FILOSOFÍA

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miércoles, 4 de enero de 2017



EL OCASO DE LOS IDOLOS

Edgardo Rafael Malaspina Guerra
Universidad Rómulo Gallegos (Venezuela)
1
Nietzsche escribe con odio contra la religión, pero especialmente contra el cristianismo. El ocaso de los ídolos es el fin de las verdades que precedieron al autor. El hombre busca una mentira que toma por verdad porque la vida es dura y necesita de un cuento de hadas para que la existencia sea más tolerable. “Creer en la inmortalidad del alma es una cobardía que reconforta”, decía Chejov. Dios niega los instintos naturales porque todo lo vigila, lo premia y lo castiga. La moral es contraria a la esencia de la vida. Cuando el hombre busca el conocimiento está matando a Dios. La naturaleza inventó el placer sexual para perpetuar la especie; pero la especie humana inventó los anticonceptivos y con ese invento burló a la naturaleza, a Dios. Nietzsche dice que el hombre mata a Dios para el mismo convertirse en Dios; y eso es cierto: cuando el hombre clona a otro ser le ha quitado una potestad que sólo pertenece a Dios: la de crear vida. Ahora el hombre también es Dios porque puede crear vida a través de la clonación. Cuando el Dios del cielo muere es porque es sustituido por muchos Dioses en la tierra. El difícil reconocer estas verdades. Se necesita mucha valentía. Un viejo profesor me comentaba que desprenderse de los dogmas religiosos (un ídolo de la caverna de Francis Bacon) es como desgarrarse el pecho.
2
Cuando se masifica la educación, la misma pierde calidad porque produce muchos malos estudiantes y pocos buenos profesores. Además, es claro que se quiere egresar profesionales aprovechables políticamente. La educación debe ser un proceso ejecutado con calma para enseñar a pensar, hablar y escribir. “…Se requieren educadores que estén a su vez educados, espíritus superiores…que estén a la altura requerida en todo momento y que den prueba de ello cuando hablen y guarden silencio…”  “…Educación superior y gran número son dos cosas contradictorias  a priori entre sí”.
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El lenguaje tergiversa las verdades, por eso es necesario guardar silencio y meditar.
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 Las ideas más brillantes se le ocurrieron a Nietzsche mientras caminaba, por eso escribe: “Solo tienen valor los pensamientos que nos vienen mientras andamos”. El alguna parte decía un especialista ruso que caminar produce tres efectos positivos: salud, buen humor y buenos pensamientos.
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Nietzsche actúa como sicólogo o como siquiatra, lo que demuestra que la filosofía al ramificarse en otras disciplinas deja de serlo. Entonces, la filosofía versa sobre los temas que no conocemos, y al conocerlos ya no será filosofía. La filosofía es hacerse preguntas que no tiene respuestas en el momento que nos las hacemos. La filosofía viene también del sufrimiento, por eso Chejov afirmó: “Cuando la humanidad aprenda verdaderamente  a aliviar sus sufrimientos con pastillas y gotas .dejará a un lado fatalmente la religión y la filosofía”.
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Nietzsche habla como sicólogo a siquiatra cuando se refiere a Sócrates, y cree que el griego filosofaba porque era bien feo. Hasta piensa que sus rasgos físicos escondían una personalidad criminal. Constantemente, Nietzsche se define como fisiólogo, pero exactamente es frenólogo  como Franz Joseph Gall (las protuberancias del cráneo se asocian a las funciones afectivas e intelectuales) y como  Jonh Kaspar (los rasgos faciales se relacionan con el carácter y la actividad mental). En última instancia era lambrosiano.
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Nietzsche sutilmente da entender que Sócrates estaba loco (cuando se juntan se conocen): “No olvidemos tampoco de sus alucinaciones acústicas, a las que, con el nombre de daimon de Sócrates, se le ha dado una interpretación religiosa”.
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La Eternidad es un espacio desconocido, pero que en todo caso pertenece a los aposentos de Dios. ¿Qué es la eternidad? Uno siempre piensa que la eternidad es algo inmenso. Dostoievski piensa distinto. Hay que recordar la conversación entre Roskolnikov y Svidrigailov en Crimen y castigo. Svidrigailov rechaza el concepto de eternidad como algo extenso o inmenso de esta manera: “¿Por qué tiene que ser la eternidad necesariamente algo grande, espacioso e ilimitado? Imagínese  de repente, un cuartucho como un baño sauna de las que tienen los campesinos rusos, con hollín, y en todos los rincones lleno de telaraña,  y he allí toda  la eternidad”.
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Algunos dicen por allí que la eternidad ya es un espacio al alcance de todos. Ya no pasan a la eternidad solamente los grandes, los héroes y los semidioses porque la misma está al alcance de todos: internet la ha popularizado, la ha masificado. Basta con escribir algo en la red y colocar una foto para que se multiplique y difunda tu nombre. Lo viral está asociado a lo eterno. Prueba de que la eternidad se alcanza por ese medio es que los difamados que intentan borrar la difamación para limpiar su nombre, reciben una sola respuesta de los directores de las redes sociales: es imposible, los borras aquí y aparece por allá.
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Dios ha muerto también en el terreno de la eternidad. El hombre la ha alcanzado con la tecnología de comunicaciones.
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La historia del hombre es su progreso ascendente por la espiral del conocimiento; y eso no es más que el cumplimiento de un mandato bíblico: “Entonces dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…” (Génesis 1:26).
Dios creó al hombre para que fuera tan poderoso como Él.
El hombre creó a Dios como una meta que debía alcanzar a largo plazo y ser poderoso (Dios) según ese sueño.
Dios es la esperanza del hombre, su conciencia, su futuro. Ya Voltaire lo dijo: “Si no existe Dios, hay que crearlo”.
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Nietzsche dice: “Sólo se sigue siendo joven cuando el alma no descansa, cuando no buscamos la paz”. Es decir: el ocio es la madre de todos los vicios. Trabajar hasta el último minuto es tener salud. Nunca ser un pensionado ocioso. Nunca jubilarnos. Morir haciendo lo que nos gusta.
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Lo apolíneo (la vida seria, el estudio, la ciencia) y lo dionisíaco (los goces, la alegría, la embriaguez) se pierde con Sócrates y Platón. El cristianismo promete una vida más allá de la muerte. No vivimos la vida real, sino que esperamos otra que en realidad es inexistente, pura mentira religiosa. La “cosa en sí” (lo que no conocemos) de Kant para negar el conocimiento es la afirmación del misterio de Dios, y la negación del camino del hombre hacia la verdad. El conocimiento es descubrir la cosa en sí. Con la desaparición de la cosa en sí a través del conocimiento,  desaparece Dios.
Al negar las mentiras del cristianismo podemos caer en el nihilismo, el cual se supera siguiendo la moral natural de los instintos. Hay que regresar a la dialéctica de Apolo y Dionisio.
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Sólo existimos. No hay ninguna finalidad en nuestra existencia.
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Marx dijo que la religión es el opio de los pueblos. Nietzsche dice que hay dos grandes narcóticos: el alcohol y el cristianismo.
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En la evolución los débiles superan a los fuertes en número y en ingenio. Los que tiene fortaleza desprecian el ingenio. El ingenio es la previsión, la paciencia, la astucia, el disimulo, el dominio de sí mismo y el mimetismo.
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Las enfermedades son efectos de la decadencia, no causas de ellas, afirma Nietzsche. Hay un pasaje que tal vez tomaron los fascistas, los nacionalsocialistas hitlerianos y el propio Mengele: “El enfermo es un parásito de la sociedad. Es indecoroso seguir viviendo cuando se llega a cierto estado” (¿sugería la eutanasia?), y prosigue: “Seguir vegetando dependiendo cobardemente de los médicos y medicinas, una vez perdido el sentido de la vida, el derecho a vivir, debiera ser algo que produjese desprecio a la sociedad”. Luego sugiere que los médicos deben dejar de lado las recetas y experimentar dosis de asco hacia sus pacientes, y remata con algo parecido a la eugenesia practicada por los fascistas alemanes: “Hay que crear en el médico una nueva responsabilidad ante todos aquellos en que el interés supremo de la vida ascendente exija que se aplaste y se elimine sin contemplaciones la vida degenerante; por ejemplo, en lo relativo al derecho de engendrar, a nacer, a vivir…”

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“…cualquier pobre diablo siente placer injuriando, porque esto le produce una pequeña borrachera de poder”.
“Si yo pertenezco a la canalla y soy un canalla, tú deberías pertenecer a ella y serlo también: con esta lógica se hace la revolución”.
“El quejarse no sirve absolutamente de nada: es algo que procede de la debilidad. No hay una gran diferencia entre atribuir nuestro malestar a otros como hace el socialista o atribuírselos a nosotros mismos, como hace el cristiano”.
“…odio también a la revolución, porque esta es la manifestación, en el ámbito de la historia universal, de esa duplicidad de idealista y de chusma”.
Para Nietzsche la doctrina de la igualdad es el fin de la justicia porque no se debe igualar los desiguales.
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En este libro Nietzsche habla de sus preferencias literarias. “El aforismo y la sentencia…son las formas de la eternidad. Ambiciono decir en diez frases lo que todos los demás  dicen en un libro”.

Sus influencias para la escritura provienen de Salustio, Horacio, Túcidides y reconoce en Dostoievski al psicólogo que le enseñó algo.

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