme sobre mis camaradas desde toda la altura de los Alpes. Visitar un país es un incentivo a que no hay ginebrino capaz de resistir”, Llega hasta Italia. En Turín duerme en la calle, pero se siente muy libre. Llora con un libro. Conoce el amor platónico. Se entera de que existen los homosexuales y de la hipocresía de la sociedad , especialmente de la iglesia. Trabaja de lacayo y estudia idiomas. Toma la comunión católica por conveniencia porque es un convencido protestante.

-Mi infancia no fue la de un niño; yo sentía y pensaba siempre como un hombre.

-Si la virtud nos cuesta trabajo, es por culpa nuestra, y si quisiésemos ser siempre buenos, rara vez tendríamos necesidad de ser juiciosos; pero nos dejamos llevar por inclinaciones fácilmente combatibles, cedemos a pequeñas tentaciones.

- No hay alma tan vil ni corazón tan bárbaro que no sea capaz de alguna especie de afecto.

- Las verdaderas maldades son en la juventud aún más criminales que en la edad adulta.

[3]

Reafirme su gusto por las andanzas a pie: Los montes, los prados, los bosques, los arroyos, los pueblos, se sucedían sin fin y sin intervalo con nuevos atractivos; este venturoso trayecto parecía que debía absorber mi vida entera. Acordábame con delicia de cuán hermoso me había parecido, a la venida, aquel viaje. Regresa a la casa señora de Warens a quien considera como su madre, es seminarista, estudia música y sigue su vida de vagabundo.

- Mi corazón de entusiasmarse con las cosas más insignificantes.

-La previsión ha amargado mis goces.

-Lo poco que sé lo he aprendido solo.

-En la adversidad el hombre juicioso puede encaminarse a la felicidad y seguir el derrotero más conveniente para alcanzarla.

-Los que dominan a los demás no son más sabios ni más dichosos.

-Si cada uno pudiese leer en el corazón de los otros, serían muchos más los que desearían bajar que los que desearían subir.

-El entusiasmo por las virtudes sublimes es poco corriente en la sociedad.

-El sonido de las campanas, que siempre me ha conmovido de un modo singular, el canto de los pájaros, la belleza del día, la dulzura del paisaje, las casas de campo dispersas acá y allá, donde mentalmente colocaba nuestra común morada, todo me impresionaba de una manera tan viva y tierna, tan triste y patética, que me sentí en éxtasis transportado a ese venturoso tiempo y a esa feliz mansión en que, poseyendo mi alma toda la dicha que podía apetecer, la gozaba en arrobamiento inexplicable, sin soñar siquiera en el placer de los sentidos.

MEDICINA

-Nada de cuanto tenía que hacer estaba de acuerdo con mis inclinaciones, pero sí con mi corazón. Creo que hasta me habría llegado a gustar la medicina si la aversión que me causaba no hubiese motivado escenas cómicas que nos divertían continuamente: quizá es la vez primera que este arte haya producido semejante efecto. Yo pretendía conocer en el olor los libros de medicina; y lo raro es que pocas veces me equivocaba.

ESCRITURA

-De aquí procede esa dificultad extrema que siento al escribir. Mis manuscritos, llenos de enmiendas, embrollados, mezclados, ininteligibles, prueban el trabajo que me han costado. Ni uno solo he dejado de tener que copiarlo cuatro o cinco veces antes de darlo a la prensa. Sentado a una mesa, con una pluma en la mano y el papel enfrente, jamás he podido hacer

nada. En el paseo, en la montaña, en medio de los bosques, por la noche en la cama y durante mis insomnios, es cuando escribo mentalmente; júzguese con qué lentitud, sobre todo careciendo absolutamente de memoria verbal, pues en toda mi vida no he podido retener seis versos. Cláusulas hay que he formado y reformado durante cinco o seis noches en mi mente antes de estamparlas en el papel. De aquí proviene también que salga más airoso en las obras que exigen trabajo que en aquellas que requieren cierta ligereza, como las cartas, género de literatura a que nunca he podido acostumbrarme; de modo que el tener que escribir alguna es para mí un verdadero suplicio.

-En mí se juntan dos cosas casi incompatibles, sin que yo mismo pueda comprender cómo; un temperamento muy ardiente, pasiones vivas, impetuosas, y lentitud en la formación de las ideas, las cuales nacen en mi mente con gran trabajo y nunca se me ocurren hasta después que ha pasado su oportunidad. Parece que mi corazón y mi cabeza no pertenecen a un mismo individuo.

[4]

Rousseau busca su lugar en la vida. Camina y medita .  No acepta los aventones que le ofrecen los que viajan en carretas. Quiere disfrutar cada rincón de los paisajes. Se pierde cuando se entretiene disfrutando las maravillas de la naturaleza. Encuentra el camino y retoma el viaje. Camina y se siente feliz: por eso entona canciones. Caminar es bueno para la salud y para el pensamiento creativo. Hace el ridículo como músico. Copiaba música que luego nadie podía ejecutar.  Conoce a un monje griego y le acompaña como traductor. Viajan hacia Jerusalén. Pero sólo llega hasta Berna y París. Trata de hacer poesía y componer sátiras. Sueña con ser militar. En Lyons duerme en la calle , bajo los árboles y el arrullo de los ruiseñores. Se arrepiente de no haber llevado un diario de sus viajes.

-Una mala acción que cometemos no nos atormenta inmediatamente sino mucho tiempo después, porque su recuerdo no se extingue.

- Un día la aurora me pareció tan hermosa que, vistiéndome precipitadamente, me lancé al campo para presenciar la salida del sol. Gocé de este placer en todo su encanto. Esto fue una semana después de San Juan. La tierra, adornada con todas sus galas, estaba cubierta de verdor y flores; los ruiseñores, en lo más alto del ramaje, se complacían en reforzarlo. Todos los pájaros despedíanse a coro de la primavera; saludaban el alba de un hermoso día de verano, de uno de esos bellos días que ya no se gozan a mi edad y que no se han visto nunca en el triste suelo donde vivo ahora.

- La inocencia de las costumbres tiene también su voluptuosidad.

- Quizá he gozado yo más en mis amores terminados con un beso en la mano.

- El placer más insignificante que se ofrece a mano me atrae más que los goces del paraíso.

- Cuando me ofrecían algún asiento vacío en los coches o se me acercaba alguien por el camino, me incomodaba viendo desbaratarse la fortuna cuyo edificio construía mientras iba marchando.

- Las interesantes conversaciones de una mujer de talento son más eficaces para formar a un joven que toda la pedantesca filosofía de los libros.

- Si quiero describir la primavera, es preciso que me halle en el invierno; si quiero pintar un hermoso paisaje, he de hallarme entre cuatro paredes; mil veces he dicho que, si algún día me hallase preso en la Bastilla, haría el cuadro de la libertad.

- Me fijaba en todo lo que veían mis ojos, ponía atención en los paisajes, observaba los árboles, las casas, los riachuelos; me detenía a deliberar en las encrucijadas; temía extraviarme, pero no me extraviaba.

[5]

Rousseau regresa con su madre adoptiva que se convierte también en su amante. Llega el botánico Claudio Anet, y también se hace amante de su madrastra. Conforman un triángulo amoroso, y entre ellos no hay problemas: son muy felices los tres y comparten lecho, comidas y conversaciones. Anet muere . Se dedica a la pintura,  la literatura francesa , la aritmética, la música, las clases de baile y la botánica. Practica con las armas, pero no le toma gusto porque no entiende cómo puedes prepararte para matar a otro hombre. Aprende a jugar al ajedrez y estudia las partidas de los grandes maestros. Se enferma y tiene su peculiar opinión sobre la medicina.

 

-El odio, lo mismo que el amor, hace crédulas a las personas.

-La química y la anatomía se hallaban mezcladas en mi mente y formando un todo confuso a que llamaba medicina.

-Su madre viendo su gusto con la música y el baile le dijo :  el que bien canta y bien danza trabaja mucho y no avanza.

-La ociosidad es en la sociedad, a mi entender, un mal tan grande como la soledad.

- Nada envilece tanto el entendimiento; nada engendra más fruslerías, chismes, murmuraciones, enredos y mentiras que el estar continuamente varias personas en una habitación, mirándose las caras, y reducidas a la necesidad de charlar continuamente por toda ocupación.

- Aprendió a jugar al ajedrez y se aficionó: Esto fue bastante para que este juego absorbiese todo mi espíritu. Me proporcioné un tablero, y compré el Calabrés; me encerré en mi cuarto, en donde pasaba días y noches empeñado en aprender de memoria todas las partidas; quería encajarlas en mi entendimiento de buen o mal grado, jugando solo sin descanso ni fin. Al cabo de dos o tres meses de este divertido ejercicio y de esfuerzos inauditos, fui al café, delgado, amarillo y atontado. Me ensayé y volví a jugar con el señor Bagueret; me ganó una vez, dos, veinte veces; se habían enredado tantas combinaciones en mi mente, y mi imaginación se había ofuscado de tal manera, que delante de mí no veía más que una nube. Cuantas veces quise ejercitarme en el estudio de jugadas con el libro de Filidor, o con el de Stamma, me ocurrió lo mismo, y, después de haberme extenuado con la fatiga, me encontré más decaído que antes. Por lo demás, que haya abandonado el ajedrez o que jugando me haya repuesto, no he adelantado un ápice desde la primera sesión y me he encontrado siempre en el mismo punto en que me hallaba al concluirla. Aunque estuviera ejercitándome millares de siglos, siempre acabaría por poder dar la torre a Bagueret y nada más. He aquí un tiempo bien empleado, se dirá, y que no fue poco; no cejé en este primer ensayo hasta que me faltaron las fuerzas.

[6]

Rousseau sale de viaje , y al regresar encuentra a su madrasta-amante con otro. A pesar de que no pierde sus derechos dentro de un nuevo triángulo amoroso siente que ya es hora de partir. Enferma, deja el vino y recurre a un tratamiento con agua, pero luego lo deja por dañino y retoma sus copas. Piensa en que puede morir joven (cree tener un pólipo en el corazón) , y esa idea lo impulsa a trabajar con más dedicación. Se refugia en los libros. Estudia geometría, algebra, cálculo, filosofía, latín, poesía (Virgilio), prosa, astronomía, geografía , historia, fisiología y anatomía . Trabaja en el campo, en el huerto, en la vendimia, con los animales. Aprende de apicultura. Hace paseos en solitario, con su madrastra-amante almuerza al aire libre sobre la hierba

-Nada veo ya en lo por venir; sólo las excursiones a lo pasado son capaces de halagarme, y estos recuerdos tan vivos y verdaderos de la época a que me remonto me hacen vivir frecuentemente feliz a pesar de mis infortunios.

-Me levantaba con el sol y era dichoso; me paseaba y era dichoso; veía a mamá y era dichoso; me apartaba de ella y era dichoso; recorría los bosques, las cuestas, divagaba por los valles ,leía, estaba ocioso, trabajaba en el jardín, cogía la fruta, ayudaba al arreglo de la casa y por todas partes me seguía la felicidad; no se hallaba ésta en ningún objeto determinado; estaba toda en mí mismo sin poder abandonarme un solo instante.

-El verdadero placer no se describe, se siente.

-He tenido errores, pero no vicios.

ENFERMEDAD

Una mañana, sin estar más enfermo que de costumbre, levantando una pequeña mesa sobre su pie, experimenté en todo mi cuerpo una revolución súbita y casi inconcebible; con nada puedo compararla mejor que con una especie de tempestad que se levantó en mi sangre y recorrió en un solo instante todos mis miembros. Mis arterias latían con tanta fuerza, que no solamente sentía sus sacudidas, sino que hasta las oía, sobre todo las de las carótidas. A esto se unió un gran ruido en los oídos, ruido que era triple o mejor cuádruple, a saber: un zumbido grave y sordo; un murmullo más claro, como de agua corriente; un silbido muy agudo, y la agitación arriba mencionada, cuyas pulsaciones podía contar fácilmente sin tocarme el pulso ni el cuerpo con las manos. Este ruido interior era tan grande que me quitó la delicadeza de oído que antes tenía y me dejó, no enteramente sordo, pero sí con una dureza que la conservo desde aquel entonces.

RELIGIOSIDAD

Todos los días me levantaba al amanecer; por un vergel vecino subía a un hermoso camino, que se extendía por encima de la viña y seguía la cuesta hasta Chambéry. Allí, mientras me paseaba, hacia mi oración, que no consistía en balbucear algunas vanas palabras sino en una sincera elevación de espíritu hacia el autor de esa admirable Naturaleza, cuyas bellezas se desplegaban ante mis ojos. Nunca me ha gustado hacer mis oraciones en una habitación; me parece que las paredes y todas esas pequeñas obras del hombre se interponen entre Dios y yo.

-Enteramente al revés de los teólogos, los médicos y los filósofos no admiten como verdadero sino lo que pueden explicar, y hacen de su inteligencia la medida de lo posible.

CLASES DE ANATOMÍA

Partí a fines de noviembre, después de haber permanecido mes y medio o dos en esta dudad, donde dejé una docena de luises sin provecho alguno para mi salud ni para mi instrucción, fuera de un curso de anatomía que habla comenzado con Fitz-Moris y que me vi obligado a abandonar a causa de la horrible hediondez de los cadáveres que se disecaban y que me fue imposible soportar.

-Tomé la firme resolución de combatirme y vencerme a mí mismo.

-Una de las ventajas de las acciones buenas es elevar el alma y disponerla a otras mejores.

-Con mis desgracias comenzaron a germinar mis virtudes, cuya semilla estaba en el fondo de mi alma; el estudio las habla cultivado, y para desarrollarse no esperaba más que el fermento de la adversidad.

-Supóngase la mujer más filosófica, menos afecta al goce de los sentidos: el crimen más imperdonable que el hombre que menos le interese puede cometer con ella es que, pudiendo poseerla, no lo haga.

-Comprendía que la presencia personal y el alejamiento de corazón de una mujer que tanto amaba, irritaba mi dolor, y que cesando de verla sentiría menos cruelmente la separación.

[7]

Rousseau marcha a París. Lleva en sus alforjas las cartas de recomendación y un nuevo método para escribir música. Tiene grandes esperanzas en este sistema musical y sueña que el mismo será reconocido como una importante innovación artística, pero no será así. Escribe comedias, compone operas, estudia química y juega al ajedrez. Se enferma de neumonía. Trabaja de secretario en la embajada de Venecia. Visita , contra su voluntad, los prostíbulos. Conoce a Teresa Le Vasseur, su futura pareja. Tiene su primer hijo y lo “ que fue depositado por la comadrona en la Casa de Expósitos”.  “Sucesivamente se verán todas las vicisitudes que esta conducta fatal ha producido en mi modo de pensar, así como en mi destino. Entre tanto atengámonos a esta primera época, pues sus consecuencias, tan crueles como imprevistas, me obligarán a recordarlos nuevamente”. Toma parte en la redacción de la Enciclopedia.

- Los dulces recuerdos de mis bellos años, pasados con tanta tranquilidad como inocencia, me han dejado mil gratas impresiones, que me halaga de continuo recordar.

-La integridad de un hombre de bien siempre es antipática a los malvados.

-La fealdad no excluye la gracia.

-Con un bolsillo escuálido no debe meterse uno a galanteador.

-Siempre tuve razón, pero no justicia.

- Los sabios tienen menos preocupaciones que los demás hombres, en cambio están más aferrados a las suyas.

-Las jóvenes vírgenes de los claustros son menos frescas, las beldades de los serrallos menos vivas, las huríes del paraíso menos incitantes.

-Diríase que sólo logran buen resultado los miserables complots de los malvados; los inocentes proyectos de los buenos casi nunca se cumplen.

[8]

Habla sobre cómo funciona su memoria, la amistad con Diderot, el barón de Holbach y el joven Grimm, sus escritos y premios, el abandono de sus hijos en casas de expósitos, la enfermedad urinaria , el cambio de look , el trabajo de copista de música, el rechazo a una pensión real para no verse comprometido, sus éxitos en la ópera y sus paseos solitarios por el bosque. Viaja a Ginebra. Regresa a París. Planea vivir en el campo para evitar los azares de la ciudad: “Prolongamos un cuarto de legua nuestro paseo, hasta donde se halla el estanque de las aguas del parque, contiguo al bosque de Montmorency, donde había una deliciosa huerta, con una casita muy destrozada, conocida con el nombre de Ermitage. Este lugar agradable y solitario me había llamado ya la atención cuando le vi por vez primera antes de mi viaje a Ginebra”. Voltaire le escribe.

-Me sirve la memoria mientras de ella me fío, pero, desde el momento en que confío el recuerdo al papel, me abandona, y cuando escribo una cosa no la recuerdo ya más. Esto me sucede también con la música. Antes de aprenderla, sabía de memoria innumerables canciones, mas tan luego como supe cantar con el papel delante, no he podido retener ninguna; y dudo mucho que pudiese recitar una completa aun de las que más me han gustado.

-Habré podido engañarme, mas no endurecerme.

-Entregando mis hijos a la educación pública por serme imposible educarlos por mí mismo, al destinarlos a ser obreros y campesinos mejor que aventureros y caballeros andantes de la fortuna, creía hacer un acto de ciudadano y de padre, y me consideré como un miembro de la república de Platón.

-Empecé la reforma por mi traje; me quité el oropel y las medias blancas; adopté una peluca sencilla; dejé la espada; vendí mi reloj, diciendo para mis adentros con increíble satisfacción: gracias al cielo, ya no tendré necesidad de saber qué hora es.

[9]

Vive en el Ermitage .Pasea  por el bosque. Medita. Hace planes literarios. Habla de sus problemas familiares. Cree que Cándido de Voltaire está dirigido a su persona. Le roban los frutos de su huerto. Su retiro al campo es criticado y le dicen que “sin ninguna restricción sólo el perverso vive en solitario”. Diderot le dice que “en soledad vive el malvado”.

-La impaciencia por vivir en el Ermitage no me dejó esperar la vuelta de la estación hermosa y tan luego como mi habitación estuvo dispuesta me apresuré a trasladarme con gran rechifla de los amigos del señor de Holbach, que auguraban a voz en cuello que yo no soportarla tres meses de soledad y que al poco tiempo me verían volver corrido a vivir como ellos en París.

-El único deber del hombre es seguir las inclinaciones de su corazón.

-No hay odio que no se desarme a fuerza de dulzura.

-Todos estos proyectos me ofrecían motivos de meditación para mis paseos; pues, como creo haberlo dicho, no puedo meditar sino andando; tan luego como me detengo, no medito más; mi cabeza anda al compás de mis pies.

- La sed de felicidad no se extingue jamás en el corazón humano.

-Era la más bella estación del año cuando hacía estas meditaciones, en el mes de junio, a la sombra de frescas arboledas, oyendo el trino del ruiseñor y el murmullo de los arroyos.

-La imposibilidad de alcanzar los objetos reales me lanzó al país de las quimeras; y no viendo nada real que satisficiese mi delirio, lo distraje con un mundo ideal que mi imaginación creadora pobló en breve de seres conformes con las aspiraciones de mi corazón. Jamás vino tan a propósito este recurso ni resultó tan fecundo. En mis continuos éxtasis me embriagaba a más no poder con los sentimientos más dulces que jamás hayan entrado en el corazón del hombre.

-Voltaire, pareciendo siempre creer en Dios, jamás ha creído sino en el diablo, puesto que su pretendido Dios no es más que un ser maléfico, que, a su entender, sólo se complace en hacer daño.

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En este libro Rousseau se queja de todo el mundo. En su soledad piensa que todos lo critican. Se preocupa mucho por cualquier chisme y sospecha de sus amigos más allegados. Este aspecto de su vida ha hecho que algunos expertos hablen de manía persecutoria. Escribe su Emilio y el Diccionario de música. Habla de sus proyectos filosóficos y literarios. Inserta, como en el libro anterior, las cartas enviadas y recibidas. Estas cartas le sirven para escribir sus confesiones porque le refrescan la memoria.

-No hay interior humano, por puro que sea, que no tenga algún vicio feo.

-Siempre he querido ser todo o nada.

-Las maldiciones de los malvados son la gloria del hombre justo.

- El corazón no puede continuar impunemente siendo joven cuando el cuerpo ha dejado de serlo.

-Jamás he sabido escribir sino movido por la pasión.

-Toda asociación desigual es siempre desfavorable a la parte débil.

-Determiné consagrar mis ocios a llevar a buen término mis confesiones, y me puse a recoger las cartas y papeles que podían guiar o despertar mi memoria, echando de menos en gran manera todo lo que había roto, quemado y perdido hasta entonces.

- En esta profunda y deliciosa soledad, en medio de los bosques y de las aguas, de los variados conciertos de los pájaros, percibiendo el perfume de la flor de naranjo, fue donde compuse en un continuo éxtasis el quinto libro de Emilio, cuyo colorido bastante fresco debo en gran parte a la impresión del sitio donde escribía.

-Con qué anhelo corría al peristilo todas las mañanas, al salir el sol, ¡a respirar un aire embalsamado!; allí tomaba con Teresa un delicioso café con leche; el perro y la gatita nos hacían compañía. Este solo cortejo me hubiera bastado para toda mi vida, sin experimentar jamás un momento de fastidio. Aquello era para mí el paraíso terrestre, pues vivía con igual inocencia, gozando la misma felicidad.

-En el momento en que escribo esto, acabo de recibir los peligrosos avances de una mujer joven que tiene puestos en mí sus peligrosos ojos; pero si ella ha fingido olvidar mis doce lustros, yo me he acordado de ellos.

-No he emprendido mis Confesiones para callarme las impertinencias.

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Habla de sus obras: Julia, El contrato social, Julia, el Diccionario musical y El origen de las lenguas. Se queja de su mala salud y tiene tristes presentimientos. Le aplican sondas para su afección urinaria. Pronostica turbulencias políticas en Francia por el mal manejo de los asuntos del reino.  Cree que sus libros sol alterados en su contenido cuando los entrega a la imprenta. Alguien plagia párrafos de su Emilio. Sospecha de los jesuitas. También sospecha que sustraen sus papeles de su archivo personal. Dice haber leído la Biblia en cinco ocasiones antes de dormir. Lo persiguen (o cree que lo persiguen, por sus escritos y huye a Berna porque cree que quieren apresarlo. Dice que disfruta recordando los ratos gratos de su juventud.

-No hablo de las personas a las cuales aborrezco.

-Los fanáticos ateos y religiosos son una misma calamidad.

-A través de tantas preocupaciones y pasiones ficticias, es preciso saber analizar bien el corazón humano para encontrar en él los verdaderos sentimientos de la Naturaleza.

HACE UN DIAGNÓSTICO MÉDICO: GOTA

El señor de Luxemburgo había tenido por intervalos un poco de dolor en el dedo gordo del pie, y en Montmorency le dio un ataque que le produjo insomnio y un poco de fiebre. Yo me aventuré a pronunciar la palabra gota, y la señora de Luxemburgo me reprendió. El ayuda de cámara, cirujano del señor mariscal, sostuvo que no era gota, y se puso a curar la parte dañada con un bálsamo tranquilo. Desgraciadamente se calmó el dolor, y cuando reapareció, no dejaron de emplear el mismo remedio que lo había calmado; su constitución se alteró, aumentaron los males y con ellos los remedios; y la señora de Luxemburgo, que vio al fin que lo que tenía su marido era la gota, se opuso a aquel insensato tratamiento.

-Mi talento consistía en saber decir a los hombres verdades útiles, pero duras, con bastante valor y energía; fuerza era atenerme a esto. Yo no había nacido para decir lisonjas, ni aun siquiera para cantar alabanzas.

UNA ANÉCDOTA CON UN PERRO LLAMADO “DUQUE”

Yo tenía un perro que me habían dado cachorro, a poco de mi llegada al Ermitage y a quien puse por nombre Duque. Este perro, no bonito, pero sí raro en su especie, en quien tenía un compañero y un amigo, y que ciertamente merecía mejor este título que la mayor parte de los que lo llevan, había llegado a ser célebre en el castillo de Montmorency, por su instinto afectuoso, sensible y por el cariño que mutuamente nos profesábamos; mas por una pusilanimidad muy tonta, había cambiado su nombre por el de Turco, como si no hubiese otros innumerables perros que se llaman Marqués, sin que ningún marqués se ofenda. El marqués de Villeroy, que supo este cambio de nombres, me atacó de tal modo con este motivo, que me vi. obligado a referir en plena mesa lo que había hecho. Lo que había en ello de ofensivo en cuanto al nombre de Duque no consistía tanto en habérselo dado al perro como en habérselo quitado, y lo peor fue que estaban presentes varios duques; el señor de Luxemburgo lo era y su hijo también. El marqués de Villeroy, que había de serlo, y lo es hoy día, se gozó cruelmente con el apuro en que me había puesto, y con el efecto que esto produjo.

-Confiado y ciego en mis esperanzas, siempre me he apasionado por lo que había de ser causa de mis desgracias.

-Olvido demasiado a mis enemigos para tener el mérito de perdonarlos.

-Contra lo que ha pasado no es necesario precaverse, y es inútil ocuparse en ello.

-Constantemente preocupado por mi pasada felicidad, la recuerdo pensando y fijándome en ella, hasta el punto de poder gozarla nuevamente cuando quiero.

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Está en Berna. Ve enemigos por todas partes. Cree que lo espían y piensa que lo atacan no sólo los religiosos sino también los académicos de la Sorbona. Lo califican de sifilítico. Le critican el haber abandonado sus hijos. Le atacan físicamente con piedras. Habla de Las cartas escritas desde la montaña: su defensa ante los ataques al Contrato social y al Emilio. Lo califican de “Anticristo”. Habla de Hume. Se dedica a la botánica. Se retira a una isla, pero luego debe abandonarla ante los ataques. (“Consistía este proyecto en ir a establecerme en la isla de San Pedro, perteneciente al hospital de Berna, en medio del lago de Bienne”.)

-Prefiero a dormir soñar despierto.

-Nací para meditar a mis anchas en la soledad.

 

 

 

-En el abismo de males en que me hallo sumergido, siento las heridas de los golpes que se me asestan; vislumbro el instrumento inmediato, pero no puedo ver la mano que lo dirige ni los medios que pone en juego.

-Los malvados y los tiranos siempre me han aborrecido de muerte, aun sin conocerme, y sólo por la lectura de mis obras.

-Las pasiones bajas no subyugan sino a los hombres pequeños, y hacen poca mella en las almas de gran temple.

- Lo que jamás he podido soportar es la habladuría de las tertulias, donde están todos sentados unos enfrente de otros, sin tener más que afilar la lengua. Cuando se va de camino, cuando se pasea, vaya con Dios; a lo menos los pies y los ojos hacen alguna cosa; pero permanecer quieto, con los brazos cruzados, hablando del tiempo que hace y de las moscas que vuelan, o, lo que es peor, dirigirse mutuos cumplidos, es para mí un suplicio insoportable.

-Me gusta ocuparme en hacer bagatelas, empezar mil cosas sin acabar ninguna ir y venir a mí antojo, cambiar de proyecto a cada instante, seguir el vuelo de una mosca, querer perforar una roca para ver lo que está debajo, emprender con ardor un trabajo de diez años y abandonarlo sin pesar a los diez minutos, malgastar el día entero sin orden ni concierto, y no seguir más que el capricho del memento.

-Siempre me ha gustado extraordinariamente la vista de las aguas, y su aspecto me sumerge en un delicioso sueño, aunque a menudo sin determinado objeto.

-Luego vagaba solo por este lago, acercándome a veces a las riberas, sin abordar jamás. A menudo, dejando mi lancha a merced del viento y del agua, me abandonaba a meditaciones sin objeto, que, no por ser estúpidas, eran menos gratas. A veces exclamaba con ternura: ¡”Oh Naturaleza; oh madre mía!

-Nada hay que influya más sobre mi corazón que un acto de valor hecho a propósito, en favor del débil injustamente oprimido.

-Si algún día tengo valor para escribir la parte tercera, se verá cómo, creyendo partir para Berlín, partí en efecto para Inglaterra.