LIBRO
III DE LA METAFÍSICA DE ARISTÓTELES.
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Trata
de las aporías como dificultades en la búsqueda del conocimiento, el estudios
de las causas y de la ciencia que se encarga de hacerlo, los géneros, los
principios, lo particular y lo universal, la potencia y el acto, etc.
Aristóteles plantea los problemas, pero no da soluciones absolutas. Sugiere el
estudio de las opiniones anteriores para dirimir mejor las cuestiones
planteadas.
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Aristóteles
propone estudiar las dificultades para alcanzar el conocimiento, y con más
precisión se refiere a las aporías :Los que quieren investigar con éxito han de
comenzar por plantear bien las dificultades, pues el éxito posterior consiste
en la solución de las dudas anteriores, y no es posible soltar, si se desconoce
la atadura. ¿Los principios son relativos a lo general, o a las cosas
particulares? ¿Existen en potencia o en acto? ¿Están en movimiento o de otra
manera? Todas éstas son graves dificultades.
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La primera dificultad se refiere al problema
que ya nos hemos planteado en la Introducción: si corresponde a una sola o a
varias ciencias investigar las causas; y si es propio de la Ciencia contemplar
sólo los primeros principios de la substancia, o también los principios en que
todos basan sus demostraciones; por ejemplo, si es posible, o no, afirmar y
negar simultáneamente una misma cosa, y los demás principios semejantes.
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Es preciso, como decimos, examinar estas
dificultades, y también la de si nuestro estudio es sólo sobre las substancias
o también sobre los accidentes propios de las substancias.
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Y
también habrá que ver si los principios y los elementos son los géneros o las
partes intrínsecas en que se divide cada cosa. Y, si son los géneros, ¿son los
que en los individuos se dicen últimos, o los primeros? Por ejemplo, ¿es el
animal o el hombre el que es principio y el que más propiamente existe fuera de
lo singular?
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Y, sobre todo, se ha de indagar y estudiar si
hay, o no, fuera de la materia algo que sea causa por sí, y si esto es
separable, o no, y si es uno o más en número, y si hay algo fuera del todo
concreto (hablo de un todo concreto
cuando algo se predica de la materia), o no hay nada, o bien de unas cosas sí y
de otras no, y cuáles son estas cosas.
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Además,
hay que averiguar si los principios son determinados numérica o
específicamente, tanto los que hay en los enunciados como los que hay en el
sujeto.
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Y si los de las cosas corruptibles y los de
las incorruptibles son los mismos o diversos, y si son incorruptibles todos o
corruptibles los de las cosas corruptibles. Y, todavía, lo más difícil de todo
y lo que causa mayor perplejidad es saber si el Uno y el Ente, 5 como decían
los pitagóricos y Platón, no es otra cosa sino la substancia de los entes, o
no, sino que es alguna otra cosa el sujeto, como lo era para Empédocles la
Amistad y para algún otro el Fuego, y para otros el Agua o el Aire.
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Todo
lo que es bueno en sí y por su propia naturaleza es un fin y, por tanto, una
causa, puesto que en vista de ello se hacen y son las demás cosas.
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Pues,
aunque puede saberse de muchos modos la misma cosa, decimos que sabe más de
ella el que conoce qué es la cosa por su ser que el que lo conoce por su no ser.
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La
demostración tiene que partir de ciertas premisas, referirse a algo y demostrar
algunas cosas. Resulta, pues, que de
todas las cosas que se demuestran hay algún género único, pues todas las
ciencias demostrativas utilizan los axiomas.
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Llamamos,
en efecto, “singular” a lo que es numéricamente ( uno, y “universal” a lo que
se afirma de éstos.
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Se
está mejor situación para juzgar, cuando se ha oído a las partes, que son
contrarias en cierto modo, todas las razones opuestas.
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