EL OCASO DE LOS IDOLOS
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
Universidad Rómulo Gallegos (Venezuela)
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Nietzsche
escribe con odio contra la religión, pero especialmente contra el cristianismo.
El ocaso de los ídolos es el fin de las verdades que precedieron al autor. El
hombre busca una mentira que toma por verdad porque la vida es dura y necesita
de un cuento de hadas para que la existencia sea más tolerable. “Creer en la
inmortalidad del alma es una cobardía que reconforta”, decía Chejov. Dios niega
los instintos naturales porque todo lo vigila, lo premia y lo castiga. La moral
es contraria a la esencia de la vida. Cuando el hombre busca el conocimiento
está matando a Dios. La naturaleza inventó el placer sexual para perpetuar la
especie; pero la especie humana inventó los anticonceptivos y con ese invento
burló a la naturaleza, a Dios. Nietzsche dice que el hombre mata a Dios para el
mismo convertirse en Dios; y eso es cierto: cuando el hombre clona a otro ser
le ha quitado una potestad que sólo pertenece a Dios: la de crear vida. Ahora
el hombre también es Dios porque puede crear vida a través de la clonación.
Cuando el Dios del cielo muere es porque es sustituido por muchos Dioses en la
tierra. El difícil reconocer estas verdades. Se necesita mucha valentía. Un
viejo profesor me comentaba que desprenderse de los dogmas religiosos (un ídolo
de la caverna de Francis Bacon) es como desgarrarse el pecho.
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Cuando
se masifica la educación, la misma pierde calidad porque produce muchos malos estudiantes
y pocos buenos profesores. Además, es claro que se quiere egresar profesionales
aprovechables políticamente. La educación debe ser un proceso ejecutado con
calma para enseñar a pensar, hablar y escribir. “…Se requieren educadores que
estén a su vez educados, espíritus superiores…que estén a la altura requerida en
todo momento y que den prueba de ello cuando hablen y guarden silencio…” “…Educación superior y gran número son dos cosas
contradictorias a priori entre sí”.
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El
lenguaje tergiversa las verdades, por eso es necesario guardar silencio y
meditar.
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Las ideas más brillantes se le ocurrieron a Nietzsche
mientras caminaba, por eso escribe: “Solo tienen valor los pensamientos que nos
vienen mientras andamos”. El alguna parte decía un especialista ruso que
caminar produce tres efectos positivos: salud, buen humor y buenos
pensamientos.
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Nietzsche
actúa como sicólogo o como siquiatra, lo que demuestra que la filosofía al ramificarse
en otras disciplinas deja de serlo. Entonces, la filosofía versa sobre los
temas que no conocemos, y al conocerlos ya no será filosofía. La filosofía es
hacerse preguntas que no tiene respuestas en el momento que nos las hacemos. La
filosofía viene también del sufrimiento, por eso Chejov afirmó: “Cuando la humanidad
aprenda verdaderamente a aliviar sus
sufrimientos con pastillas y gotas .dejará a un lado fatalmente la religión y
la filosofía”.
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Nietzsche
habla como sicólogo a siquiatra cuando se refiere a Sócrates, y cree que el
griego filosofaba porque era bien feo. Hasta piensa que sus rasgos físicos
escondían una personalidad criminal. Constantemente, Nietzsche se define como
fisiólogo, pero exactamente es frenólogo como Franz Joseph Gall (las protuberancias del
cráneo se asocian a las funciones afectivas e intelectuales) y como Jonh Kaspar (los rasgos faciales se relacionan
con el carácter y la actividad mental). En última instancia era lambrosiano.
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Nietzsche
sutilmente da entender que Sócrates estaba loco (cuando se juntan se conocen):
“No olvidemos tampoco de sus alucinaciones acústicas, a las que, con el nombre
de daimon de Sócrates, se le ha dado una interpretación religiosa”.
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La
Eternidad es un espacio desconocido, pero que en todo caso pertenece a los
aposentos de Dios. ¿Qué es la eternidad? Uno siempre piensa
que la eternidad es algo inmenso. Dostoievski piensa distinto. Hay que recordar
la conversación entre Roskolnikov y Svidrigailov en Crimen y castigo. Svidrigailov
rechaza el concepto de eternidad como algo extenso o inmenso de esta manera: “¿Por
qué tiene que ser la eternidad necesariamente algo grande, espacioso e
ilimitado? Imagínese de repente, un
cuartucho como un baño sauna de las que tienen los campesinos rusos, con
hollín, y en todos los rincones lleno de telaraña, y he allí toda la eternidad”.
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Algunos
dicen por allí que la eternidad ya es un espacio al alcance de todos. Ya no
pasan a la eternidad solamente los grandes, los héroes y los semidioses porque
la misma está al alcance de todos: internet la ha popularizado, la ha
masificado. Basta con escribir algo en la red y colocar una foto para que se
multiplique y difunda tu nombre. Lo viral está asociado a lo eterno. Prueba de
que la eternidad se alcanza por ese medio es que los difamados que intentan borrar
la difamación para limpiar su nombre, reciben una sola respuesta de los
directores de las redes sociales: es imposible, los borras aquí y aparece por
allá.
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Dios
ha muerto también en el terreno de la eternidad. El hombre la ha alcanzado con
la tecnología de comunicaciones.
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La
historia del hombre es su progreso ascendente por la espiral del conocimiento;
y eso no es más que el cumplimiento de un mandato bíblico: “Entonces dijo Dios:
hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…” (Génesis
1:26).
Dios
creó al hombre para que fuera tan poderoso como Él.
El
hombre creó a Dios como una meta que debía alcanzar a largo plazo y ser
poderoso (Dios) según ese sueño.
Dios
es la esperanza del hombre, su conciencia, su futuro. Ya Voltaire lo dijo: “Si
no existe Dios, hay que crearlo”.
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Nietzsche
dice: “Sólo se sigue siendo joven cuando el alma no descansa, cuando no
buscamos la paz”. Es decir: el ocio es la madre de todos los vicios. Trabajar
hasta el último minuto es tener salud. Nunca ser un pensionado ocioso. Nunca
jubilarnos. Morir haciendo lo que nos gusta.
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Lo
apolíneo (la vida seria, el estudio, la ciencia) y lo dionisíaco (los goces, la
alegría, la embriaguez) se pierde con Sócrates y Platón. El cristianismo
promete una vida más allá de la muerte. No vivimos la vida real, sino que
esperamos otra que en realidad es inexistente, pura mentira religiosa. La “cosa
en sí” (lo que no conocemos) de Kant para negar el conocimiento es la
afirmación del misterio de Dios, y la negación del camino del hombre hacia la
verdad. El conocimiento es descubrir la cosa en sí. Con la desaparición de la
cosa en sí a través del conocimiento,
desaparece Dios.
Al
negar las mentiras del cristianismo podemos caer en el nihilismo, el cual se
supera siguiendo la moral natural de los instintos. Hay que regresar a la
dialéctica de Apolo y Dionisio.
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Sólo
existimos. No hay ninguna finalidad en nuestra existencia.
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Marx
dijo que la religión es el opio de los pueblos. Nietzsche dice que hay dos
grandes narcóticos: el alcohol y el cristianismo.
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En
la evolución los débiles superan a los fuertes en número y en ingenio. Los que
tiene fortaleza desprecian el ingenio. El ingenio es la previsión, la
paciencia, la astucia, el disimulo, el dominio de sí mismo y el mimetismo.
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Las
enfermedades son efectos de la decadencia, no causas de ellas, afirma
Nietzsche. Hay un pasaje que tal vez tomaron los fascistas, los
nacionalsocialistas hitlerianos y el propio Mengele: “El enfermo es un parásito
de la sociedad. Es indecoroso seguir viviendo cuando se llega a cierto estado”
(¿sugería la eutanasia?), y prosigue: “Seguir vegetando dependiendo cobardemente
de los médicos y medicinas, una vez perdido el sentido de la vida, el derecho a
vivir, debiera ser algo que produjese desprecio a la sociedad”. Luego sugiere
que los médicos deben dejar de lado las recetas y experimentar dosis de asco
hacia sus pacientes, y remata con algo parecido a la eugenesia practicada por
los fascistas alemanes: “Hay que crear en el médico una nueva responsabilidad
ante todos aquellos en que el interés supremo de la vida ascendente exija que
se aplaste y se elimine sin contemplaciones la vida degenerante; por ejemplo,
en lo relativo al derecho de engendrar, a nacer, a vivir…”
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“…cualquier
pobre diablo siente placer injuriando, porque esto le produce una pequeña
borrachera de poder”.
“Si
yo pertenezco a la canalla y soy un canalla, tú deberías pertenecer a ella y
serlo también: con esta lógica se hace la revolución”.
“El
quejarse no sirve absolutamente de nada: es algo que procede de la debilidad.
No hay una gran diferencia entre atribuir nuestro malestar a otros como hace el
socialista o atribuírselos a nosotros mismos, como hace el cristiano”.
“…odio
también a la revolución, porque esta es la manifestación, en el ámbito de la
historia universal, de esa duplicidad de idealista y de chusma”.
Para
Nietzsche la doctrina de la igualdad es el fin de la justicia porque no se debe
igualar los desiguales.
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En
este libro Nietzsche habla de sus preferencias literarias. “El aforismo y la
sentencia…son las formas de la eternidad. Ambiciono decir en diez frases lo que
todos los demás dicen en un libro”.
Sus
influencias para la escritura provienen de Salustio, Horacio, Túcidides y
reconoce en Dostoievski al psicólogo que le enseñó algo.
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