FILOSOFÍA

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lunes, 26 de octubre de 2020

NIETZSCHE , EL SOCIALISMO Y LA REVOLUCIÓN.

 


NIETZSCHE , EL SOCIALISMO Y LA REVOLUCIÓN.

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

(Las opiniones de Frederick Nietzsche sobre algunos temas políticos   las encontramos en su libro “Humano, demasiado humano (1878):  El socialismo es el fantástico hermano menor del despotismo casi difunto, cuya herencia quiere recoger; sus esfuerzos son, pues, reaccionarios.

1

Los socialistas desean establecer el bien sobre el mayor número posible. Si algún día se llega a este estado perfecto, no habrá terreno para la inteligencia, para la individualidad poderosa: la humanidad será un rebaño inerte.

2

El carácter demagógico y el designio de influir sobre las masas, es actualmente común a todos los partidos político. Decía Voltaire: Cuando el populacho se mezcla en razonamientos, todo está perdido.

3

Ilusión de la teoría de la Revolución.– Hay soñadores políticos y sociales que gastan calor y elocuencia en reclamar un cataclismo en todos los órdenes, en la creencia de que por efecto del mismo se levantaría bien pronto el soberbio templo de una bella humanidad. Estos son sueños peligrosos: Desgraciadamente se sabe por experiencias históricas que todo convulsionamiento de ese género resucita de nuevo las energías salvajes, los caracteres más horrorosos y más desenfrenados de las edades anteriores.

 

4

 

 El socialismo es el fantástico hermano menor del despotismo casi difunto, cuya herencia quiere recoger; sus esfuerzos son, pues, reaccionarios. Desea una plenitud de poder del Estado como el propio despotismo no tuvo jamás; sobrepasa lo que enseña el pasado, porque trabaja por reducir a la nada formalmente al individuo: es que éste le parece un lujo injustificable de la Naturaleza y debe ser corregido por él en un órgano útil de la comunidad.

5

Al socialismo le es necesaria la servidumbre completa de todos los ciudadanos al Estado absoluto, tal como jamás ha habido otra semejante. No puede tener esperanza de una exigencia futura, sino por cortos períodos, aquí y allá, gracias al más extremo terrorismo. Por esto se prepara silenciosamente para la dominación por el terror, y hunda en las masas medio cultas, como un clavo en la cabeza, la palabra “Justicia”, a fin de quitarles toda inteligencia.

6

 El socialismo puede servir para enseñar de manera brutal el peligro de todas las acumulaciones de poder en el Estado, y en este sentido insinuar una desconfianza contra el Estado mismo.

7

La envidia y la pereza son las potencias motrices del socialismo.

 

domingo, 18 de octubre de 2020

HUMANO, DEMASIADO HUMANO.

 

HUMANO, DEMASIADO HUMANO


Edgardo Rafael Malaspina Guerra


1

Humano, demasiado humano fue publicado en 1878. Con este libro se inicia el estilo aforístico de Nietzsche. En nueve capítulos y 635 aforismos se habla de todas las cosas de la vida: las cotidianas y las elevadas, las triviales y las sesudas, pero siempre tratando de desprenderse del pensamiento común y metafísico. Es una cátedra de cómo pensar por uno mismo para apartarse del rebaño. Aquí se habla del hombre,  la mujer, los artistas, los escritores, la historia, la política, el socialismo incipiente, la religión, la moral, la modestia, la envidia, el amor, los sacrificios personales, los razonamientos , la soledad, la justicia, los sueños (aquí hay muchas ideas tomadas por Freud, aunque lo haya negado), las convicciones, la ciencia, el arte, la cultura en general ,y todo aquello que corresponde a lo humano, demasiado humano… Este es un tratado de filosofía, pero también de psicología.

2

El libro es una reflexión sobre las ideas…Un libro para pensadores libres.

3

¿Todo no es humano, demasiado humano?  ¿Han procedido de otro mundo los poetas? ¿Ha sido distinta la manera de crear el arte en el mundo?

4

¿No puede ser Dios una invención del demonio? Y si nosotros estamos engañados, ¿no somos también engañadores?

5

Los problemas filosóficos revisten hoy las mismas formas que hace dos mil años: ¿cómo puede nacer una cosa de su contraria, por ejemplo, lo razonable de lo irracional, lo sensible de lo muerto, la lógica del silogismo, la contemplación desinteresada del deseo avaro, el altruismo del egoísmo, la verdad del error?

6

Pecado original de los filósofos.– Todos los filósofos tienen en su activo esta falta común: partir del hombre actual y pensar que en virtud del análisis pueden llegar hasta el fin propuesto.  La falta de sentido histórico es el pecado original de los filósofos.

7

Desestimación del sueño.– Durante el sueño, el hombre, en las épocas de civilización y rudimentaria, aprende a conocer un segundo mundo real; tal es el origen de toda metafísica. Sin el sueño no habría ocasión de distinguir el mundo. La división en alma y cuerpo está también, ligada a la concepción antigua del sueño, del mismo modo que la creencia en una envoltura aparente del alma es el origen de la creencia en los espíritus y acaso también en la de los dioses. “Lo muerto continúa viviendo, pues se presente en los vivos durante el sueño”; así se razonaba en otro tiempo, razonamiento que duró millares de años.

8

No existe filósofo para quien la filosofía no sea apología del conocimiento.

9

La importancia del idioma para el desenvolvimiento de la civilización, estriba en que el hombre ha colocado un mundo propio al lado del otro.

10

El sueño y la civilización.– La función del cerebro que más se altera con el sueño es la memoria, no porque se suspenda enteramente, sino porque durante él se halla en un estado de imperfección semejante al que debió tener el hombre en los primeros tiempos de la humanidad, en la vigilia. En el sueño nos asemejamos todos a los salvajes.

11

Durante el sueño el sistema nervioso se encuentra continuamente excitado por múltiples causas interiores; casi todos los órganos se separan y se ponen en actividad. El que, por ejemplo, se envuelve los pies en dos fajas, puede soñar que dos serpientes se le enroscan: esto es primeramente una hipótesis, luego una creencia, acompañada de la representación e invención de forma.

12

El sueño nos hace volver a lejanos estados de la civilización humana. Así, el sueño es una recreación para el cerebro, que durante el día satisface las severas exigencias del pensamiento, tales como han sido establecidas por la civilización superior.

13

El poeta, el artista, supone causas que no son del todo verdaderas; se acuerda en esto de la humanidad anterior y nos ayuda a comprenderla.

14

 En todas las afirmaciones científicas hay inevitablemente algunas falsas grandezas.

15

Alcanza el hombre un grado muy elevado de cultura cuando llega a sobreponerse a las ideas y las inquietudes religiosas; cuando, por ejemplo, deja de creer en el ángel de la guarda o en el pecado original y se ha olvidado de la salvación de las almas.

16

La ciencia emplea como a sus más fieles asociados la duda y la desconfianza.

17

Un hombre completamente moderno, que quiere, por ejemplo, construirse una casa, siente del mismo modo que sentiría si quisiera, estando vivo, meterse en un mausoleo.

18

Se cree honrar a la filosofía, presentándola como un sucedáneo de la religión para el pueblo. Pero a este fin, debería saberse que las necesidades que la religión satisface y que la filosofía debe satisfacer, no son inmutables.

19

Del arte se puede pasar fácilmente a una ciencia filosófica verdaderamente libertadora.

20

  ¿Qué ser que piense tiene ya necesidad de la hipótesis de Dios?

21

Se supone que cuanto más profundo es el pensamiento del hombre, más tierno es su sentimiento, más alta estima tiene de sí, mayor es su alejamiento de los demás animales.

22

Las conclusiones erróneas más habituales en el hombre son estas: una cosa existe, tiene su legitimidad.

23

Entre las cosas que pueden llevar a un pensador a la desesperación, debemos enumerar el hecho de reconocer que lo lógico es necesario a los hombres, y que de lo ilógico nacen muchos bienes.  Aun el hombre más razonable tiene necesidad de volver a la Naturaleza, es decir, a su relación fundamental ilógica con todas las cosas. Todos los juicios sobre el valor de la vida se desarrollan ilógicamente y, por consiguiente, son injustos.

24

 Es evidente que al gran mayoría de los hombres soportan la vida sin quejarse, y creen por lo mismo en el valor de la existencia.

25

La moral es una mentira harto necesaria para que seamos arrancados de la animalidad.

26

La brevedad de la vida humana conduce a muchas afirmaciones erróneas sobre las cualidades del hombre.

27

Cuando un hombre prefiere la venganza a la justicia, es moral según la escala de apreciación de una civilización anterior, inmoral según la del tiempo presente.

28

Bueno y malo equivalen por un tiempo a noble y villano, señor y esclavo. Por el contrario, no se ve al enemigo como malo cuando puede volverse semejante. Troyanos y griegos son en Homero tan buenos los unos como los otros. No es el que nos causa daño, sino el que es despreciable, quien pasa como malo.

29

Hay casos en que la compasión es más fuerte que la pasión misma. Sentimos, por ejemplo, más disgusto cuando uno de nuestros amigos se hace culpable de alguna ignominia, que cuando nosotros mismos lo hacemos.

30

 Hay hombres que se vuelven hipocondríacos por simpatía e inquietud por otra persona; la especie de piedad que nace entonces debe tenerse como una enfermedad. Existe también una hipocondría cristiana de que son atacadas aquellas gentes solitarias, presas de la emoción religiosa, que se ponen continuamente ante los ojos la pasión y muerte de Cristo.

31

 Benevolencia.– Entre las cosas pequeñas, pero infinitamente frecuentes, y, por consiguiente, eficacísimas, a las cuales la ciencia debe consagrar mayor atención que a las grandes cosas raras, es necesario contar la benevolencia; me refiero a esas manifestaciones de disposición amistosa en las relaciones, a esa sonrisa de la mirada, a esos apretones de manos, a ese buen humor, de que por lo general casi todos los actos humanos están rodeados.

32

 El hipócrita que tiene que desempeñar siempre un papel, acaba por no serlo.

33

Los hombres creen en la verdad de todo lo que ha sido creído por otros con evidencia y con firmeza.

34

La mentira.– ¿Por qué los hombres, en su mayoría, dicen la verdad la mayor parte del tiempo? No es porque Dios haya prohibido la mentira. Es, primero, porque la verdad les es más fácil; la mentira exige invención, di- simulo y memoria; he aquí por qué dice Swift: “El que lanza una mentira, rara vez se da cuenta del pesado fardo que echa sobre sí; para sostenerla necesita soltar otras veinte”.

35

 Ningún poder logrará sostenerse si está representado sólo por hipócritas; la Iglesia católica posee todavía hermoso número de elementos “seculares”, su fuerza reside en esta especie de sacerdotes, numerosos aún, que hacen vida penitente y de severa austeridad.

36

Quien no busca en las cosas sino conocerlas, llega fácilmente a vivir en paz con su propia alma.

37

Es necesario que se tenga gran fuerza de imaginación para ser capaces de sentir la compasión.

38

El deseo de vengarse y la venganza.– Concebir un pensamiento de venganza y realizarlo, equivale a padecer un fuerte acceso de fiebre: concebir un pensamiento de venganza sin tener ni el esfuerzo ni el valor necesario para realizarlo, equivale a sufrir un mal crónico, una especie de envenenamiento del cuerpo y del alma.

39

 Saber esperar es tan difícil, que los más grandes poetas no han desdeñado tomar por asunto de sus poemas el hecho de no saber esperar. Así lo han hecho Shakespeare en Otelo, Sófocles en Ajax.

40

Toda virtud tiene sus privilegios: por ejemplo, el de llevar a la hoguera de un condado el contingente de su pequeño haz de leña.

41

El éxito da frecuentemente a un hecho todo el honrado esplendor de la buena penetración, el fracaso sombrea con el remordimiento el acto más respetable.

42

¿Por qué se enaltece al amor con prejuicio de la justicia y se le quiere dar mayor alcance diciendo de él las cosas más bellas, como si fuera superior a la justicia? ¿No es, en último extremo, el amor infinitamente menos inteligente que aquélla?

43

La Esperanza es en verdad el peor de los males, porque prolonga los suplicios de los hombres.

44

El asceta hace de la virtud una necesidad.

45

El sentido moral suele no faltar en naturalezas que no tienen ambición. Los ambiciosos, a su vez, pueden pasarse sin él.

46

 ¡Qué pobre sería el espíritu humano sin la vanidad!

47

Cuando la diferencia entre nosotros y los demás es muy grande, no abrigamos ya ningún sentimiento de injusticia, y matamos, por ejemplo, una mosca sin el menor remordimiento.

48

 Las emociones y las pasiones del alma están envueltas en la vanidad, piel del alma.

49

 Cuando la virtud duerma, se levantará más lozana.

50

La maldad es rara.– La mayor parte de los hombres están harto ocupados en sí mismos para ser malvados.

51

Corrección a Lucas, 18, 14o.– El que se humilla, quiere hacerse ensalzar.

52

Todo hombre que se ha convencido de que otro es un imbécil, un pobre diablo, se enoja cuando éste demuestra que no lo es.

53

¡Cuánto placer produce la moralidad! ¡

54

Toda tradición se hace más respetable a medida que su origen se aleja, que está más olvidado.

55

 El pudor existe en dondequiera que haya un misterio es éste un concepto religioso que tenía en los más antiguos tiempos de la civilización humana una gran extensión.

56

Sobre los análisis anacrónicos de la historia:

No juzguéis.– Debe uno evitar, al estudiar las épocas antiguas, el empeñarse en una censura injusta. La injusticia en la esclavitud, la crueldad en la sujeción de las personas y de los pueblos no deben medirse con nuestra medida, puesto que en aquel tiempo el instinto de la justicia tampoco se había desarrollado. ¿Quién se atreverá a reprochar al genovés Calvino haber hecho quemar al médico Servet? Fue esto una acción lógica que se desprendía de sus convicciones, y aun la Inquisición tiene su justificación. ¿Qué es, en realidad, el suplicio de un hombre en comparación con los eternos suplicios del infierno para casi todos? Y, sin embargo, esta concepción reinaba entonces sobre el mundo entero, sin que el honor más grande hiciese de ella un mal esencial ante la idea de Dios.

57

El hombre obra siempre bien.– Nosotros no nos quejamos de la Naturaleza como de un ser inmoral, cuando deja caer sobre nosotros una tempestad y nos empapa hasta los huesos. ¿Por qué llamamos inmoral al hombre que perjudica?

58

La inocencia de la maldad.– La maldad no tiene por fin esencialmente el sufrimiento del otro, sino su propio gozo, bajo la forma, por ejemplo, de un sentimiento de venganza o de una fuerte excitación nerviosa.

59

Legítima defensa.– Si se acepta de una manera general la legítima defensa como moral, es necesario admitir también casi todas las manifestaciones del egoísmo llamado inmoral.

60

 Cuando un mal nos aflige, podemos librarnos de él, o bien suprimiendo la causa, o bien modificando el efecto que produce nuestra sensibilidad, hasta por un cambio del mal en un bien, cuya utilidad revelará más tarde. La religión y el arte (así como la filosofía metafísica), se esfuerza en provocar ese cambio de sensación.

61

El conocimiento es dolor.– ¡Cuánto diera por hacer buenas las falsas afirmaciones de los homines religiosi! (que existe un Dios que nos exige el bien, que es custodio y testigo de toda acción, de todo pensamiento, que nos ama, que en las desgracias nos socorre).

Esto es lo que expresa Byron en versos inmortales:

El conocimiento es dolor: los que más sepan más deben llorar esta verdad fatal: el árbol de la Ciencia no es el de la vida.

62

Toda la filosofía, que abre campo, en la obscuridad de sus miras últimas.

63

El cristianismo como antigüedad.– Cuando en la mañana de un domingo oímos vibrar las viejas campanas, preguntamos: ¿Es posible que se haga esto por un judío, crucificado hace dos mil años, que se decía el Hijo de Dios?

64

Lo que no es griego en el cristianismo.– Los griegos no veían los dioses homéricos por encima de ellos como amos, ni a sí mismos por debajo de los dioses como criados, así como los judíos.

65

Ser religioso con ventaja.– Hay personas honradas y comerciantes íntegros a quienes la religión condecora con insignias de humanidad superior: éstos hacen muy bien en ser religiosos, pues la religión les embellece.

66

Las personas para quienes la vida diaria es una cosa vacía y monótona, se hacen fácilmente religiosas.

67

 Luego que una religión llega a hacerse dominante, tiene como adversarios a to- dos los que fueron sus primeros prosélitos.

68

El hombre, en medio de la Naturaleza, es siempre un niño.

69

El arte, evocador de los muertos.– El arte asume accesoriamente la tarea de conservar el ser, aun de dar algún color a las representaciones descoloridas y pálidas; teje, cuando llena esa tarea, un lazo alrededor de siglos diversos y hace aparecer los espíritus de esos siglos.

70

El poeta, aliviador de la vida.– Hemos expuesto que los poetas, queriendo, como quieren, aligerar la vida del hombre, o quitan la mirada del presente desapacible, o le obligan a tomar, enalteciendo el pasado, nuevos coloridos.

71

 La belleza más noble no es la que nos deslumbra instantáneamente sino aquella que se insinúa lentamente, la que uno lleva dentro de sí en el pensamiento.

72

El arte se entroniza cuando las religiones decaen. El arte hace tolerable el aspecto de la vida, cubriéndola con el cendal del pensamiento indeciso. El arte hace pesado el corazón del pensador.

73

La inspiración no existe: En realidad, la imaginación del buen artista o pensador produce constantemente lo bueno, lo mediocre y lo malo; pero su juicio extremadamente aguzado, ejercitado, rechaza, elige, combina, así es como nos damos cuenta hoy, viendo los apuntes de Beethoven, de que ha compuesto poco a poco sus más magníficas melodías y las ha entresacada de múltiples bosquejos.

74

 A toda gran revelación sigue la decadencia, especialmente en el dominio del arte.

75

El arte tiene su origen en la natural ignorancia del hombre sobre su ser interior (cuerpo y carácter); no existe ni para los naturalistas ni para los filósofos.

76

Espíritu colectivo.– Un buen escritor no tiene solamente su propio espíritu, sino también el de sus amigos.

77

Ni lo mejor ni lo peor de un libro es intraducible.

78

La mayor parte de los pensadores escriben mal, porque no nos comunican solamente sus pensamientos, sino también la razón de sus pensamientos.

79

 Aun al escritor más honrado se le escapa una palabra de más si quiere redondear un período.

80

El mejor escritor es aquel que se avergüenza de serlo.

81

Lo incompleto produce a menudo mayor efecto que lo completo.

82

El hombre que alaba completamente se pone por encima del que alaba, lo ve desde alto.

83

Quien ha escrito una vez y siente la pasión de escribir, no se da cuenta de que todo lo que hace y vive es literalmente comunicable. No piensa ya más que en el escritor y en su público; quiere la comprensión, pero no para su propio uso. El que enseña es la mayor parte del tiempo incapaz de tarea alguna para su propio bien, piensa siempre en el bien de sus alumnos, y el conocimiento no le produce placer sino en tanto que pueda enseñarlo.

84

Será siempre necesario que haya malos escritores, pues responden al gusto de las edades no desarrolladas, no maduradas, y éstas tienen también sus necesidades como las más maduras.

85

Es para todo escritor sorpresa enojosa y siempre nueva que su libro, desde que se separa de él, viva con vida propia.

86

Los aristócratas del espíritu no se apresuran; sus creaciones aparecen y caen del árbol como en una tranquila tarde de otoño, sin que sean anhelosamente deseadas ni solicitadas. El deseo incesante de crear es vulgarísimo y atestigua recelos, envidia, ambición. Si es uno algo, no tiene necesidad de hacer nada. Por encima de los hombres “productores” existe una especie superior.

87

Aquiles y Homero.– Pasa como en el caso de Aquiles y de Homero: el uno tiene la vida, el sentimiento; el otro los describe. Un verdadero escritor no da fija más que la pasión y la experiencia de otro: es artista para saber sacar mucho de lo poco que ha sentido u oído.

88

La música espiritual nació del catolicismo regenerado después del Concilio de Trento, siendo Palestrina quien sirvió de resonancia al espíritu nuevo, íntima y profundamente emocionado; más tarde pasó lo mismo con Bach en el protestantismo.

89

Del mismo modo que la vejez recuerda la juventud, la adolescencia, los primeros años, del mismo modo la humanidad considera el arte como un recuerdo de los goces de la juventud.

90

Enseña la historia que la línea en que un pueblo se conserva mejor es aquella en que la mayor parte de los hombres tienen un vivo sentimiento común por causa de la identidad de sus principios esenciales e indisputables, y, por lo tanto, por causa de su creencia común. Allí es donde se fortifican las buenas costumbres, donde se aprende la subordinación del individuo, donde el carácter recibe la fijeza, nada más que por sus vínculos, acrecentándola después por medio de la educación.

91

 Se llama espíritu libre aquel que piensa de manera distinta a la que se cree de él por causa de su origen, de sus relaciones, de su situación y de su empleo, o por causa de las miras reinantes en los tiempos actuales.

92

 El espíritu dependiente obra, no por razones, sino por costumbre; si es, por ejemplo, cristiano, no es porque haya examinado las religiones y elegido entre ellas; si es inglés, no es porque sea partidario de Inglaterra; adoptó al cristianismo y a Inglaterra, a la manera de un hombre que, por haber nacido en un país vitícola, se hace bebedor.

93

Los socialistas desean establecer el bien sobre el mayor número posible. Si algún día se llega a este estado perfecto, no habrá terreno para la inteligencia, para la individualidad poderosa: la humanidad será un rebaño inerte.

94

 El Renacimiento italiano contenía todas las fuerzas positivas que debemos a la civilización moderna: libertad de pensamiento, des- precio de la autoridad, triunfo de la cultura, entusiasmo por la ciencia nueva y antigua, independencia individual, entusiasmo por la verdad y por la perfección (aun en las obras literarias la buscaban): tales fuerzas eran mayores que las de hoy.

95

Cuanto mayor es la cultura de un hombre, tanto menor es su inclinación a la burla y a la sátira. Voltaire daba gracias a Dios en el fondo de su corazón por la invención de la Iglesia y del matrimonio.

 96

Así como el arte de curar no floreció hasta que cesó la fe en las curaciones milagrosas, así el interés por la educación no cobra fuerza sino cuando se abandona la fe en Dios y en su provincia.

97

El porvenir del médico.– La profesión que puede progresar hoy es la de médico. Sobre todo, desde que perdieron su influencia los médicos de almas. La cultura de un médico no consiste sólo en el diagnóstico; necesita elocuencia persuasiva, arrogancia que quite la timidez del enfermo, habilidad diplomática, ingenio de agente de policía; en una palabra, todas las cualidades de las demás profesiones. Es el verdadero bienhechor de la sociedad; puede formar una aristocracia de cuerpo y espíritu y finalmente, destruir los remordimientos de conciencia. Es un salvador que no necesita ser crucificado.

98

Marcha circular de la humanidad.– Quizá la humanidad no sea más que una breve fase de la evolución de una especie de animales; de manera que el hombre, habiendo sido mono, vuelva a ser mono. Así como la civilización romana volvió a la barbarie, así toda la civilización humana podría volver al embrutecimiento. Si podemos preverlo, procuremos evitarlo.

99

 ¿Cuál es la causa de que el conocimiento produzca placer? El que da conciencia de la fuerza, como los ejercicios gimnásticos. Además, porque en esta lucha con la verdad aparece el hombre vencedor. Finalmente, porque sentimos estar solos y los primeros en la verdad descubierta.

100

Ningún filósofo ha dejado de mirar en su vejez con desprecio o con desconfianza las teorías de su juventud.

101

Cada día encuentra el hombre más interés en las cosas y con mayor facilidad el lado instructivo, el objeto que llena una laguna de sus pensamientos. Así va desapareciendo el hastío.

102

 En los adolescentes se fijó todo el idealismo de la fuerza griega, y jamás fueron tratados con mayor cariño, según aquella máxima de Hölderlin: “Amando produce el mortal su mayor bien”.

103

Pensar como historiador significa imaginarse que en todos los tiempos la historia hubiera tenido como consigna “hacer lo menos posible en el mayor tiempo posible”.

104

Aprender muchas lenguas.– El aprender muchas lenguas llena de palabras la capacidad limitada de la memoria. Los dos pueblos que han producido los mejores artistas del estilo, los griegos y los franceses, no aprendían lenguas extranjeras.

105

Fases de la cultura intelectual.– La fuerza o la debilidad de la producción intelectual no depende tanto de las facultades heredadas como de la energía transmitida. La mayor parte de los intelectuales se planta a la edad de treinta años, y en este punto solsticial de su vi- da no quieren nuevas orientaciones.

106

El que se ata por mucho tiempo a los sentimientos religiosos y vive, por consiguiente, muchos años en la metafísica y en el arte, se atrasa y entra con mal pie en la lucha humana.

107

 El que quiere seriamente hacerse libre, pierde por ese solo hecho, sin violencia alguna, la tendencia a las faltas y a los vicios: el fastidio y el despecho le mortifican más raramente.

108

Buen epistolar.– El que no escribe libros, piensa mucho y vive en una sociedad que no le supera, es siempre un buen epistológrafo.

109

 Ningún viajero ha encontrado en ninguna parte del mundo sitios más feos que en la faz humana.

110

Padres de un suicida.– Los padres de un suicida suelen abominar al hijo para dejar a salvo su reputación.

111

Callarse.– La manera más desagradable de replicar en una polémica es la de enojarse y la de callar, pues el agresor interpreta ordinariamente el silencio como desprecio.

112

La experiencia de Sócrates.– Cuando se ha llegado a ser maestro en una cosa, se es por lo general aprendiz en la mayor parte de las otras, pero creyendo siempre lo contrario, como Sócrates. Tal es lo que hace desagradable el trato de los maestros.

113     

De la propia madre.– Cada uno lleva en sí una imagen de la mujer, sacada de la propia madre; por esto se halla determinado a respetar a las mujeres en general, o a despreciarlas o a ser totalmente indiferente respecto de ellas. (Se anticipó a Freud y su complejo de Edipo)

114

 Las mujeres tienen el entendimiento, los hombres la sensibilidad y la pasión.

115

Los miopes son amorosos.– A veces basta el empleo de lentes más fuertes para curar al que fácilmente se enamora.

116

¿Quién sufre más?.– Después de toda disputa y querella personal entre una mujer y un hombre, éste sufre sobre todo con la idea de haberle hecho mal, mientras que aquélla se lamenta, por el contrario, de no haberle hecho todo el mal posible, y se esfuerza en mortificarle con sus lágrimas y sollozos y gestos de disgusto.

117

 Una buena esposa debe ser amiga, coadjutora, re- productora, madre, jefe de la familia, ama de gobierno, y al mismo tiempo, independientemente del hombre, ocuparse de sí misma; por eso no puede ser a la vez concubina: esto sería pedirle demasiado.

 118

Demasiado cerca.– Viviendo demasiado cerca de un hombre, puede sucedernos lo mismo que con un buen grabado si lo cogemos con los dedos sucios: cualquier día no tenemos entre las manos más que un pobre papel arrugado y puerco. También el alma de un hombre se desgasta por el roce continuo; a lo menos acaba por parecérnoslo, y no tornamos a ver su figura y su belleza original. Se pierde siempre en tratar demasiado íntimamente a las mujeres y los amigos, la perla de la vi- da.

119

Jantipa.– Sócrates encontró una mujer adecuada; pero no la hubiera buscado de conocerla lo suficiente. Lo cierto es que Jantipa le hizo avanzar en su misión, al tornarle inhabitable e inhospitalarios la casa y el hogar: ella le enseñó a vivir en las calles, y, sobre todo, donde se podría charlar y holgazanear; con ello le hizo el primer dialéctico de Atenas, hasta el punto de llegar a compararse a sí mismo con un tábano que cierto dios había colocado sobre el hermoso caballo Atenas, para no dejarle reposar jamás.

120

El carácter demagógico y el designio de influir sobre las masas, es actualmente común a todos los partidos político. Decía Voltaire: Cuando el populacho se mezcla en razonamientos, todo está perdido.

121

Ejércitos nacionales.– El mayor inconveniente de los ejércitos nacionales, tan alabados en nuestros días, consiste en que destruyen hombres de la más elevada civilización. Hay, teniendo corazón e inteligencia, que ser antimilitaristas. El ejército y la Iglesia morirán al mismo tiempo. No pueden subsistir el uno sin el otro.

122

Guerra.– Para desprestigiar la guerra, puede decir- se: la guerra hace al vencedor bruto, y al vencido, malvado.

123

Todo el pasado de la antigua civilización está fundado en la violencia, la esclavitud, el engaño, el error; pero nosotros, herederos de todas las condensaciones y circunstancias de ese pasado, no podemos anonadarlo por decreto, ni tenemos tampoco derecho para suprimir de él ni un solo pedazo. Los sentimientos de injusticia están igualmente en las almas de los no poseedores; no son mejores que los poseedores y no tienen ningún privilegio moral, pues han tenido alguna parte de los antiguos poseedores. No es de nuevas particiones hechas por la violencia, sino de transformaciones graduales de las ideas, de lo que tenemos necesidad; es necesario que en todos la justicia se robustezca y se debilite el instinto de la violencia.

124

Ilusión de la teoría de la Revolución.– Hay soñadores políticos y sociales que gastan calor y elocuencia en reclamar un cataclismo en todos los órdenes, en la creencia de que por efecto del mismo se levantaría bien pronto el soberbio templo de una bella humanidad. En estos sueños peligrosos persiste un eco de la superstición de Rousseau, que cree en una bondad de la humana Naturaleza, maravillosa, original, pero, por decirlo así, enterrada, y pone en cuenta a las instituciones de civilización, a la sociedad, al Estado, a la educación, toda la responsabilidad de ese entierro. Desgraciadamente se sabe por experiencias históricas que todo convulsionamiento de ese género resucita de nuevo las energías salvajes, los caracteres más horrorosos y más desenfrenados de las edades anteriores ; que, por consiguiente, un trastorno tal puede ser una fuente de fuerza para la humanidad inerte, pero no ordenador, arquitecto, artista, perfeccionador de la naturaleza humana. No es la naturaleza de Voltaire, con su moderación, su tendencia a arrancar, a purificar, a modificar, sino las locuras y mentiras de Rousseau lo que ha despertado el espíritu optimista de la Revolución contra la cual yo grito: ¡Aplastad al infame! Por él el espíritu de las luces y de la evolución progresiva, ha sido desterrados para largo tiempo: ¡veamos –cada uno a so- las consigo mismo– si es posible repartirlo!

 

125

Sobre el socialismo:

El socialismo desde el punto de vista de sus medios de acción.– El socialismo es el fantástico hermano menor del despotismo casi difunto, cuya herencia quiere recoger; sus esfuerzos son, pues, reaccionarios. Desea una plenitud de poder del Estado como el propio despotismo no tuvo jamás; sobrepasa lo que enseña el pasado, porque trabaja por reducir a la nada formalmente al individuo: es que éste le parece un lujo injustificable de la Naturaleza y debe ser corregido por él en un órgano útil de la comunidad. Como consecuencia de esta afinidad, se deja ver siempre alrededor de todos los desarrollos excesivos de poder, como el viejo socialista tipo, Platón, en la corte del tirano de Sicilia: anhela (y aun exige en ocasiones) el despotismo cesáreo de este siglo, porque como he dicho, desearía ser su heredero. Pero aun esta herencia no bastaría a sus fines; le es necesaria la servidumbre completa de todos los ciudadanos al Estado absoluto, tal como jamás ha habido otra semejante, y como no tiene el menor derecho para contar con la vieja piedad religiosa hacia el Estado, sino que al contrario, debe de bien o mal grado trabajar constantemente por su supresión –pues que en efecto trabaja por la supresión de todos los Estados existentes– no puede tener esperanza de una exigencia futura, sino por cortos períodos, aquí y allá, gracias al más extremo terrorismo.

Por esto se prepara silenciosamente para la dominación por el terror, y hunda en las masas medio cultas, como un clavo en la cabeza, la palabra “Justicia”, a fin de quitarles toda inteligencia (después de que esta inteligencia ha sufrido bastante por cierto en la semicultura) y de procurarles, por el villano juego que ellos tendrán que hacer, una buena conciencia. El socialismo puede servir para enseñar de manera brutal el peligro de todas las acumulaciones de poder en el Estado, y en este sentido insinuar una desconfianza contra el Estado mismo.

Cuando su ruda voz se mezcla al grito de guerra “Lo más Estado posible”, este grito resultará de pronto más ruidoso que nunca; pero en seguida estallará con no menor fuerza el grito opuesto: “Lo menos Estado posible”.

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Más sobre el socialismo:

 

Envidia y pereza en sentidos diversos.– Los dos partidos adversarios, el socialista y el nacionalista, cualesquiera que sean los nombres que tengan en las diversas comarcas de Europa, son dignos el uno del otro: la envidia y la pereza, en el uno y en el otro, son las potencias motrices. En uno de los campos se quiere trabajar lo menos posible con los brazos; en el otro lo menos posible con la cabeza: en el último se odia, se envidia a los individuos eminentes que se engrandecen en su seno, que no se dejan colocar en filas para una acción en masa; en el primero se odió a la casta de la sociedad mejor establecida en condiciones más favorables, cuya misión, la producción de los beneficios superiores de la civilización, hace interior la vida más pesada y dolorosa. Si se lograse, es verdad, hacer de ese espíritu la acción en masa el espíritu de las clases elevadas de la sociedad, los batallones socialistas tendrían el derecho de aplicar el nivel entre ellos y aquellas clases, puesto que, moralmente, en la cabeza y el corazón se creen mutuamente en el mismo nivel. ¡Vivid como hombres superiores y haced sin cesar los negocios de la civilización superior; ¡entonces todo lo que vive en ella reconocerá vuestros derechos, y el orden de la sociedad de que sois la cumbre será garantido de todo atentado!

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Repitámoslo.– Opiniones públicas, perezas privadas.

128

 Las convicciones son más peligrosos enemigos de la verdad que las mentiras.

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Hombre de carácter.– Un hombre parece tener más carácter cuando sigue su temperamento que cuando sigue sus principios.

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La pasión por las cosas.– Quien pone su pasión en las cosas (ciencias, intereses de la civilización, artes) quita mucho ardor a su pasión por las personas (aun cuando sean representantes de las mismas cosas, como los filósofos, artistas etcétera).

131

 No tan profundamente.– Las personas que han abrazado una causa en toda su profundidad, rara vez permanecen fieles. Han apreciado la profundidad a la luz del día y en ella hay siempre mucho malo que ver.

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Privilegio de la grandeza.– Es privilegio de la grandeza procurar mucha felicidad con dones mínimos.

133

Noble sin quererlo.– El hombre se conduce noblemente sin quererlo, cuando está habituado a no querer nada de los demás.

134

Condición del heroísmo.– Los héroes precisan una serpiente que se torne en dragón; de otro modo le faltará su enemigo legítimo.

135

 No hablar absolutamente del yo es una nobilísima hipocresía.

136

El que ve mal, ve siempre demasiado poco; el que oye mal, oye siempre demasiado.

137

Peligro del médico.– Es necesario haber nacido para nuestro médico; de otro modo, pereceremos por nuestro médico.

138

Mala memoria.– La ventaja de tener mala memoria consiste en que se goza muchas veces las mismas cosas.

139

 El amor desea, el temor evita. En esto consiste que nadie pueda ser amado y temido a la vez por la misma persona, a lo menos a un tiempo.

140

Sembrar y recoger sobre los defectos personales.– Hombres como Rousseau utilizan sus debilidades, sus lagunas, sus faltas, como de un depósito de desperdicio para su talento.

141

Tener el espíritu filosófico.– De ordinario hace uno esfuerzos para procurar a todas las situaciones y a todos los sucesos de la vida una sola dirección de conciencia, una sola, especie de puntos de vista; esto es lo que se llama tener espíritu filosófico.

142

El hombre de convicciones no es el hombre de pensamiento científico.

143

De las pasiones nacen las opiniones: la pereza de espíritu las hace cristalizar en convicciones.

144

El viajero.– El que quiere solamente, dentro de cierta medida, llegar a la libertad de la razón, no tiene derecho durante mucho tiempo para creerse sino un viajero, y no como el que hace el viaje hacia un fin último, porque no lo tiene.

145

¡Nada de excusas! Acoged este libro en vuestros brazos, vosotros los de corazón libre, y creed que jamás mis sinrazones, por muchos odios que me atraigan, sirvieron para execrar nada.

De lo que encuentro y busco con empeño ¿habló algún libro jamás? ¡Ven en mí la pasión de los locos! Honradme, que anhelé vuestra ventura; y sacad de este libro amargo razones para todo.