FILOSOFÍA

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miércoles, 9 de septiembre de 2020

LIBRO III DE LA METAFÍSICA DE ARISTÓTELES

 


LIBRO III DE LA METAFÍSICA DE ARISTÓTELES.

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Trata de las aporías como dificultades en la búsqueda del conocimiento, el estudios de las causas y de la ciencia que se encarga de hacerlo, los géneros, los principios, lo particular y lo universal, la potencia y el acto, etc. Aristóteles plantea los problemas, pero no da soluciones absolutas. Sugiere el estudio de las opiniones anteriores para dirimir mejor las cuestiones planteadas.

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Aristóteles propone estudiar las dificultades para alcanzar el conocimiento, y con más precisión se refiere a las aporías :Los que quieren investigar con éxito han de comenzar por plantear bien las dificultades, pues el éxito posterior consiste en la solución de las dudas anteriores, y no es posible soltar, si se desconoce la atadura. ¿Los principios son relativos a lo general, o a las cosas particulares? ¿Existen en potencia o en acto? ¿Están en movimiento o de otra manera? Todas éstas son graves dificultades.

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 La primera dificultad se refiere al problema que ya nos hemos planteado en la Introducción: si corresponde a una sola o a varias ciencias investigar las causas; y si es propio de la Ciencia contemplar sólo los primeros principios de la substancia, o también los principios en que todos basan sus demostraciones; por ejemplo, si es posible, o no, afirmar y negar simultáneamente una misma cosa, y los demás principios semejantes.

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 Es preciso, como decimos, examinar estas dificultades, y también la de si nuestro estudio es sólo sobre las substancias o también sobre los accidentes propios de las substancias.

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Y también habrá que ver si los principios y los elementos son los géneros o las partes intrínsecas en que se divide cada cosa. Y, si son los géneros, ¿son los que en los individuos se dicen últimos, o los primeros? Por ejemplo, ¿es el animal o el hombre el que es principio y el que más propiamente existe fuera de lo singular?

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 Y, sobre todo, se ha de indagar y estudiar si hay, o no, fuera de la materia algo que sea causa por sí, y si esto es separable, o no, y si es uno o más en número, y si hay algo fuera del todo concreto  (hablo de un todo concreto cuando algo se predica de la materia), o no hay nada, o bien de unas cosas sí y de otras no, y  cuáles son estas cosas.

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Además, hay que averiguar si los principios son determinados numérica o específicamente, tanto los que hay en los enunciados como los que hay en el sujeto.

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 Y si los de las cosas corruptibles y los de las incorruptibles son los mismos o diversos, y si son incorruptibles todos o corruptibles los de las cosas corruptibles. Y, todavía, lo más difícil de todo y lo que causa mayor perplejidad es saber si el Uno y el Ente, 5 como decían los pitagóricos y Platón, no es otra cosa sino la substancia de los entes, o no, sino que es alguna otra cosa el sujeto, como lo era para Empédocles la Amistad y para algún otro el Fuego, y para otros el Agua o el Aire.

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Todo lo que es bueno en sí y por su propia naturaleza es un fin y, por tanto, una causa, puesto que en vista de ello se hacen y son las demás cosas.

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Pues, aunque puede saberse de muchos modos la misma cosa, decimos que sabe más de ella el que conoce qué es la cosa por su ser que el que lo conoce por su no ser.

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La demostración tiene que partir de ciertas premisas, referirse a algo y demostrar algunas cosas.  Resulta, pues, que de todas las cosas que se demuestran hay algún género único, pues todas las ciencias demostrativas utilizan los axiomas.

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Llamamos, en efecto, “singular” a lo que es numéricamente ( uno, y “universal” a lo que se afirma de éstos.

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Se está mejor situación para juzgar, cuando se ha oído a las partes, que son contrarias en cierto modo, todas las razones opuestas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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